Antes de subir al escenario, Camila Gallardo revisa que su saxhorno suene bien. Tiene 10 años y ya mueve los dedos con soltura entre los pistones de su instrumento. Pero esta noche está nerviosa porque es la primera vez que va a tocar en el corazón de la Ciudad de México: el Zócalo.
La espera ocurre en una zona cerrada al público y ubicada frente a la Catedral, donde varias carpas blancas fungen como camerinos. Además de afinar a su dorado aliado musical, la pequeña revisa que su traje típico esté impecable, que sus dos trenzas no se despeinen y ocasionalmente habla con otras niñas que también forman parte de la orquesta Mujeres del Viento Florido.
10 minutos antes de las 20 horas alguien da el aviso para salir a escena. Entonces, Camila abraza el saxhorno contra su pecho y camina hacia donde sus compañeras se agrupan por sección orquestal, y cuando pisa el primer escalón para subir al enorme templete, su semblante nervioso por fin asoma una sonrisa.
Ella es un ejemplo de que con la música, específicamente con un proyecto como éste que comanda Leticia Gallardo, otra realidad es posible.
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Otra realidad es posible
En 2006, el municipio oaxaqueño de Santa María Tlahuitoltepec, ubicado en la región mixe — territorio de 4 mil 668 kilómetros cuadrados divididos entre 19 municipios, según el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas —, vio emerger la idea una orquesta femenil, algo que se oficializó hasta 2009 con el nacimiento de las Mujeres del Viento Florido.
"Estoy feliz porque cada una de las compañeras está creciendo con nuevas formas: de que viajar es posible, conocer lugares a través de la música es posible, encontrarse con artistas como Mon Laferte o Lila Downs es posible", comenta Leticia Gallardo Martínez, directora y gestora del grupo, a MILENIO.
La Maestra Leti recibió una formación musical desde la infancia: su padre, al ser fundador del Centro de Capacitación Musical y Desarrollo de la Cultura Mixe (Cecam), le inculcó el gusto por los sonidos, de los que ya no se quiso despegar.
Sobre su elección de la música como forma de vida, dice que "me ha ayudado a sanar, a conocer a mucha gente, muchos lugares, trabajar por las mujeres y los niños. Me ha dado muchos aprendizajes porque yo nunca estudié dirección de bandas, no hay una escuela que te enseñe a eso, me fui formando sobre la práctica y hoy estoy al frente de una organización que es referencia a nivel estatal. Es una gran responsabilidad, pero lo hago con mucho gusto".
Mujeres del Viento Florido germinó para contrarrestar las escasas alternativas de desarrollo artístico de las mujeres de Santa María Tlahuitoltepec y regiones aledañas; Leticia les abrió la posibilidad de un camino artístico, de ir más allá de solo formar una familia y hacerse cargo del hogar.
"Tengo mucha esperanza en cada una de ellas porque estoy segura que, después de una presentación, llegan con su familia, platican y el papá, la mamá o el hermano van cambiando su mentalidad. Son cosas que vamos logrando. Para mí es significativo cuando llegan y dicen ‘Esto pasa en mi familia, mi papá está muy feliz’, se vuelve algo más grande".
Al principio, el proyecto tuvo que sortear trabas y prejuicios machistas - las orquestas de la región solo eran de hombres, una mujer como integrante era mal vista -, pero el tesón de Leticia ha doblegado cualquier dificultad en pos de extender su objetivo: que para la mujer indígena otra realidad es posible.
"Quiero que vengan otras mujeres indígenas y tengan las oportunidades de presentarse en estos recintos, e indígenas no solo oaxaqueñas sino de Guerrero, Chiapas, Michoacán. El sueño es que sea un espacio más para ellas. No quiero que seamos la única banda femenina, nos gustaría encontrarnos con muchas más y tocar juntas. Es difícil porque todavía hay que trabajar el ámbito cultural en los pueblos, cuesta mucho abrirse espacios, pero estamos dando el primer paso para que otras vengan", acentúa la directora de la orquesta.
"No quisiéramos que se repitan las mismas experiencias que vivimos, que sea más fácil para ellas ir a donde quieran. Es posible seguir generando estos espacios para generar confianza en las mujeres, porque es lo que la mayoría no tenemos: confianza en nosotras, que sí podemos hacer las cosas", agrega.
El Zócalo
La sensación gélida de la mañana capitalina sucumbe ante el paulatino avance del Sol. Es domingo 17 de diciembre del 2023 y el Zócalo de la Ciudad de México está repleto de adornos que conmemoran la temporada navideña.
Apenas son las 10 de la mañana y las Mujeres del Viento Florido ya tienen sus instrumentos en las manos, listas para la prueba de sonido. Llegaron hace casi una hora en un camión procedente de Oaxaca, por eso vienen muy abrigadas y algunas aún lucen adormiladas, pero a la par abundan sonrisas por lo que este evento significa.
Sobre el escenario, el staff y los ingenieros de audio acomodan atriles, sillas, micrófonos y, en caso de que estos se muevan durante la jornada, ponen marcas en el piso con cinta adhesiva. Con esto listo, la orquesta sube al escenario.
