Ennio Morricone declara: “Escribir música es mi oficio, el que me gusta y la única cosa que sé hacer. Es una manía, sí, un hábito, pero también una necesidad y un placer; el amor por el sonido, los timbres, el poder dar forma a las ideas, transformar el interés y la curiosidad hacia la obra que el compositor ha imaginado en algo concreto”.
Estas frases están contenidas en el libro Ennio Morricone. En busca de aquel sonido. Mi música, mi vida (Malpaso, 2017), que es como un concierto a cuatro manos —o, más bien, a dos voces—. En sus páginas, el compositor que ha creado las bandas sonoras de obras maestras de la cinematografía —y algunas cintas olvidadas— es entrevistado por Alessandro de Rosa, también músico, lo que da lugar a reflexiones sobre su vida, su obra y temas relacionados con la música creativa, el arte, la vida y, por supuesto, su proceso creativo.
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De Rosa, quien conoció a Morricone cuando le regaló un disco con una de sus composiciones, cuenta que el libro es resultado de más de 60 horas de entrevistas realizadas durante tres años. También se dio “un proceso largo para conocernos y establecer esta especie de, digamos, terapia para él, pues no está acostumbrado a hablar sobre lo que está haciendo. Un compositor se enfoca en crear, no en pensar en lo que está haciendo”.
Sobre el creador de música que ha engrandecido las cintas de directores tan dispares como Sergio Leone, Pier Paolo Pasolini, Federico Fellini, Ettore Scola, Bernardo Bertolucci, Clint Eastwood, Quentin Tarantino, Brian de Palma y Oliver Stone, su interlocutor dice que Morricone ha escrito para el cine toda su vida, pero también ha hecho otro tipo de obras.
“Para él era importante, lo mismo que para mí, que también soy compositor, entender cómo piensa en la música, por qué escribe ciertas piezas, entender las raíces de su pensamiento —dice De Rosa en entrevista telefónica con MILENIO—. Por supuesto nuestras conversaciones abarcan también otros temas de su vida, como sus memorias de pequeño. No podíamos incluir todo y decidimos enfocarnos más en la experiencia filosófica de Morricone, porque pensamos que era la mejor forma de que la gente entendiera al compositor y sus problemas, digamos, cómo piensa, cómo trabaja”.
—¿Qué quería decir él?
Quería expresarse a sí mismo. Le dimos prioridad a lo que era importante para él. Leyó el libro cuando estuvo terminado y me dijo: “Por primera vez entiendo cosas que no eran tan claras para mí”. Y es que es muy importante para alguien detenerse en un momento de su vida y tener una especie de reflexión.
—Un autor único
Descubrí un compositor con muchas peculiaridades. Ha tenido la oportunidad de trabajar en ambientes muy diferentes en la producción musical del siglo XX y XXI, lo que, por supuesto, no es muy común. No sólo es muy famoso por la música de las películas de Sergio Leone, o por el tema de La misión, sino que también hay que destacar que estudió con Luciano Berio y Karlheinz Stockhausen. Estaba experimentando, pero también hacía arreglos de música popular para la RCA. Ha tenido muchas experiencias artísticas. Y lo que es muy sorprendente es que es un compositor no sólo de notas, sino de ambientes, de asuntos que fueron especialmente controversiales en la cultura italiana de los años 40 a los 60, porque había muchos prejuicios con los compositores que habían estudiado en el conservatorio y trabajaban para el cine, para el mercado. Es difícil pensar que una sola persona haya hecho tantas cosas.
—¿Cómo caracterizaría el trabajo de Morricone?
En el libro hablamos con frecuencia de esta idea filosófica, pero a la vez muy simple, de “inmovilidad dinámica”. Su música realmente es reconocible, sabes que es suya en cuanto la oyes, pero a la vez hay algo producto de una investigación, algo nuevo. Morricone escribe algo fácil de recordar, al tiempo que hace algo que no es tan obvio, lo que le permite trabajar con la tensión, elemento muy importante. Esto lo puedes encontrar en casi todas sus piezas, donde hay cosas que no son tan obvias si las analizas. Pero si escuchas la música es muy clara.
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