No creo que el periodismo sea el oficio más bonito del mundo: Óscar Martínez

En su más reciente libro Los muertos y el periodista, Óscar Martínez, jefe de redacción del periódico digital El faro, reflexiona sobre su quehacer periodístico.

El periodista salvadoreño Óscar Martínez. (Cortesía: Óscar Martínez)
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

Al periodista salvadoreño Óscar Martínez le ha tocado contar la violencia a lo largo de 13 años. Desde El Salvador, ha recorrido México y Centroamérica como sus regiones de interés, pero ese camino andado no ha resultado nada sencillo, al grado que aprovechó la pandemia para hacer una pausa y voltear de nuevo a esa realidad con una perspectiva mucho más íntima. El resultado es Los muertos y el periodista, publicado por Anagrama.

“Si creyera que el periodismo no tiene ninguna posibilidad de cambiar las cosas, lo dejaría. No creo que este sea el mejor oficio del mundo, como lo decía García Márquez: el mejor oficio está en otra parte, a lo mejor poner un bar en la costa de Oaxaca; me gusta más la frase de Alma Guillermoprieto, que dice que se trata de un oficio que te da el privilegio de estar en primera fila, aunque el espectáculo sea nefasto”.

Un volumen en el que el periodista se pone frente al espejo, reflexiona sobre su quehacer, pero en especial sobre la influencia en la realidad y acerca del significado de haber estado en espacios de violencia, lo cual no significa que ya se haya acostumbrado a esa parte de la vida cotidiana.

“Sí tengo que decir, con vergüenza, que en algunos momentos la mirada ya la tenía cansada y estaba harto de ver algunas cosas; me daba cuenta que ya no podía encontrar, porque no estaba buscando. En algún momento se me saturó la mirada y lo que me ocurrió fue que me desinteresé y eso es un pecado, porque tengo el privilegio de contar ese mundo en primera fila”.

Hay una historia vertebral en el libro, la de tres de sus fuentes que fueron asesinados de forma brutal en un cañaveral de el Salvador, más allá de que el volumen se hilvana con otras experiencias de la cobertura de la violencia, bajo el entendido de que el periodismo sí contribuye a cambiar cosas, en algunas ocasiones, pero lo hace a un ritmo indecente, inmoral, “a un ritmo del que ningún periodista se va a sentir satisfecho”.

“Creo que sin entender la violencia es imposible entender a las regiones donde vivimos: sin comprender los ciclos de la violencia es imposible que vos definas a estos países, tienen la violencia en el ADN; tienen otras cosas, pero la violencia es parte del ADN de estos países”.

El margen somos nosotros

Para el jefe de redacción del periódico digital El faro y autor de los libros Los migrantes que no importan, La bestia, Una historia de violencia y El niño de Hollywood, uno de los desafíos que se planteó fue el de tratar de comprender las vidas que, muchas ocasiones creemos que son marginales, bajo la certeza de que, en realidad, esas vidas son las que abundan, no son marginales.

“El margen de la sociedad somos los otros, los que tenemos una vida medianamente privilegiada: el grueso de las sociedades latinoamericanas es la gente que vive en esos mundos con unas reglas cambiadas, con un abandono terrible, con una impunidad rampante. El margen somos nosotros, los que contamos a la sociedad, los que damos foros y nos tomamos unas copas por aquí y por allá”.

De alguna manera, Los muertos y el periodista proviene de una necesidad que el mismo Óscar Martínez plantea como imperante: contar una historia que había encerrado, la de tres hermanos a los que acompañó y no dejó de hacerlo, ni después de su asesinato: una historia que no tiene redención, ni elegancia noir. Simplemente es una historia de muerte, de impunidad y descrédito.

“Pensé que la trama podía tener alguna dignidad si la utilizaba para contar el fondo de la realidad no de un país, sino de toda una región: el fondo al que están condenados millones de personas, en un continente que decidió obviarlas, explicarlas sólo como una escena del crimen o como una historia de superación”.

En muchas ocasiones, explica Óscar Martínez, la gente se resigna a esta realidad y resignarse pasa por intentar entender algunos códigos de esa realidad para intentar sobrevivir: el joven que comprende que debe tomar dos autobuses para no pasar por zonas de las pandillas contrarias, la mujer que se resigna a saber que la pueden violar en el camino y acepta llevar un preservativo para ofrecerle al violador.

“El hombre que paga extorsión a la pandilla por el negocio que le costó toda su vida levantar. El migrante que deja el poco dinero que tiene para pagarle a la mafia en la frontera norte. La gente se resigna a eso y encuentra algunas maneras de sobrevivir”.

En ese proceso, el periodista sintió la necesidad de ser honesto con sus lectores y, para ello, se hizo las preguntas que acompañan este libro: cuestionamientos que no sólo atormentan a los periodistas, sino a todos los seres humanos.

PCL​

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