Nailea Norvind confiesa que ha cumplido el sueño de su carrera de más de 40 años como actriz, al compartir el escenario con Luis de Tavira en el drama del francés Florian Zeller, El padre (2012), en el que ella interpreta a Ana, la hija de Andrés, un hombre afectado por la pérdida de memoria en la vejez.
“Mi agradecimiento a los tres grandes productores reunidos para que El padre funcione de manera tan elegante. Y otro agradecimiento es al maestro De Tavira. ¡No lo puedo creer! Es el sueño de toda mi carrera; el maestro es uno de los hombres más importantes de la escena en México; desde niña admiré su teatro y he ido a ver todo lo que puedo desde pequeña. Jamás imaginé estar frente a frente, mano con mano, abrazar a este hombre y recibir sus estímulos. Es absolutamente fascinante”, refiere la actriz.
- Te recomendamos Joaquina; “Sigo conociéndome a mí misma y a la vez tengo que estar proyectando algo a la gente” Música
En entrevista con MILENIO, después de sus primeras funciones en la producción de Óscar Uriel, Alejandro Gou y Guillermo Wrechers, bajo la dirección de Angélica Rogel y Roberto Pichardo, Norvind comenta que cuando la llamaron para el papel, pensó que era todavía muy joven para interpretar al personaje de Ana.
“Es una obra maravillosamente escrita por Zeller. Estoy muy agradecida, son tantas cosas, se reúnen muchas oportunidades en una”, comenta Norvind, quien relevó a Fernanda Castillo para la nueva temporada, que ya será por tiempo indefinido, en el teatro Fernando Soler del Centro Cultural Manolo Fábregas, a la que se suman Úrsula Pineda y Alejandrina González, y vuelve Pedro de Tavira Egurrola.
“Admiré mucho el trabajo de Fernanda cuando vine a ver El padre. Observé en ella una sobriedad, una templanza y una contención, y ahora busco tomar parte de lo que mi compañera me mostró”, añade.
¿Qué sensaciones o emociones le despiertan Ana y Andrés?
Me identifico mucho con Ana, no sabía qué tan parecidas éramos hasta que di funciones. Tal vez en el proceso de preparación e investigación uno analiza desde fuera al personaje queriendo entenderlo, pero ahora descubro muchas cosas mías, porque yo fui una buena hija, con muchas ganas de querer y atender a quien uno ama, a sus padres. Y este personaje en particular no la tiene fácil. Yo no tuve padre. Y afortunadamente no pasé por lo que conlleva la historia, la degradación mental de alguien querido.
Ana es una mujer con tanta paciencia y tolerancia porque este padre no fue una persona fácil, fue muy autoritaria en su vida. A veces los hijos desarrollamos este amor incondicional por los padres.
La obra habla a la gente en muchos sentidos, porque a veces nos sacrificamos mucho por alguien más y nos olvidamos de nosotros mismos. Y el personaje del Padre, ¡qué miedo! Puede pasarle a cualquiera, de pronto haber sido una persona en un alto rango de vida, fuerte y sana, y perder tus facultades”.
¿Cuál es la vida de Ana?
Ana sufre: está dividida entre una lealtad y una obligación que siente como hija, y el agradecimiento que debemos tener con los padres, con el padre que le dio la vida. Y a veces eso nos hace sentir en deuda. Ella está en deuda con alguna forma con su padre, pero no puede dejar de vivir, tiene que vivir su propia vida y está enamorada y necesita mudarse y continuar una vida con la persona que ella ama. Sin embargo, es muy difícil cuando ella está tratando de organizar todo para que su padre esté lo mejor posible y él se resiste, el no coopera, es muy difícil.
¿Te imaginaste actuar en esta puesta en escena?
Fíjate que no, no se me había ocurrido. Aunque indudablemente los personajes nos llegan por alguna razón en nuestras vidas para desarrollar algo. Por alguna razón, al maestro De Tavira le llegó este personaje y a mí este otro. Y el público está teniendo la oportunidad de visitar esta obra. Siempre las cosas ocurren por alguna ley del universo. Pero no, no me había puesto en esta situación. Y cuando me llamaron la primera vez dije: “No, estoy muy joven para ese personaje”.
¿Y si te hubieran ofrecido no el papel de Ana, la hija, sino el de Andrés, el padre? ¿Cómo te imaginas en ese personaje?
