Desde la infancia, Bernardo Fernández, BEF, tenía una certeza: se dedicaría a algo relacionado con el cómic. Confiesa que su primer amor fue la gráfica, más allá de que con el paso de los años ha explorado otros caminos, en especial la escritura y no sólo de cómics o novelas gráficas.
“Llegué a la narrativa, entre otras cosas, porque hace 20 años no había posibilidades de publicar novelas gráficas, lo que está sucediendo ahora era impensable; entonces empecé a escribir porque también hacía guiones para dibujantes de cómic, pero se tardaban tanto que acabé dibujándolos con palabras”.
Con el paso de los años, BEF se dio cuenta que se trata de dos caras de un mismo oficio, el de contar historias, porque incluso en el cómic hay una conjunción de la palabra y la imagen para contar una historia, ofrece lo mejor de los dos mundos, “lo cual siempre me ha hecho pensar que por eso los cómics tienen un potencial que no hemos explotado a conciencia”.
“Por eso es que siempre me ha interesado como un espacio narrativo y de creación, siendo muy consciente de que no soy un dibujante prodigioso: hago un dibujo muy sencillo, pero cuando me puedo dar el vuelo de contar una historia, logro exploraciones que no haría si sólo ilustro”.
El escritor y dibujante habla a propósito del lanzamiento de su más reciente novela gráfica El instante amarillo (Océano, 2017), un volumen que responde a lo que asume como una carencia en el mundo editorial: entre los títulos del género, muy pocos están dedicados a niños y jóvenes, y de esos casi nada está dirigido al universo femenino y “siendo papá de dos niñas quería llenar un poco ese hueco en el librero”.
“La novela está llena de todas mis obsesiones: está la música punk, el homenaje al tianguis del Chopo como un espacio de libertad, que para mí fue muy importante en mi adolescencia y en mi juventud; está la carta de amor a Mary Shelley y a Frankestein, el compartir la experiencia de la diversidad, porque el bullying no es sino una reacción del miedo ante lo que es diferente”.
Las imágenes
Para BEF, las exploraciones narrativas alcanzan a las imágenes tan sólo por el hecho de cambiar los estilos visuales según el tono del capítulo en el que esté, lo que le permite una especie de multiplicación de las voces narrativas, al saber que cada elemento que aparece en la página funciona para contar la historia.
“En este caso hay distintos capítulos, con diferentes voces narrativas, hechos con estilos totalmente diferentes: una gran parte es un cómic tradicional, hecho con lápiz, papel y tinta; pero cuando la niña crece es gráfica digital hecha en una tableta y hay otra parte que está hecha con lápices de colores, emulando el dibujo de una niña de 13 años. Ese recurso no me lo da la pura palabra”.
Sin embargo, se muestra convencido de que hay lugares a los que la pura imagen no nos puede llevar y cuando se combinan palabra e imagen llegan muy lejos, muchos más lejos de lo que harían cada uno por su lado.
“Es la historia la que establece las estrategias para contarse y, en este caso, quise que fuera el tono de lo contado el que diera el estilo gráfico de cada capítulo”.
El instante amarillo cuenta la historia de una adolescente quien enfrenta problemas de su tiempo: el crecimiento, los conflictos familiares, el acoso escolar y el primer amor.