Narsiso Martínez nació en Oaxaca, donde trabajó en la agricultura desde niño. A los 20 años tomó la decisión de migrar a Washington, Estados Unidos, donde se reunió con sus hermanos para trabajar como jornalero. Durante casi una década se dedicó a laborar en los huertos de manzanos, ahorrando sus ganancias con la esperanza de usarlas para estudiar.
Desde su llegada, Martínez se embarcó en el aprendizaje del idioma con el objetivo de adaptarse a su nueva realidad. Tiempo después, se mudó a California, lugar en el que comenzó sus estudios. Esto no representó que dejase de trabajar, al contrario, destinó todos sus veranos para ir al valle del río Columbia para sufragar los costos de su colegiatura.
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Este esfuerzo le llevó a graduarse como Asociado en Artes en Los Angeles Community College, y obtuvo su maestría en Bellas Artes con especialidad en dibujo y pintura por la Universidad Estatal de California, en Long Beach. Completó su carrera con una deuda de 3 mil dólares, una fracción en comparación con las abrumadoras cargas financieras que enfrentan muchos estudiantes.
En sus retratos, elaborados en materiales como cartón y cajas de madera, Martínez destaca los gestos y características físicas de los campesinos, otorgándoles un nombre y un espacio para su historia. Su estilo, influido por el realismo social de los años 30, también rinde homenaje al arte de Vincent Van Gogh, una inspiración que nace durante sus años universitarios.
La obra de Martínez ha trascendido fronteras, presentándose tanto a nivel nacional como internacional. Su destacada serie Sin Bandana, compuesta por 12 retratos realizados al carbón, lo hizo acreedor del reconocimiento Frieze Impact Award. Con miras hacia el futuro, Narsiso tiene programado regresar a México en 2024 para exhibir su trabajo en Feria Material. En esta conversación, Martínez entabla un diálogo sobre cuestiones sociales que afectan a los agricultores, tratando de hacer de este mundo un lugar más justo y crítico.
¿Cómo fue el proceso de decidir que tu obra y quehacer artístico iba a girar en torno a los agricultores?
Hubo muchas situaciones que me llevaron a ese punto, la más importante es que trabajé en el campo cuando viví en Oaxaca, y una de mis más grandes influencias es Vincent Van Gogh, sobre todo sus pinturas que representan la vida de la clase trabajadora. Mi meta cuando empecé a estudiar arte era mejorar mi técnica. Mis pinturas solían tener el paisaje como tema principal, fue hasta que cursé la maestría en 2015 cuando me cuestioné qué quería decir con mi arte. Entonces elegí hablar de los campesinos, porque su historia es importante y conocerla es necesario.
¿Por qué es relevante poner en la mesa el racismo y la explotación laboral?
En la escuela tomé una clase de arte en la que comencé a cuestionar la desigualdad económica, y decidí sumarme a una serie de protestas con respecto a este tema, esto cambió el enfoque de mi trabajo. Los dibujos en cartón, en los que representé diferentes trabajadores del campo, marcaron el principio del diálogo entre los espectadores en torno a las personas retratadas.
¿El retrato es un medio de significación?
Si los campesinos son plasmados como son, entonces sí. Quiero que el público los conozca para que empatice con ellos.
¿Qué le dirías a las nuevas generaciones que quieren usar la pintura como un medio para transformar y comunicar situaciones sociales?
Les tiene que gustar. Tiene que convertirse en algo totalmente personal sin esperar recibir algo a cambio. Si es algo que viene de ti, algo en lo que piensas todo el tiempo, entonces tú te conviertes en arte, tus acciones se convierten en una clase de performance. Lo demás se va a dando poco a poco.
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