Enorme oportunidad. Los actores tendemos a mirar las cosas como oportunidad de exploración, de reto. Un personaje como ese puede —como lo está haciendo Luis de Tavira— solidificar en algún momento la carrera de quien sea. Si alguien interpreta ese papel y lo logra, será inolvidable, porque es un papel muy complejo. Yo lo veo cuando estoy en el escenario y veo al maestro (De Tavira) a centímetros de distancia; veo cómo se le transforma la mirada, y está conmigo y luego deja de estar conmigo y está despacio. Mi felicitación con lo que él logra. Cuando llegue un papel similar a mi vida no dudaría en aceptarlo porque conlleva muchísimo juego, enorme reto, contraste. Obviamente, los papeles que a mí me atraen mientras más complejos, mejor.
Los diálogos entre Andrés y Ana son mínimos. ¿Qué te gustaría decirle a Andrés?
Me gustaría recordar los buenos momentos, los que significaron en la relación de la infancia. En la obra él acentúa muchos detalles con la hermana de Ana, y no los recuerdos con ella. El maestro (De Tavira) tiene un ritual muy hermoso: antes de entrar a escena, se persigna en la frente. Y yo pienso —como actriz y como Ana—, que lo hace, aparte de su misticismo y su conexión espiritual, y con lo que es personificarnos en el teatro, porque es un recuerdo que ese personaje haría desde que Ana era pequeña. Son gestos que se marcan. Si abordara temas con Andrés, serían esos momentos: cuando me abrazó, cuando me cantó.
¿Qué emociones te despierta Ana?
Ana es una mujer sencilla, necesita poner un poco más de atención en ella misma. Hay un poco de razón en la manera en que el padre la describe, aunque de forma dura cuando alguien lo dice así tan frontalmente, porque él la describe como no tan inteligente, “sobria, como su madre” (dice). Y muchas veces es duro aceptar esos juicios. Por supuesto, es muy fuerte que alguien se atreva a dar juicios así, pero también creo que Andrés fue un hombre muy observador y que, probablemente, sí hay algo de verdad en que ella tendría que relajarse un poco, ser menos sobria, reírse más, soltarse un poquito. Tampoco es muy aguda en sus elecciones (amorosas), no creo que tenga en frente a las parejas más simpáticas, lo dice su padre de Pedro, que es un tipo antipático, y ella parece enamorarse de gente así. La obra muestra que nadie somos perfectos y sí hay detalles que observar en nuestras personalidades.
¿Qué refleja El padre de nuestra sociedad actual?
Cada montaje termina teniendo distintos coloridos, sabores. En éste, en particular, estamos como en una caja, un poquito aprisionados, encajonados; cuando se va la luz, estás viendo la escena y hay esos oscuros radicales; están representando esos momentos mentales que nos ocurren y no sabemos qué seguirá. El montaje es muy elegante, pero muy estéril, eso nos refleja como sociedad, estamos fijándonos en ese entorno donde todo esté perfecto, combine y sea limpio. Necesitamos romper eso un poquito. Hay algo más importante: las emociones que están corriendo por nosotros; necesitamos comunicarlas más, abrazarnos más.
En estos personajes vemos que la distancia entre ellos, la incapacidad de abrazarnos más, es el reflejo de la sociedad, esta cosa que se ha generado a través de los aparatos, que nos comunicamos con celular a pesar de estar a unos dos metros de distancia uno del otro, en lugar de mirarnos a los ojos. Siento que Florian es muy acertado. Y, tienes razón, los textos son muy sencillos; también pienso que estamos perdiendo nuestro nutrimiento incluso de cómo describimos nuestras cosas, nuestro lenguaje que es tan rico, y nos limitamos a palabras y a emociones básicas”.
Padre e hija
El drama, que en 2021 el mismo Zeller adaptó y dirigió en cine con soberbias actuaciones de Anthony Hopkins y Olivia Colman, es la historia de Andrés, quien un día se encuentra a su hija y le dice que acaba de correr a una cuidadora, pero ignora por completo por qué había una cuidadora en su casa y por qué Ana está empeñada en que tenga una si él puede hacerse cargo de sí mismo. Y sí, puede hacerlo, eso ve el espectador. Pero, Andrés está viviendo en realidades diferentes, con pérdida de la memoria.