Los agentes de seguridad privada del Museo del Louvre o la policía francesa pudieron evitar la fuga de los ladrones que asaltaron la institución el pasado 19 de octubre si hubieran intervenido apenas 30 segundos antes, según concluye la investigación administrativa presentada ante el Senado francés.
Noël Corbin, jefe de la Inspección General de Asuntos Culturales, explicó que esos “30 preciados segundos” habrían sido decisivos, aunque reconoce que es una evaluación hecha “a posteriori”.
La alerta temprana fue imposible debido a la inadecuación del equipo de seguridad, incluida la falta de cámaras operativas y de un sistema centralizado para monitorearlas.
Un sistema con fallas encadenadas
La investigación identifica un “encadenamiento de fragilidades” que afecta al funcionamiento del Louvre desde hace años, marcado por instalaciones obsoletas, subestimación constante de los riesgos de robo y ausencia de coordinación interna.
Uno de los puntos más críticos es el número insuficiente de cámaras exteriores. En la zona por la que entraron los ladrones —la Galería de Apolo— solo una cámara funcionaba y, aun con mala calidad, registró los preparativos del asalto. Pero las imágenes no fueron vistas en directo porque el museo carece de un puesto central que permita observar todas las cámaras simultáneamente por falta de pantallas.
A ello se sumó la débil resistencia mecánica de la ventana utilizada para el robo, cuyo cristal cedió en pocos segundos, y la confusa coordinación de la alerta: la policía recibió indicaciones imprecisas sobre la ruta de huida y se movilizó inicialmente en dirección contraria.
La rápida reacción de los agentes del museo y de la policía impidió que los ladrones quemaran las pistas de su fuga, lo que facilitó la detención, semanas más tarde, de cuatro presuntos autores materiales y varios cómplices. Sin embargo, el botín —ocho joyas de la Corona francesa de valor patrimonial incalculable— sigue sin aparecer.
Auditorías perdidas y retrasos en seguridad
El informe también señala un retraso significativo en la implementación del nuevo plan general de seguridad del museo, iniciado tras una auditoría de 2017 y replanteado en 2021 por considerarse poco ambicioso. Pese a ello, las inversiones en seguridad disminuyeron entre 2022 y 2024.
Además, se detectó una grave falla en la transmisión interna de documentos, especialmente durante el cambio de administración en 2021. Debido a un sistema deficiente de archivo, el nuevo equipo directivo nunca recibió informes relevantes, como una auditoría de 2019 realizada por Van Cleef & Arpels que advertía sobre el riesgo del balcón que da al río Sena, justamente el punto utilizado para el ingreso de los ladrones.
Los responsables de la investigación se dijeron “extremadamente sorprendidos” por el nivel de desorganización, aunque descartaron que existiera mala fe. Más bien, señalan, se trató de una cadena de disfunciones acumuladas que terminó por desembocar en un fallo sistémico.
jk