Como una dama de la época novohispana emergió Olivia Gorra entre las penumbras y el incienso del altar de la Catedral Metropolitana. Iba a ofrecer su canto y celebrar 35 años de una exitosa carrera con un recital que dedicó a su padre, Marco Antonio Gorra Ojeda, y que fue a beneficio de la Casa Hogar Divina Providencia, el Centro Cultural Olivia Gorra (para la preservación de partituras de compositores mexicanos) y para el mantenimiento de los dos órganos del recinto religioso.
Con un vestido dorado al estilo de las mujeres del virreinato, una tiara en su cabello recogido y siempre sonriente, invitando al público a participar con sus aplausos, la cantante dejó escapar su voz acompañada por los impresionantes órganos de la Catedral a cargo de los maestros Jesús López y Hugo D. Jiménez Cisneros, que tocaron Concierto en re mayor (Placevole y Allegro), de George Philipp Teleman y Urlicht (Sinfonía No. 2 en Do menor Resurrección), de Gustav Mahler, entre otras piezas de repertorio sacro.
- Te recomendamos “Cantar en un coro te enseña a apreciar la belleza de la diversidad”: Malvar-Ruiz Cultura
Ante el silencio del público, impresionado por la voz de ella que sonó como mezzosoprano, la música, el lugar y la luz tenue que le daba un aspecto solemne e imponente al recinto, la maestra Olivia Gorra rompió el hielo con las siguientes palabras: “Pueden aplaudir, ¿eh?”
Invitados especiales
Luego de esta introducción, el programa continuó con el ensamble coral Concerto Spirituale, especializado en música renacentista, que interpretó Misa a 4 en si bemol, de Antonio Juanas.
La cantante volvió a escena y, en ese momento, representantes de la Casa Hogar Divina Providencia le entregaron una pintura con una imagen suya para reconocer el apoyo que les ha dado en diferentes momentos.
Después, acompañada por tres jóvenes sopranos (“alumnas y ahora colegas”, dijo Gorra al final del recital) interpretó tres piezas. Con Alegra V. Muñoz Saucedo cantó Pie Jesu (Réquiem), de Andrew Lloyd Weber; con Regina Solórzano, Lacia chio Pinga, de Georg Friedrich Häendel, y con Ana Rosalía Ramos, A nuestra señora que es la reina, de Ignacio Jerusalem.
Para cerrar la intervención de los órganos, los maestros López y Jiménez interpretaron Entrada festiva, de Flor Peeters.
Emotivo final
Chakahua entró en escena y la mezzosoprano interpretó Misa criolla, de Ariel Ramírez, compuesta de varias piezas que la emocionaron aún más. El grupo de música latinoamericana y canto nuevo acompañó a la cantante para un cierre espontáneo en el que, entre otras canciones, interpretó “Gracias a la vida”.
Ese gracias lo extendió a su padre, que se encontraba presente y quien al grito de “¡Esa es mi hija!”, provocó que ella se acercara a abrazarlo.
Al final, los admiradores y fans de Olivia Gorra no se reprimieron más y se acercaron a ella para pedirle fotos, saludos y abrazos. Entonces, esa dama de la ópera vestida de dorado derramó su afecto y sonrisas en ellos.
PCL