En la finca Coyotepec (Cerro del Coyote), perteneciente al barrio de Eloxochitlán, del municipio de Zacatlán, Puebla, se encuentra la réplica del primer reloj monumental que fabricó e instaló don Alberto Olvera Hernández el 15 de agosto de 1912.
Don Alberto, tras crear su primer reloj a mano —él carecía de herramienta, maquinaria y el conocimiento suficiente—, construyó otro que aún perdura en el municipio de Chignahuapan y a partir de ahí fundó la fábrica que hasta la fecha opera y caracteriza al Pueblo Mágico.
En esta construcción, que data de mediados del siglo XVIII, sus visitantes podrán ver y escuchar las máquinas de relojes monumentales antiguos de diferentes países, así como manejar y conocer los artefactos con que se fabricaron los primeros relojes en América Latina.
De igual forma, los interesados observarán documentos, pinturas, maquinaria y relojes antiguos, así como interactuar con los aparatos que dieron forma a la primera fábrica de relojes monumentales de México.
Asimismo, ingresarán al taller que inició operaciones en 1918 y que a la fecha funciona a través de un solo motor, poleas, bandas, ejes y palancas, artilugios con los que se dieron forma y vida a múltiples relojes.
En entrevista con MILENIO Puebla, Jesús Clemente Olvera Trejo, director del Museo Interactivo en honor a don Alberto, informó que en este espacio los visitantes encontrarán péndulos, manecillas, “historia del tiempo. Una colección de antigüedades que tienen que ver con el tiempo y que nos transportan más allá”.
Además, en este espacio la gente puede tocar las piezas, “y esa es la parte interactiva (…) Es un área destinada para el conocimiento y que tiene que ver con el tiempo”. En ese sentido, resaltó que la creatividad, inventiva y formación innovadora de su abuelo dieron lugar a múltiples inventos.
Entre las creaciones se encuentra el cambia-vías para trenes eléctricos, que el 3 de septiembre de 1920, se presentó ante la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo, con expediente Número 22604, para realizar la patente correspondiente. “Desgraciadamente, como en muchos casos, la patente se la apoderaron unos estadounidenses”.
Un taller donde bisnietos elaboran tecnología
De don Alberto Olvera, Jesús Clemente detalló que en 1909, a los 17 años, inició la fabricación de su primer reloj monumental, para el cual solo contó con un torno de madera, una fragua, un yunque y herramienta rudimentaria que pertenecía al taller de carpintería de su padre.
Adaptándose a sus necesidades, don Alberto construyó una máquina para calar madera, fabricó sus primeros crisoles de barro y elaboró sus limas: “La inquietud de mi abuelo al construir el (primer) reloj estuvo basada en que se rigieran las actividades del campo”.
José Clemente comentó que las piezas fueron enviadas a la población de Tlalixtlipa para su fundición, “donde existe una mina de hierro y ahí fundían el metal. Así mandó a hacer sus primeras piezas”.
Al inaugurarse el crono, su tío Liborio le encargó a don Alberto fabricar otro más, “pero falleció y a los primos de mi abuelo ya no les interesó. Lo intentó vender en la capital, pero coincide que Chignahuapan estaba buscando un reloj para su parroquia (…) Así fue como se vendió el primer reloj, siendo el segundo que hacía”.
Para la inauguración de ese reloj, diversos sacerdotes se acercaron y encargaron otros similares “y así es como nace la empresa como tal”. Luego de que su abuelo notó el potencial, le dio forma al taller que a la fecha se conserva y al que después se incorporó su hijo, el ingeniero Roque Leonel Olvera, padre del actual administrador.
“Él recibió un taller como lo están viendo acá y ya después mi papá formó a la empresa como tal, solicitó créditos, invirtió en tecnología para poder lograrlo junto con sus hermanos. Mi abuelo decía que no dimensionaba lo que estaba haciendo, pero que sabía que le iba a alcanzar hasta sus nietos, pero sus bisnietos ya están también metidos en este arte”.
