Se le conoce como la madre de todas las culturas mesoamericanas, porque es una de las más antiguas que poblaron y florecieron en el Continente Americano, especialmente en el Trópico. De los olmecas se ha encontrado evidencia cuando menos de hace tres mil años y, sin embargo, aún hay muchas cosas por descubrir de ellos, afirma la historiadora Teresa Uriarte.
De acuerdo con la integrante del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM (IIE-UNAM), aún es indispensable, por ejemplo, trabajar sobre su escritura y ver si se puede encontrar la manera de aumentar el corpus, “de tal forma que pudiéramos tener una base de mayor consistencia”.
“Son dos pilares los que se necesitan para descifrar una escritura: el corpus y un detonante. Todos conocemos la historia de la piedra roseta, que permitió descifrar a la escritura egipcia, pero para la olmeca no existe, aún hay que esperar que con el tiempo podamos encontrar una piedra roseta”, explica la responsable del proyecto La pintura mural prehispánica en México, del IIE-UNAM y coordinadora del libro Olmecas (UNAM/Jaca Book).
Como editora, la labor de Teresa Uriarte consistió en reunir toda la investigación más reciente sobre los olmecas. Así, por ejemplo, entre lo más novedoso se encuentra el capítulo sobre escritura, que Érik Velázquez y Albert Davletshin, de la Universidad de Moscú, redactaron a partir de un análisis de lo que podría empezar a ser el germen de la escritura de esta cultura.
William L. Fash, Ann Cyphers, Ponciano Ortiz y Carmen Rodríguez son algunos de participantes en el volumen, cuya idea surgió de conversaciones entre la investigadora y Anatole Pohorilenko. “Él murió y ya no pudo verlo publicado, pero dejó un estudio fundamental: ‘Marcos bucales como altares decorativos olmecas’", dice la investigadora.
“Tenemos un problema, en general como investigadores: los estadunidenses casi no hablan nunca ni leen en español, entonces si no se publica en inglés, es muy difícil que conozcan las obras escritas en español. Lo que estamos tratando, por ejemplo, en el Proyecto de Pintura Mural Prehispánica es tratar de editar los libros en inglés, para que se conozcan mejor, pero los olmecas nunca han dejado ser un tema. Por lo menos cada año se publica un libro sobre ellos”.
LABOR DE DIVULGACIÓN
Olmecas se concibió como una obra de divulgación, más allá de que los investigadores sean especialistas en el tema, a fin de darle salida a una serie de trabajos que no siempre alcanzan a ser conocidos por un mayor número de interesados en las culturas mesoamericanas.
“Tanto Ann como Carmen Rodríguez y Ponciano Ortiz han hecho descubrimientos verdaderamente fantásticos; los bultos de madera, las pelotas de hule…. Todo el sitio del Manatí ha sido un hallazgo fantástico. En San Lorenzo se sigue encontrando cómo estaba pintada de rojo toda la estructura.
“Eso nos da una idea de la importancia de El Manatí, que data de 1800 antes de nuestra era, donde se tiene la evidencia de estas relaciones que existieron hasta el occidente de México, de cómo se daban estas redes de intercambio comercial: no podemos hablar de una presencia militar; sin embargo, las redes comerciales de Mesoamérica son muy importantes desde muy temprano”, afirma la editora del libro.
OTRAS FACETAS
Uno de los aspectos que resalta Teresa Uriarte con el volumen es que contribuye a abordar el fenómeno cultural de lo olmeca en todas sus facetas, lo que ha permitido conocer que en otros lugares de Mesoamérica había presencia, influencia, relación o conquista -hay cosas que aún no sabemos, agrega Uriarte- de los olmecas.
“Ahora sabemos que a través de los ríos hubo una vasta diseminación de lo olmeca, desde lo que se sigue considerando la zona nuclear de esta cultura, aunque estamos viendo que no fue lo más antiguo ni fue lo único”.
Y ADEMÁS
EN EL TERRENO DE LA AMBIGÜEDAD
Teresa Uriarte reconoce que no se puede determinar si en realidad los olmecas son la cultura madre, porque “no hay una antigüedad suficiente para decir: de aquí nace todo, pero sí hay conceptos que permitirían hablar de ello”. Sin embargo, ella misma cita que en San José Mogote, en Oaxaca, tenían un intercambio de bienes y de ideas con San Lorenzo, la zona nuclear de la cultura olmeca, de ahí que investigadores como Kent Flannery “se oponen a decir que la olmeca es la cultura madre”.