Su primera vez en México ha sido un vértigo. Desde el primer momento en el estrado, el sábado pasado en la ceremonia de premiación de la FIL, Emmanuel Carrère (París 1957) lanzó un guiño irresistible al público al lamentar que el premio que acababa de recibir, el de Lenguas Romances, ya no se llame Juan Rulfo. La ovación estaba garantizada.
Pero ese día se dio tiempo para asistir a la comida que ofreció la comunidad madrileña y más tarde al coctel en su honor, en el que no se abstuvo de bailar al ritmo de salsa y brindar con los asistentes. No faltaron apapachos al festejado, uno que dice adoptar nuevas reglas para cada obra y que se sabe elegido por los personajes. Un autor que, en sus palabras, es un retratista que acomete la labor de escudriñar en la complejidad humana soslayando la ficción.
“No soy un gran bailarín, pero cuando uno se encuentra en una recepción tan amigable, uno se desinhibe. Más bien soy un mal bailarín, pero cuando uno está en una acogida tan cálida, uno lo hace con gusto”, comparte.
En entrevista con MILENIO, pantalón y camisa de mezclilla, suéter desabotonado, el escritor evoca su adiós como novelista de fantasía y terror, reivindica su papel de reportero antes que de analista, niega poseer una técnica única para su obra y descarta la inspiración de las musas: “con la realidad es suficiente”.
Estoy seguro de que conoce dos o tres escritores mexicanos aparte de Rulfo, de quien ya ha hablado.
Bueno, conozco a los grandes autores mexicanos como Octavio Paz y Carlos Fuentes, pero muy poco a los de mi generación o a los que son más jóvenes, aunque desde hace unos años he leído y descubierto algunos. Por ejemplo, el domingo estuve con varios escritores mexicanos y había algunos que yo había leído, como Guadalupe Nettel y Emiliano Monge, sus libros me han gustado y me han tocado profundamente.
Borges dejó de leer a los autores de su época cuando tenía 40 años y Vargas Llosa hizo lo propio quizá un poco más grande. Ahora que es un autor muy conocido, ¿no prefiere solo a los clásicos?
Leo muchos autores actuales, lo cual no me impide leer a los grandes clásicos. Pero me encanta leer a los escritores que son mis contemporáneos, con quienes he vivido los mismos años, con muchos los mismos sucesos. Me gusta estar al tanto de lo que se hace actualmente en literatura.
¿Es el periodismo un género literario?
Sí, lo es desde mi punto de vista, lo cual no quiere decir que todos los que hagan periodismo hagan literatura. Pero, sin duda, el periodismo puede ser literatura. Por ejemplo, me puse muy contento cuando le dieron el Premio Nobel a Svetlana Aleksiévich (2015), porque pienso que es una gran escritora, pero es fundamentalmente una periodista. Me pareció increíble que le dieran este galardón a una periodista. Y hay varios como Ryszard Kapuściński y muchos más. Sin duda el periodismo puede ser un género como el teatro, la poesía, la novela. Un género que nos cuenta cosas que son reales, que se pueden verificar. Es un trabajo que tiene que ver mucho con la literatura y que me gusta mucho.
A propósito de Aleksiévich, ¿qué pensó de que le dieran el Premio Nobel a Bob Dylan?
Me encantó. Me gusta mucho Dylan, y me parece indiscutible que los textos de muchas de sus canciones son en verdad poesía. Y bueno, lo apruebo.
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Unos de sus libros más aclamados es El adversario (1999), la historia de un hombre que decía ser un reconocido doctor y cuando esa mentira de años es descubierta, decide matar a su familia. Inspirado por A sangre fría de Truman Capote, el francés se aventura a escribir su novela sin ficción.
“El adversario”, ¿es un reportaje novelado o una novela periodística?
Podemos decir que los dos. No solo es un reportaje, porque también hay una reflexión, un tanto personal, de vértigo sobre mi personaje. Por tanto va un poco más lejos de lo que lo hace un reportaje.
