"Moby Dick", un clásico en constante reinvención

La obra de Herman Melville continúa despertando la creatividad plástica.

Un par de imágenes de Gabriel Pacheco para esta edición.
Un par de imágenes de Gabriel Pacheco para esta edición.
Jesús Alejo Santiago
México /

En la página IberLibro.com, cuando se escribe Moby Dick, se despliega un listado de alrededor de 7 mil 800 libros, dos mil 354 nuevos y el resto usados; en la página electrónica de la librería Gandhi aparecen “solo 42”, de ellos 22 en español.

Más allá de eso, en ambos casos se refleja la vigencia que aún tiene esta historia, uno de los verdaderos clásicos de la literatura universal, la obra maestra de Herman Melville, que apareció publicada en 1851, en Nueva York, cuando el escritor apenas superaba los 30 años de edad.

Una historia que tiene mucho de su autor: con 20 años, Melville comenzó una serie de viajes por el mundo que más adelante le servirían de inspiración para varias de sus novelas, lo que incluye sus años trabajando como ballenero y viviendo aventuras en las islas del Pacífico.

Con la intención de ofrecer un nuevo acercamiento a la obra, Sexto Piso lanzó una edición ilustrada, con una nueva traducción de Andrés Barba. Las imágenes estuvieron a cargo de Gabriel Pacheco, cuya obra visual ha sido merecedora de numerosos reconocimientos en España, Italia, México y Japón, además de que por su trabajo en el ámbito de la literatura infantil ha llegado a formar parte de la Muestra de Ilustradores de la Feria Internacional del Libro Infantil de Bolonia.

Con la autorización de la editorial, a continuación ofrecemos un adelanto de un texto ya clásico, pero en especial algunas de las imágenes que apuesta por ofrecer una nueva mirada sobre un texto clásico de la literatura estadounidense.

Gentileza de un sub-sub-bibliotecario

Se verá a continuación hasta qué punto este sencillo gusano agujereador de bibliotecas, este pobre sub-sub-diablo parece haber recorrido todas las galerías vaticanas y las librerías de la tierra buscando referencias a las ballenas por muy azarosas que fueran en cualquier libro, sagrado o profano, que se cruzara en su camino. No deberán tomarse, por tanto, al menos en todos los casos y por muy auténticos que sean, estos extractos sumamente caóticos como si se trataran de un evangelio de la cetología. Lejos de eso en realidad. En lo que atañe a los autores antiguos y a los poetas que se citan aquí, los extractos son simplemente valiosos y entretenidos, y se limitan a proporcionar una visión general sobre las cosas que se han dicho, pensado, imaginado y cantado sobre el leviatán en todas las naciones y generaciones, incluyendo la nuestra. Dios ampare a ese pobre sub-sub-diablo cuyo comentarista soy yo. Pertenece a esa tibia y desesperanzada tribu de la tierra a la que ningún vino podrá calentar jamás; para él, el jerez más suave es demasiado rosado y fuerte, y sin embargo sigue perteneciendo a ese grupo de personas con las que a uno le gusta sentarse de cuando en cuando para sentirse también un pobre diablo, y alegrarse entre lágrimas, y decir con sencillez (los vasos vacíos y los ojos llenos) y un poco de tristeza algo desagradable: «¡Ya está bien, sub-subs! ¡Cuánto más trabajos os toméis en agradar al mundo, menor será su agradecimiento! ¡Ojalá pudiera vaciar para vuestro disfrute Hampton Court y las Tullerías! Pero tragaos esas lágrimas y alzad los corazones hasta el palo mayor, porque todos los amigos que se han marchado antes que vosotros están dejando libres los cielos con sus siete círculos y han expulsado a Gabriel, Miguel y Rafael, tanto tiempo mimados. ¡Aquí brindáis con vuestros corazones rotos, pero allí nadie podrá romper vuestros vasos!».

Literatura, historia y ballenas

«Y Dios creó a las ballenas». Génesis.

«El Leviatán deja tras de sí un rastro luminoso. Se podría pensar que ha hecho encanecer la profundidad». Job.

«Y ese día el Señor tomará su cruel y fuerte espada y castigará con ella al Leviatán, la serpiente que se desliza, al Leviatán, la retorcida serpiente, y matará así al dragón del mar». Isaías.

«Sea lo que sea que acabe en el abismo de la boca de ese monstruo, ya sea barco, animal o piedra, es devorada en un solo y terrible trago y perece en el inconmensurable golfo de su panza». Plutarco, Obras morales, según Holland.

«Los mares de la India producen los mayores peces que existen, entre ellos las ballenas y esos torbellinos llamados balaenae que miden una distancia de cuatro acres o arpendes de tierra». Plinio, según Holland.

«No llevábamos ni siquiera dos días en alta mar cuando aparecieron numerosas ballenas y otros muchos monstruos marinos al amanecer. De entre todas ellas había una que era de un tamaño monstruoso… Se dirigió hacia nosotros con la boca abierta y levantando olas a su alrededor, sacudiendo el mar y produciendo enormes cantidades de espuma». Luciano, Historia verdadera, según Tooke.

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