Mecanismos en exhibición
Para el director de este espacio, la pieza más importante que está en exhibición, “y que tiene mi corazón, es la réplica del reloj que fabricó mi abuelo Alberto, y lo interesante es que lo replicó en una forma tan singular viendo solo una fotografía del reloj (…) y lo volvió a hacer”.
En ese sentido, añadió que su importancia estriba “porque de alguna forma representa el origen de la fabricación de los relojes monumentales aquí en Zacatlán construido por mi padre y como un reflejo de lo que mi abuelo inició”.
Otro de los objetos que tiene un significado especial para Clemente Olvera es un torno mecánico operado con un pedal: “En este aprendió a trabajar mi papá cuando era pequeño y además funciona. No requiere de motor más que de fuerza humana (…) es un torno paralelo marca Barlex, que debe de ser de 1890”.
Además, muestra una sierra caladora, “que de igual manera a fuerza humana se mueve. Con esta máquina se hacían los modelos en madera para las ruedas de los engranes y ya después se pasaban a la fundición. Se aprovechó el mecanismo de una máquina de coser para hacer movimiento rectilíneo y de esta forma cortar la madera”.
Entre los objetos en muestra está una fresadora que fabricó su padre: “Hacía diente por diente de los engranes. El diseño fue de tal manera, aunque se ve tan rústico, con un clutch (embrague) primitivo que la convierte en automática”.
Ese mismo mecanismo, al estar en operación, alimenta a un taladro: “La gente al visitarnos puede perforar, mover las máquinas, y eso es lo fascinante. También hay un engrane que permite desbastar”.
Asimismo, destacó que un reloj monumental tiene más de 500 piezas y actualmente, cada cuatro días y medio se fabrica uno, “a diferencia de este taller, que dilataba tres meses”. No obstante, aclaró que aunque la especialidad es la fabricación de relojes monumentales, se cuenta con un taller para la reparación de antiguos relojes de pared mecánicos.
Además, dijo que actualmente se elaboran proyectos especiales más sofisticados para medir el tiempo: “Con orgullo y alegría lo digo, hemos llegado a exportar hasta a Alemania y Suiza, tema que tiene que ver con los engranes, con los carillones, que es la parte que tiene que ver con lo musical”.
Sobre ello, explicó que este sistema equivale a una cajita musical, “solo que aquí se requiere de un cálculo que está dado por coordenadas y que tiene que estar relacionado el número de notas con el tiempo de la música y debe ir acompasado”.
Expuso que tiene una manivela con un motor y un circuito, “pero ahora ya no nos lo piden y está en exhibición en el museo. Aunque sí lo pidieron así para Suiza y se hizo en grande aquí”; para ello, se requiere mucho cálculo y coordenadas.
Añadió que también se tienen que calcular las longitudes y los diversos diámetros que se emplean: “Con un tren de granaje y un pequeño motor, que también se calculan las revoluciones para que pueda dar un tiempo exacto a la melodía y se pueda escuchar”.
Ante ello, Jesús Clemente destacó que Relojes Olvera III Generación ha instalado sus creaciones en todo el territorio nacional y en 14 países más, sin embargo, la empresa no sólo fabrica relojes tradicionales mecánicos, pues también ofrece dispositivos electrónicos, electromecánicos y digitales. También realiza la programación de sonería digital, que incluye campanadas y melodías.
Sobre los relojes analógicos, comentó que “son un desarrollo propio; los carillones también, que son digitalizados (…) fuimos la primera empresa en haberlo logrado a nivel mundial. Este desarrollo de tecnología nos ha permitido ir siempre en la punta, siempre en vanguardia”.
Comentó que por ahora se produce un reloj monumental con doble caratula, que se localizan de manera perpendicular y con 80 centímetros de diámetro. Es un reloj astronómico porque va a indicar mes, día y signos zodiacales.
“En el centro de la carátula va a estar representado el Sol de manera esférica, después va a estar representada a cierta distancia la Tierra de manera esférica y también la Luna. De donde está la Tierra va a dar la vuelta en un año. Va a dar la hora en la caratula en una relación de una a doce, con un segundero que va a representar un cometa”. Por último, indicó que es la segunda ocasión que hace una pieza similar, “la primera fue para la empresa y está en exhibición en el museo”.
AFM