¿Una novela sin ficción, para usar un concepto de Javier Cercas?
Sí, por completo. Y es también por supuesto una fórmula que inventó Truman Capote: Non fiction novel.
Stefan Zweig es un escritor que cultivó diferentes géneros, como la biografía y la novela al mismo tiempo. En el caso de Carrère, ¿cómo define su técnica, si es que hay alguna definición?
No sé, porque me da la impresión de que no tengo una técnica que se aplique con todos mis libros. Más bien creo que con cada libro encuentro reglas diferentes.
Usted ha dicho que es un retratista, ¿es lo que hizo en “El reino” (2015), un autorretrato de su conversión religiosa?
Sí, claro, pero también hay algunos más que hice de los personajes, como el evangelista Lucas. La ventaja de escribir una novela, pues no sabemos casi nada sobre el evangelista, es que uno puede rellenar esos vacíos con gran libertad. Cuando imaginé al evangelista, le puse mucho de mi carácter.
De sus libros, ¿cuál es su preferido?
Creo que De vidas ajenas (2009).
¿Philip K. Dick es para usted como Virgilio para Dante, aunque no lo introduzca en un bosque oscuro, sino en la realidad?
Es una figura extraña, por momentos está completamente loco y por momentos se ve a sí mismo como una especie de profeta. Y pienso que es cierto, hay algo de profético en su obra, pues vivimos en un mundo que comenzó a partir de la figura de Philip K. Dick.
Su madre, Hélène Carrère (París 1929), es una historiadora muy famosa, miembro de la Academia Francesa…
No es solo un miembro, es la secretaria perpetua de la academia. Es la patrona de alguna forma.
¿Cómo influyó en usted para elegir su profesión?
Ejerció gran influencia de forma muy simple, pues la lectura siempre fue privilegiada en casa. Incluso si no tenía buenas calificaciones, no era tan grave si leía. Me hice lector y es algo que nunca he abandonado; me hice escritor porque siempre he sido lector.
¿Escoge al personaje o el personaje lo escoge a usted?
Es una muy buena pregunta. Creo que siempre es mejor cuando el personaje escoge al escritor.
¿Carrère tiene alguna musa o la realidad es suficiente?
La realidad siempre es suficiente. Hay que encontrar el hecho aislado que queremos narrar, lo cual no siempre es fácil.
¿Cómo ve el futuro del periodismo?
No muy esperanzador. Vengo de una generación que leía el periódico en papel, yo lo hago mucho. Ahora tengo la esperanza que sea cual sea el futuro del periodismo, el reportaje pueda seguir siendo posible. Hay dos tipos de periodistas, los del análisis, del comentario editorial, y por el otro lado está el reportaje, la narración. Los respeto igual a ambos, pero sin duda pertenezco al segundo. Es lo que yo hago, reportajes. Soy muy malo para explicar mi opinión y cosas como esas.
¿Tiene un candidato al Premio Nobel?
Espere, no había pensado en eso... Alguien que está en esta feria, Paul Auster (Newark 1947), él es un muy buen candidato. Para mí hay escritores contemporáneos que hacen autobiografía, como Karl Ove Knausgård (Oslo 1968), que me parecen apasionantes. Están mis compatriotas, como Michel Houellebec (La Reunión 1956), no estoy seguro si sea un candidato ideal para el Premio Nobel porque me parece demasiado políticamente incorrecto, pero hay muchos grandes candidatos en la actualidad. Me puse muy contento cuando le dieron el Nobel a Patrick Modiano (2014), es un escritor que dice muchísimo para los franceses. Mi generación creció con sus libros. Es una especie de hermano mayor, de primo un poco perdido, que nos ha acompañado durante toda la vida. Me sentí muy conmovido y creo que muchos franceses también lo estuvieron cuando le dieron el premio.
Con la colaboración de Adán Ramírez