Pero no sube completa, sino por sección. Primero los grupos de instrumentos de viento y al final las percusiones. Para organizar la prueba, al frente no está la maestra Leticia, sino su hija y mano derecha, Diana Gabriela Martínez Gallardo.
Las indicaciones de Diana son ejecutadas con precisión por las 40 integrantes del ensamble, que resguardan sus partituras en carpetas de color naranja; resaltan aquellas que en sus hojas han puesto marcas o dibujos como una forma de personalizarlas.
Un día en Oaxaca es una de las composiciones que las mujeres tocan para checar la eficacia del audio. Mientras tanto, la explanada, aún sin movimiento, solo acoge a unos cuantos policías que las observan a la distancia.
Al cierre de la prueba, los rostros de las Mujeres del Viento Florido ya son ajenos a la somnolencia matinal: los invade ese calor de la emoción, de la alegría. Será una buena noche invocando los ritmos de su tierra desde la capital; una buena noche para hacer lo que aman: música.
"Esta unión sí tiene fuerza"
Mujeres del Viento Florido es una orquesta conformada por mujeres "diferentes en lenguas, actitudes y oficios; hay contadoras, amas de casa, campesinas", comenta Diana Gabriela, quien también encuentra "bonita" la convivencia intergeneracional con "compañeras desde los 10 años hasta los 47".
La responsable de la tuba recuerda que de niña su mamá intentó que aprendiera a tocar clarinete, pero ella lo rechazó. Esto Leticia lo aceptó sin cuestionar.
"Ella nunca me obligó. Si enseña música es por querer que tú quieras, no es que te obligue; es alguien que inspira a hacerlo sin forzar. Siento esa paz con ella y es lo que más le admiro".
Diana se decantó por el instrumento de viento de mayores dimensiones y comenzó su camino sonoro siendo consciente de la importancia de preservar la música tradicional de su región y de no olvidar a las que 'picaron piedra' para que tuviera un camino menos áspero.
"Es importante valorar a las que pasaron (por Mujeres del Viento Florido) antes que yo. Sin ellas, que son las que se llevaron los mayores juicios, el machismo... Ahorita difícilmente nos dicen algo porque saben que estamos muy unidas, es algo lindo reconocer que esta unión sí tiene fuerza".
Para comprobar dicha fuerza basta ver lo que consiguieron en 2023: además de su presentación en el Zócalo, la orquesta acompañó a Mon Laferte en el Palacio de Bellas Artes; colaboró con el colectivo internacional Snowapple en un evento que tuvo como sede el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris; y sonorizó una noche de la Feria Nacional de San Marcos, en Aguascalientes.
Respecto a lo digital, mantuvo más de 5 mil oyentes mensuales en Sopotify, superó los 13.9 mil seguidores en Instagram, los 42 mil fans en Facebook y los 4.2 mil suscriptores en YouTube.
" Se trata de compartir, vivir experiencias malas y buenas. Al final, somos una familia y estamos para lo que cada una necesite", sentencia Diana.
Cumplir sueños
Tras una hora de show en el Zócalo - donde interpretaron piezas como Jarabe Mixe, de Rito Marcelino Rovirosa; Nereidas, de Armando Pérez Dimas; Cielito Lindo, con arreglo de Jaime Allende Cuevas; y Lassus trombón, de Henry Fillmore-, las Mujeres del Viento Florido salen del escenario con ganas de seguir tocando.
El tiempo, regido por ese axioma de que cuando más lo disfrutas más rápido corre, impidió que presentaran la última parte del set que habían preparado.
A pesar de esto, las sonrisas provocadas por los aplausos y vítores del público inundan los rostros de todas.
Y Camila, aún energizada y con su instrumento en las manos, se da tiempo para revelar a MILENIO que los escenarios grandes la ponen nerviosa, pero siempre acaba "feliz". Como esta noche.
Empezó a tocar a los 5 años porque le gustó la música de Leticia, su tía, "y le dije a mi papá que quería entrar. Primero fui a solfeo y yo quería tocar trompeta, pero me dijeron que por lo mientras el saxhorno porque no había tantos instrumentos. Dije que sí y de ahí me empezó a gustar, ya no me quiero cambiar".
Como no le costó trabajo aprenderse las escalas musicales, su debut escénico ocurrió rápido: en un evento del programa Oaxaqueñisimas. "La mayoría de mi escuela me preguntan que a dónde voy a clases de música", dice.
Luego, confiesa cómo fue conocer a Mon Laferte, quien en pleno escenario de Bellas Artes se dio tiempo para saludarla: "Me sentí muy feliz porque fue la primera vez que toqué con Mon; algunas chicas fueron con ella a Chile y Nueva York, pero soy menor edad y por eso no me llevaron, pero me sentí muy feliz".
El momento de cenar y descansar se acerca, por eso la pequeña se despide con un mensaje dirigido a las niñas que al igual que ella sueñan en grande: "Que nunca se rindan, que sigan adelante, que los cumplan".
"He visto que muchas quieren cumplir sus sueños, pero a la vez quieren hacer otro trabajo y su mamá les dice '¿Qué vas a elegir?', y yo quiero que cumplan lo que quieren en realidad, que no pierdan la fe".
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hc