No soy parte de ninguna cofradía: Labastida

El filósofo y poeta sinaloense quiere ser recordado “por un verso memorable”.

“No asisto a ninguna tertulia; dedico mucho a mi propio trabajo”, dice en entrevista. (Ariana Pérez)
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

Llegar a los 80 años de edad no resulta algo fácil. El tiempo aqueja en diferentes formas, pero en el caso del filósofo y poeta Jaime Labastida Ochoa (Los Mochis, Sinaloa, 1939) no parece que haya sido tan complejo, más allá de reconocer que han sido años de “salvar carreras de obstáculos”, como se refleja en el simple hecho de que apenas el domingo regresó de un viaje de trabajo y de Berlín, y el cansancio apenas se le nota.

“¿Cómo quisiera ser uno recordado, si es posible que lo recuerden a uno más allá de un corto tiempo? Quizá por un verso memorable, que algún poema trascienda; eso podría tener mayor eficacia. Los trabajos que uno hace en diversos ámbitos, como director de la Academia Mexicana de la Lengua, el tiempo que estuve al frente de la Subdirección de Educación e Investigación Artística de Bellas Artes, eso cae muy pronto en el olvido”, dice el también director de Siglo XXI Editores en una entrevista con M2, a propósito de su próximo cumpleaños, el 15 de junio.

Autor de más de 25 títulos, Labastida formó parte del grupo La Espiga Amotinada —integrada por Óscar Oliva, Juan Bañuelos, Jaime Augusto Shelley y Eraclio Zepeda—, pero eso sucedió en lo que define como “aquella juventud extrema, que todos padecemos, pero fuera de eso nunca he pertenecido a ningún grupo”.

“No soy parte de ninguna cofradía, de grupo literario alguno. No asisto a ninguna tertulia o a algún café, casi no asisto a los cocteles de inauguración… no es porque sea huraño, sino porque dedico mucho a mi propio trabajo. No quiere decir que no me divierta, me interesa estar con amigos, pero no de una manera sistemática, como parte de una capilla o un grupo”.

EL SENTIDO DEL DEBER

Para su acercamiento a la poesía y a la filosofía, a la palabra misma, influyó mucho que su padre tuviera en casa una biblioteca “no muy grande, pero sí muy selecta”, lo cual le permitió que leyera desde niño, además de que “tuve maestros que nos indujeron a la lectura, amigos de mi padre y mi propio padre”.

“Claro, eso se refuerza cuando uno empieza a definir sus rumbos en la secundaria o en la preparatoria. Para mí fue definitivo haber conocido a los amigos con quienes después formé La Espiga, y los profesores que tuve allí: ellos vieron en nosotros un fermento de gente interesada y nos atendieron por encima de la clase entera”, recuerda Jaime Labastida.

Si bien está convencido de que la filosofía y la poesía forman su esencia como creador, al mismo tiempo reconoce que su tarea como poeta sí está un poco a la sombra, quizá por no ser una persona muy visible en los medios, ni acosada por las noticias: “soy una persona que se mantiene un tanto al margen, no me interesa ser protagónica”.

“Hago mi labor por un sentido del deber, porque así debo hacerla. Hay una expresión que no es de mi madre, pero que me la dijo desde que éramos niños: primero el deber y después el placer”, una frase que lo ha acompañado a lo largo de los años.

CLAVES

FESTEJO EN UNAM

La Facultad de Filosofía y Letras lo homenajea hoy a las 13 horas, con la presencia de Alberto Vital, Eduardo Casar y Mariana Osuna.

EN BELLAS ARTES

La Academia Mexicana de la Lengua lo festeja el domingo en la Sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes, con Gonzalo Celorio, Felipe Garrido, Jorge Ruiz Dueñas y Adolfo Castañón.

UN LIBRO CLAVE

Discurso del método es su libro favorito porque con él dictó una clase y a partir de entonces es “un devoto de la filosofía cartesiana”.

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