La novela Últimos días de mis padres le dio muchas satisfacciones a Mónica Lavín; recibió una gran respuesta de los lectores, que incluso se le acercaron para contarle su propia historia familiar.
Sin embargo, llegó un momento que se agotó por el dolor que le causaba recordar la muerte de sus progenitores y decidió dejarla ir. En el camino, se reencontró con una novela de amor que había publicado hace más de 25 años.
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En entrevista con MILENIO, la escritora (México, 1955) habla de Tonada de un viejo amor (Planeta), ambientada en San Lorenzo, un pueblo viticultor al norte de México donde las pasiones se desbordan en una sociedad que castigará a una mujer deseosa de amar.
¿Qué te dejó un libro tan personal como Últimos días de mis padres?
Quedé agotada. Que saliera otra novela también me ayudó a dejar de hablar de ella. Me sorprendió mucho, no imaginé tener esa gran respuesta lectora y todo el mundo quería compartirme su propia historia. Fue una experiencia de diálogo con los lectores y me devolvieron muchas cosas, a veces también la tristeza, conmoverme otra vez, hasta que dije ‘tengo que dejarla ir’. Sé que nunca se irá y espero que sea una novela que siga diciéndole a todo mundo algo que nos compete a todos.
¿Cómo fue reencontrarte con la Mónica Lavín de hace 25 años?
Es un viaje de cómo me volví escritora de novelas, antes había escrito cuentos y yo me sentía cuentista. Así como Últimos días de mis padres me coloca en mi actualidad, Tonada de un viejo amor me coloca en el momento en que yo era madre de dos pequeñas niñas, trabajaba en el negocio familiar y tenía que ser mamá. Quizá por eso es una novela a golpes de capítulos muy breves, porque respondía a que tenía poco tiempo y tenía que exprimirlo al máximo para escribir.
¿Una novela te obliga a un viaje largo?
Sí, además la historia me lo pedía, me pedía lanzarme como en las aguas para descubrir a los personajes, sus motivos y la trama. Uno vive con ella un largo rato. Puedes haber leído mucho pero la batalla de la escritura es otra.
¿Te dio miedo leerte?
No, lo que pasaba es que le tenía un enorme aprecio a esta novela y el afecto es un elemento que también juega y me gustó. Trabajé algunas cosas de lenguaje, aprendí a usar la goma para quitar los excesos. Me gustó el trabajo de depuración de la prosa porque la historia sí me volvió a agarrar. Me gustó meterme en el desierto, en el viñedo, en la historia de Cristina y en una sociedad venida a menos, agarrándose de muy pocas cosas, de pedruscos, tradiciones y de lazos que en realidad se podían diluir fácilmente en el tiempo.
¿Te gustaría cambiar algo?
Si yo escribiera esa novela ahora tal vez le daría más rienda, sería más libre frente a la amplitud de la narración, a lo mejor me soltaba más. Pero me gusta que es una novela corta y medie entre lo que hace el cuento y lo que hace la novela, entonces, la prueba de la lectura sí la pasó.
¿Las novelas de amor sobreviven a todo?
Yo creo que sí, precisamente en este momento en que se escribe tanto de violencia porque es nuestro entorno, violencia, desaparecidos. Es apabullante, nos descobija muchísimo, y creo que la novela del amor nos habla de que siempre estamos buscando ese cobijo. El amor apela a muchas cosas y es una necesidad, además, requiere de dos, da igual si son del mismo sexo, requiere a dos y es una apuesta difícil porque ahora estamos en el vértigo de lo que un día es una cosa y al otro día no es nada. Las redes, el trending topic, y me pregunto, ¿por qué no va a ser tendencia el amor? Ojalá lo sea.
¿Cómo ves a los personajes ahora?
Los personajes que habitan Tonada de un viejo amor, ninguno realmente se dice la verdad, están entre cerca y lejos. El amor te engrandece, pero vulnera y siempre implica un riesgo, y creo que los personajes pueden estar dispuestos a morir por él o no. Cristina Velasco es el personaje más confuso de la novela por ser mujer en una sociedad asfixiante, por no poder escoger un destino más llamativo, por eso, entiende que el lenguaje de la piel dice lo que no dicen las palabras.
¿Hay necesidad de amar?
Cuando ves una historia de amor que logra emocionar hay que jugársela. Cuando doy clases en la universidad, me doy cuenta de que hay una sed de lo amoroso, pero no se escribe de eso, tenemos que ser rudos. Pero del amor se va a seguir escribiendo para siempre y, hasta ahora, los jóvenes que han leído mi novela, les ha gustado.
Mónica Lavín recuerda que cuando se publicó Tonada de un viejo amor, lo primero que le dijeron es que se trata de una novela muy atrevida debido a la sensualidad y el erotismo que describe.
¿En verdad era así?
Ahora que la leí no me pareció eso, pero sí me gustó que lo dijeran. Siempre me ha gustado que reluzcan los lados oscuros de mis personajes. Me señalaban el erotismo de la novela y la forma en que decía las cosas, pero me parecía una necesidad natural contar la pasión amorosa, la pasión del cuerpo en una pareja silenciada y en un ambiente donde los personajes viven en el mundo del vino, de lo que antes no se hablaba tanto y como lectora, la novela me respondió bien.
¿Tonada de un viejo amor fue tu primera novela?
No, tengo otra primera novela nunca publicada (risas) y no creo publicar. Esa sí fue el ensayo, me estaba gustando y estaba trabajando con estructuras y con menos ingenuidad. De hecho quedó finalista en el Premio Agustín Yáñez, pero creo que nunca la voy a tocar y está en el fondo de un cajón.
¿Por qué no publicarla?
Ahora que me dices, igual la reviso, me atrevo y pienso si de verdad quiero sacar a esa Mónica Lavín a la luz pública. No lo sé. Me atreví a lanzar Tonada de un viejo amor porque la gente me la pedía y me da gusto que Planeta apueste por ella y no solo por la novedad. Uno es lo que ha trabajado en el tiempo, lo que ha ido descubriendo, iluminando, tanteando los universos distintos y además me gustaba mucho que sea una historia de pasión amorosa.
Mónica Lavín tiene otra novela que espera sea reeditada, Café cortado, que transcurre en la zona del Soconusco en Chiapas.
hc