Al comenzar la semana los jóvenes se reúnen en el salón de ensayos. Son alrededor de medio centenar y pese a que el sitio pronto se abarrota, la música rebasa el espacio y comienza a circular hasta el atrio del templo Miguel Agustín Pro, ubicado en la colonia Villa California, en Torreón.
El patio donde cada domingo las mujeres instalan un tianguis, es el mismo donde sus hijos se dejan llevar por el ritmo y comienzan a bailar. No fue extraño pues que al oír el Can Can, un chiquillo comenzara a perrear mientras ayudaba a su mamá a recoger la mesa con una enorme alegría.
En tanto los creyentes pudieron ir en paz después de que la misa de las doce terminó, el ensayo de la Orquesta DIME (Desarrollo Integral del Menor) se prolongó un poco más, pues esperaban a un invitado especial al cual le abrió las puertas el director artístico Miguel Ángel García, acompañado por los maestros Jaime Eliseo Luna Cháirez, Amelia Aguilar Leos y Jacobo Favila.
El hombre llega con el rostro parcialmente oculto por el cubrebocas, la pandemia continúa y es sólo por ello que su identidad se encuentra protegida. El delito cometido no lo niega, tampoco el haber estado en prisión. Su nombre es reservado para respetar su dignidad pues al intentar retomar la vida fuera de una cárcel ha sido segregado, desplazado de algunas oportunidades laborales. Para este texto le hemos nombrado José.
Él les confió a los jóvenes el amor que siente por la música pues aún preso pudo ser libre a través de su violonchelo cuando la asociación civil Desarrollo Integral del Menor decidió expandir su campo de acción social y conformó una filarmónica al interior del Centro de Readaptación Social en Torreón, donde se puede asegurar que nadie se readapta separado del arte y la cultura.
“Mi anhelo es seguir estudiando y pertenecer a una orquesta, y el vínculo que le comentaba al profe (Miguel Ángel García) que se hizo con los maestros que iban al Cereso, fue muy fuerte. Por eso hablo de parte de mis compañeros que siguen adentro, que si bien extrañan mucho las clases, sabemos que pronto podrían empezar de nuevo porque se creó un vínculo muy fuerte y era algo que nosotros apreciábamos y se nos hacía increíble cada vez que nos escuchábamos tocar, porque no podíamos salir del Cereso y éramos lo peor de la sociedad”.
Trabajo colectivo
La música fue así el motivo para que un grupo de hombres privados de su libertad realizaran un trabajo colectivo de la mano de los maestros de DIME, quienes accedieron a acudir a un sitio donde las paredes son en extremo altas, gruesas y grises, y los filtros abren una reja y cierran otra irremediablemente. Por eso resulta casi mágico el recuerdo de un profesor que refirió, al avanzar una tar de por los pasillos del primer piso, camino al interior escuchó la Suite No.1 para violonchelo de Bach.
La interpretaba entonces José. Imposible pensar en que los habitantes del penal tengan disponible un celular, el acceso a internet o el derecho a imprimir siquiera una partitura aunque hubieran aprendido solfeo.
Así que al llegar las copias éstas debían ser “agandalladas” para cumplir el ritual de la enseñanza real con teoría y práctica y no únicamente a través de conciertos didácticos.
“Tengo la necesidad de seguir aprendiendo, seguir tocando y por eso me decidí a buscar al profe (Miguel Ángel) y a mi profe de chelo porque la neta, mis respetos. Fue una experiencia bien bonita y estaba aprendiendo a tocar con él, nos alentaba y nos inspiraba porque la música es inspiración y tienes que buscar algo por qué seguir. A nosotros nos inspiraba esperar los viernes y los lunes la clase… inclusive dejábamos de trabajar porque era el momento de la semana, como cuando te visita la familia”.
José llama a la conciencia de los jóvenes para valorar el esfuerzo de sus padres y de sus maestros porque la experiencia resulta fresca, vital; no sólo para los que aprenden a tocar un instrumento sino para quienes están en su entorno inmediato.
Una familia extensa
DIME es una organización integral en la que trabajan profesionales en torno una serie de comunidades vulnerables otorgando una atención integral a las personas. La música se vuelve así el mecanismo de acceso a los niños y niñas que reciben su enseñanza fuera de un contexto religioso o político, respetando así la pluralidad de las ideas.
Bajo una base estrictamente ética, los beneficiarios luchan codo a codo con los maestros para percibir la realidad de otra manera, libre de violencias, con dignidad, sensibilidad, empatía y alegría hacia el futuro al ser depositario de valores positivos, siendo un ejemplo a seguir en las comunidades rurales de Torreón y Francisco I. Madero.
De acuerdo a los maestros que le dieron la bienvenida a José, DIME es una familia extensa que mantiene las puertas abiertas a nuevos integrantes.
La empatía y solidaridad de los alumnos también fue palpable al decirle que debe sentirse parte de la orquesta. Porque doce años atrás DIME abrió escuela para educar y fortalecer a menores en extrema pobreza, pero luego llegó al Cereso Torreón para romper con la soledad impuesta como castigo social. Baste pensar que un tercio de su sección de violines eran hombres confinados al área de máxima seguridad.
La única orquesta que ha existido en una cárcel de La Laguna, de Coahuila y del país, demostró con hechos el efecto sanador de la música. El maestro de José, Jaime Eliseo Luna Cháirez, a quien cariñosamente le llama Cheo, lo reconoció después del primer saludo pues con el cubrebocas perdió la mitad de su recuerdo fisonómico. Como todo joven, enseguida comenzó a bromear.
“Me saqué de onda pero el que haya venido para acercarse de nuevo a la música es como el llamado del corazón hacia la música que nos une obviamente. Desde que empezamos a dar las clases (en el Cereso) yo me quedaba impresionado, más con él, porque desde el principio era de los más apasionados y de los que más avanzaban porque estudiaba. Literalmente la clase de chelo era una fecha sagrada para él y a mí me gustaba mucho y me contagia de sus emociones para tratar de imprimirla en los niños”, precisó Cheo.
Los profesores saben que se requiere de la conexión emocional para continuar con el proceso de enseñanza-aprendizaje de la música en tanto que José apuntó, aunque pensó que su maestro estaba “muy morro” para dar la clase, confirmó que cuenta con el talento y la madurez suficientes para impulsar a los alumnos a aprender. El profe Cheo por su parte siempre fue bombardeado en el interior del penal con la idea del miedo. Hasta que les respondió a sus alumnos que cuando él nació, el miedo ya se había repartido y no alcanzó.
“Lo que ustedes hacen no lo dimensionan y es imposible que lo puedan hacer por el tipo de situación en la que estábamos nosotros. Tiene una gran dimensión para los que estábamos ahí (en el reclusorio) el recibirlos a ustedes y que nos dieran clases y decir: ¿qué no les da miedo venir? No saben con quienes están tratando.
“Lo más importante es que te traten como persona. Cuando alguien te trata como persona ahí adentro, y no quiero decir que allí no te traten como persona porque ya cambiaron muchísimo las cosas, pero que te trataran sin prejuicios… que no tengan el prejuicio de que eres una persona presa por un delito, eso es bien significativo, se valora muchísimo, para mí significaba mucho”, dijo José.
La dinámica que imprimió DIME en el reclusorio motivó incluso a algunos a pensar en descontar parte de los ingresos que recibían al trabajar en los talleres como internos, para destinarlo a pagar otra hora clase. No obstante, este proyecto quedó cancelado al cambiar la administración del penal. Al momento los internos continúan solicitando que se reactiven sus clases de música con esta asociación.
EGO