Hace 18 años, el 19 de febrero de 2006, la mina 8 Unidad Pasta de Conchos, en Coahuila, sufrió una terrible explosión y 65 mineros quedaron atrapados en la tragedia.
La escritora Mónica Castellanos retoma la historia en Carbón rojo (Hachette Literatura) una novela que mezcla la literatura minera y la investigación periodística.
En entrevista con MILENIO, la autora habla del reto de abordar una herida que hasta hoy no cierra y los cuerpos, a pesar de las promesas, no han sido recuperados.
¿Contar una historia así es un riesgo?
La historia surgió primero de una charla familiar en la que me enteré que el abuelo de una prima hermana había sido dueño de las tierras de los Pérez Mendoza, que se mencionan en la novela, y de esta zona carbonífera donde está Pasta de Conchos, supe una noticia que me cimbró, me indignó y dije: ‘aquí hay una historia”. Fue algo complejo construirla porque podía tener muchos abordajes, al final decidí hacerlo como algo novelado.
¿Realizaste una investigación sobre lo qué sucedió?
Claro y es como surgió la inquietud de llevar a la novela la historia de los mineros, de sus condiciones de vida, que son tremendas, y darme cuenta de las negligencias que hubo por parte de la minera en las condiciones de trabajo. Así, en 2018, me aboqué en la hemeroteca a trabajar con la información de las coberturas que se hicieron tanto de prensa nacional como internacional y lo que se había escrito alrededor, y también viajé a Pasta de Conchos pero no me dejaron bajar a la mina.
¿Es literatura minera?
Es un tema que yo no dominaba en absoluto, el lenguaje de la minería me era completamente ajeno: hablar de frentes largas, de polvo inerte, de gas metano, de las lavadoras, de la escoria que queda después de la entrada del carbón. Tampoco quería que sonara una novela como una cosa técnica, pero sí que el lector pudiera sumergirse en este universo.
¿Se ha explorado mucho este tipo de literatura?
No hay mucho porque es un tema de riesgo. Yo leí desde Yuri Herrera con El incendio de la mina El Bordo; Litio, de Imanol Caneyada, hasta José Revueltas y la cobertura que hizo de la marcha de los mineros o lo que escribió Amparo Dávila, que nació en un poblado minero y en sus cuentos menciona algo de la situación. Pero no es mucho material lo que existe y pude darme cuenta de que la literatura minera está dirigida o enfocada hacia las voces masculinas porque son los mineros los que bajan, pero son las mujeres las que están afuera, las esposas, madres, hermanas e hijas.
Carbón rojo inauguró el sello de Hachette Literatura; relata la historia de Carmina, quien es parte de una familia de Rosita Coahuila que sufre un drama familiar. Ella habla con los muertos mientras borda un mantel en el que teje los nombres de la gente de la busca vengarse. Bernardo es un periodista que cuenta la historia de los mineros.
¿Es una novela basada en hechos históricos?
Utilizo las situaciones reales que se vivieron en personajes de ficción, por ejemplo, Indalecio, el minero que sobrevive y tiene una entrevista con Bernardo, que recupera las experiencias que vivieron realmente los mineros en ese suceso y lo que pasó después con sus familias. Sí hay parte de ficción, pero también hay mucho de la vida real y de los reportes reales que se hicieron de las condiciones de trabajo.
¿Por qué incluiste la figura de un reportero?
Cuando comencé la novela tenía otra estructura porque era más un híbrido entre la crónica periodística, el testimonio personal y la narrativa; pero finalmente decidí cambiarla y solamente queda la narrativa y a través de los personajes inserté las notas periodísticas. Bernardo me sirvió para poder trasladar lo que en su momento se escribió sobre Pasta de Conchos.
¿Retratas el duelo de las mujeres de Pasta de Conchos?
Me interesaba mucho la óptica femenina, no quedarme únicamente en la masculina, que es lo que se ha trabajando en la literatura minera, darle un aporte nuevo de la voz femenina porque en toda la situación están las mujeres que se quedaron afuera de la mina esperando y que lucharon por recuperar los cuerpos. Muchas de ellas siguen esperando que sus cuerpos sean recuperados.
¿Es un thriller que se pasea por la novela negra?
Reúne muchos elementos como el olvido, la culpa, el rezago social hacia una familia por un pecado familiar que no les perdonan y la luz sobre un tema, que es las condiciones de trabajo de la minería en México, que ya no debería de suceder una cosa así. Sobre todo con la capacidad económica que tienen los dueños de las minas, lo que es una enorme injusticia. La novela reúne reflexiones personales, la capacidad de analizar la naturaleza humana, ver hacia afuera también a nivel social, los reclamos de una sociedad y, por otro lado, es una cuestión de la justicia social, un tema que vas a encontrar de manera transversal en toda mi obra.
Han pasado 18 años de la tragedia. ¿Qué sentimiento te quedó después de escribir la novela?
Yo confío en que se recuperen los cuerpos, las familias tienen el derecho de tener a sus muertos en un lugar donde puedan acercarse y visitarlos, porque hoy por hoy no hay acceso a la mina. Es tiempo de que los recuperen, que les den a sus familias algo que de alguna manera los ayude a cerrar ese ciclo de duelo.
Y además
Este 20 de febrero la autora presentará la novela en la Librería Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo, a las 19:00 horas, junto al escritor Eduardo Antonio Parra. El día 22 lo hará en Monterrey con Ana Laura Santamaría, directora de la Cátedra Alfonso Reyes, en el Tecnológico de Monterrey y el escritor Elmer Mendoza.