Con la muerte de Cecil Taylor se apaga la llama del free jazz

El pianista estadunidense defendió su postura estética contra la incomprensión de quienes no estaban preparados para sus piezas.

México /

Integridad. Pensé en esta palabra para calificar la trayectoria del pianista y compositor Cecil Taylor, luego de que Marcos Miranda me informara de su muerte, ocurrida el jueves pasado en su casa de Brooklyn, Nueva York, a los 89 años. “Es el fin de una era”, certificó quien me ayudó a entender más su propuesta.

Integridad: la de un músico que defendió su postura estética contra la incomprensión de quienes no estaban preparados para su obra. Su amigo Nat Hentoff escribió en el libro Jazz Is que “después de un concierto de Cecil Taylor en California en el que tres mil personas lo ovacionaron de pie varias veces en el curso de su presentación, el crítico Leonard Feather declaró que ‘cualquiera que trabaje con un taladro podría haber logrado los mismos resultados’”.

Patrick Ambrose refiere que Taylor cimbró “los fundamentos de la música moderna con lo que sería conocido como free jazz”, y muchos mostraron su descontento. Pero el pianista no cedió: en una etapa de su vida prefirió lavar platos para ganarse la vida que tocar música que no tuviera que ver con su propuesta.

Según el obituario del crítico de The New York Times Ben Ratliff , fue “un ejemplo supremo del artista sin compromisos, argumentando contra definiciones reduccionistas sobre lo que un músico, con su formación y antecedentes, podía hacer o no”.

Su madre fue una fuerza importante para el músico nacido el 25 de marzo de 1929. Como refirió en una entrevista con Ambrose, cuando tenía cinco años y le pidió tomar clases de piano, “me dijo: ‘Serás una de tres cosas: dentista, abogado o doctor’. Luego señaló el piano y dijo: ‘Practicarás seis días a la semana y yo sobreviviré. Así aprenderás lo básico y el domingo puedes hacer lo que quieras’. ¿No es interesante? Empecé a inventar sonidos musicales los domingos cuando tenía cinco o seis años”.

Integridad: en la música que hacía, en su discurso y en su presencia escénica. Fue singular, como bien destaca John Fordham, quien en su artículo para The Guardian refiere que “nadie sonaba como Taylor y pocos artistas en la historia del jazz han ejercido autoridad tan carismática en el público con métodos tan contrarios al mainstream que sonaban como mensajes de una galaxia lejana. Su personalidad era tan fuerte en el escenario como fuera de él y parecía experimentar la vida con una intensidad y una inmediatez casi dolorosa”.

El crítico lo entrevistó en 1988 y le sorprendió “lo espontáneamente entretejida que era su conversación: un contrapunto volador de especulación filosófica, recreaciones de viejos diálogos y reminiscencias, de las reacciones a la luz del sol a un gato que pasaba por la pared del jardín, y cómo esto se parecía a su música”.

Al recordar su primer disco, dijo a Ambrose: “Cuando escucho The Jazz Advance entiendo por qué fue un anatema para muchos músicos y para la academia que estaba en boga en ese tiempo. Y también entiendo por qué me gusta. ¿Sabes? Uno no decide convertirse en músico. La fuerza de la naturaleza decide eso por ti. Tú no puedes tomar esa decisión al respecto, y una vez que te comprometes con la música todo lo demás afecta tu forma de tocar”.

Chris Funkhouser inquirió al pianista sobre la responsabilidad del artista de comunicarse consigo mismo: “No creo que eso sea todo, pero es un inicio. Y cuando el artista tiene la oportunidad de comunicarse con otros empieza a descubrir algo más. Te das cuenta de lo que realmente significa tener un público frente a ti y que ni siquiera lo escuches respirar”.

Taylor valoraba la música como un servicio y no como entretenimiento, pues como advertía en la misma entrevista: “Sirves a ese grupo de gente que no está allí por accidente. Vale la pena prepararte para ofrecer algo, porque el arte no empezó con nosotros. Estaba ahí antes de que llegáramos. Tal vez, con suerte, simplemente estamos agregándole un pequeño algo. Hay muchos grupos de gente que no son artistas pero les gusta el arte, así que se vuelven sus amantes. Si lo hacen, se vuelven artistas”.

Con esa perspectiva, todos podemos serlo, pero nadie podrá ser Cecil Taylor.

  • Xavier Quirarte
  • xavierquirartenuevo@gmail.com
  • Es autor de Ensayos de jazz y literatura (Editorial Doble A), es coautor de Por amor al sax y John Coltrane. Periodista especializado en jazz, rock y música contemporánea, sus textos han aparecido en los periódicos El Nacional, La Crónica y Milenio, y en revistas como Casa del Tiempo, Rock y Pop, Sólo Jazz & Blues, Círculo Mixup, La Mosca en la Pared, Cine Premier, Dos Filos, Sacbé y otras

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