El Museo Reina Sofía alberga hasta el próximo 30 de septiembre la exposición David Wojnarowicz. La historia me quita el sueño, la primera gran revisión de la obra del artista estadunidense que destacó en su activismo contra el sida en los años 80 y que pedía “no olvidar la Historia y estar siempre alerta”.
“Fue un artista que pensaba las cosas de forma parecida a lo que muestra el cuadro Guernica de Picasso: no debemos olvidar la Historia. De ahí el título de la exposición”, ha señalado uno de los curadores de la exposición, David Kiehl, quien ha destacado en todo momento el carácter contracultural de Wojnarowicz.
“La pregunta que se repite en casi todas sus obras es la de qué significa ser humano en el mundo. Y creo que nos sigue preguntando hoy. Wojnarowicz hablaba con rabia de ese desdén hacia los demás, de lo que suponía ser insignificante a los ojos de los demás y participar en los márgenes”, ha defendido Kiehl.
Contra la estigmatización
El artista vivió una infancia y juventud difíciles, en las que sufrió maltratos físicos y ejerció la prostitución. A principios de los años 80, con apenas 20 años, el artista descubrió que tenía el VIH y desde entonces enfocó parte de su obra a luchar contra la estigmatización de esta enfermedad y la homosexualidad, en especial en una Nueva York que marginaba a los contagiados del virus.
La muestra, organizada por el Whitney Museum, es una vista atrás a lo que supone ser “un artista global”, que en 13 años de trayectoria evoluciona de pintar en las aceras y rebuscar material en la basura a fotografías estilizadas en blanco y negro (a la manera de su amigo y también fallecido por sida el fotógrafo Peter Hujar).
“Fue un autodidacta, se formó con ayuda de amigos como el propio Hujar y aprendía sobre la marcha”, ha señalado Kiehl. En la muestra, por ejemplo, aparecen algunas de sus primeras obras que eran homenajes a escritores franceses que admiraba —Wojnarowicz aspiraba a ser poeta— como Jean Genet o Rimbaud.
Una de las obras de la muestra, Untitled (Genet after Brassai), con el famoso retrato del dramaturgo francés inmortalizado por Brassaï supuso una de sus primeras polémicas, ya que la American Family Association (AFA) le llevó a juicio por usar una imagen de Jesucristo. Wojnarowicz ganó el juicio, pero solo se le concedió un dólar en concepto de perjuicio que nunca llegó a cobrar.
Kiehl ha recordado a un artista “grande, alto y un poco desgarbado” que solo “quería trabajar para mejorar la vida de los demás” y que luchó por ello hasta que a los 36 años el sida puso fin a su propia vida. El curador —junto con David Breslin— ha defendido también el valor de una obra que, en su momento, no tuvo tanto reconocimiento.
El lado humano
David Kiehl, quien ha colaborado durante años con quien fue la pareja de Wojnarowicz, Tom Warren (fallecido hace dos meses), ha hecho hincapié en ese “lado humano” del artista, como una persona “divertida”. “Tom me enseñó una foto en la que David estaba sonriendo: justo ese mismo día había contado que tenía la enfermedad”, afirmó el conservador emérito en el Whitney Museum of American Art y curador de arte contemporáneo.