En 1988, Paco Ignacio Taibo II me regaló Ciudad de cristal, de Paul Auster, en una edición de Jucar, propiedad de Silverio Cañada y en la que Paco editaba una colección policiaca. Auster había publicado Ciudad de cristal en inglés tres años antes.
Auster publicó por primera vez cerca de los cuarenta años aunque, según cuenta, escribió desde la adolescencia.
“Ha sido una larga jornada”, me dice cuando conversamos en la Feria Internacional de Libro de Guadalajara, donde presentó 4 3 2 1, una novela en la que vuelve a experimentar, llena de detalles, muy neoyorquina.
“Tu huella queda plasmada en todo lo que haces —dice—. No puedes evitar ser tú mismo, no importa la forma en la que desempeñes tu trabajo, siempre terminarás sonando a ti mismo. Ningún artista es infinito; todos estamos limitados a las áreas que más nos importan. Los escritores, los pintores y los músicos, todos trabajamos en el campo que nos persigue y nos obsesiona. Para algunos es algo extenso, para otros algo muy delimitado. Me gusta pensar en Picasso o Braque, que hicieron lo mismo a lo largo de toda su vida. Ambos son artistas grandiosos, pero con formas distintas de enfocar su forma múltiple de ser artistas. Para mí, la forma más inspiradora de ser artista —y sé que suena pretencioso, pero es cierto—, es Shakespeare, quien escribió tragedias y comedias, historias y novelas de amor, y abordó todos los estilos posibles de escritura. Yo siento que tengo que seguir buscando y explorando todo aquello que me obsesiona.
¿Qué era más importante o interesante para ti en esta ocasión: la forma o todo este estilo de vida neoyorkino o americano? ¿Explorar muchos géneros para contar con cada uno una historia diferente, o contar desde ahí la segunda mitad del siglo pasado?
Cuando te haces más maduro —ya no soy tan joven—, lo increíble que te pasa es que sigues siendo aun muy joven y comienzas a pensar más y más en el pasado. Cuando tienes 30, 40 o incluso 50, vives mucho en el presente, pero envejeces y comienzas a mirar al pasado, y creo que los dos libros previos que publiqué antes de 4 3 2 1, Winter Journal y Report from the Interior, fueron los primeros que escribí como adulto, en los que comencé a explorar el tema de la infancia con seriedad, especialmente en el segundo libro. Sin esos dos libros, no hubiera podido escribir éste. Sin saberlo, estaba preparando el terreno para una novela. Escribir sobre la infancia y la adolescencia, sobre la edad adulta temprana, me pareció tan cautivador que me impulsó a terminar el libro. Me emocionaban tanto la forma y los detalles, la historia, la vida desde el interior y el exterior, que no hubiera podido escribirlo así hace 30 años.
¿Quieres decir que ahora eres un mejor escritor porque eres una persona mayor y por eso exploras mejor el tema de la infancia?
Así es. No podría haber escrito esto hace 30 años. Tengo una suegra a la que amo profundamente. Es una fascinante mujer noruega de casi 95 años de edad que, siendo adolescente, vivió la ocupación en la Segunda Guerra Mundial en su país. Fascinante… pero ella ya no recuerda lo que le dijiste apenas dos minutos atrás y eso dificulta sostener una conversación, aunque puede contarte con detalle todo lo que pasó cuando tenía 7 o 9 años de edad. Estas son las cosas que permanecen en la memoria cuando envejeces. Están tan arraigadas en tu ser. Al presente, ella ya no se aferra, pero el pasado sigue tan vivo en ella… Yo aún no tengo 95 años de edad, pero entiendo lo que le ha pasado a ella.
¿Hay cierta nostalgia de Paul Auster por esos años, los 1950 y los 1960?
No se trata de nostalgia; eran mis tiempos y aunque el libro no es autobiográfico, sí usa mi geografía y mi cronología; es decir, mis tiempos y los de mis contemporáneos. Quise explorar esos años, reevaluarlos y tratar de evocar cómo se sintió vivir en esos años. Por ello, al llegar a los años 60, narré con tanto detalle la pequeña revolución que se vivió en la Universidad de Columbia y pensé que la historia debía narrarse con mucho detalle y de una manera concisa y clara… y así lo hice. Algo interesante es que Mark Red figura en el libro como un personaje de ficción a pesar de ser real —fue el presidente del grupo estudiantil izquierdista de Estudiantes por una Sociedad Democrática, y lo conocí desde la infancia porque estudiamos juntos la preparatoria y la universidad—. Como Mark vive aún, le envié el manuscrito y le pregunté “¿Qué opinas, Mark? ¿Lo escribí bien o no?” Y me dijo “Así fue; lo escribiste bien… No hay ningún error en tu narración de Columbia en el 68”, y me sentí muy bien por ello.
En 4 3 2 1 narras la historia de un mismo personaje al que le pasan cosas diferentes en cada sección de la novela. Es el mismo niño y joven…
Pero cada uno de los 4 chicos experimenta esos años de forma distinta. Uno de ellos, que se convierte en periodista, se involucra mucho y presta una gran atención a los acontecimientos. Otro ni se involucra ni le interesa la política; le aburre tanto que no quiere involucrarse. Existe toda una gama de reacciones a los sucesos.
Algo extraño que me ocurrió durante los poco más de tres años que me tomó escribir el libro fue que escribí con un gran frenesí, absorto en mi narración. Escribí más rápido de lo que pensé que escribiría. El título original de la obra iba a ser Ferguson, que es el nombre del personaje principal, Archie Ferguson. A un año y medio de comenzar a escribir el libro, ocurrió un suceso en la ciudad de Ferguson, Missouri —un lugar del cual nunca había oído hablar—, el asesinato de un joven negro indefenso en manos de un policía.
Ahí iniciaron las protestas…
Se volvió todo un tema, que aún está vigente, y ahora Ferguson figura en la lista de ciudades como Selma, Birmingham, Montgomery. Ya no pude usar Ferguson como título para el libro, pues la gente podría asociarlo ese incidente. Por tanto, me di cuenta de que 50 años después nada ha cambiado en los Estados Unidos, que seguimos repitiendo los mismos errores, la misma violencia, la misma falta de comprensión respecto a los demás, y me resultó impactante pues pensé que el escribir sobre aquellos tiempos es también escribir sobre la actualidad.
¿Eso aprendiste al escribir?
Eso es lo que aprendí.
Me sorprende lo que dices, que pocas cosas han cambiado.
Pocas cosas han cambiado. Se han dado muchos cambios, pero no respecto a los problemas centrales, fundamentales o esenciales de los Estados Unidos de hoy en día.
¿Te resulta más difícil escribir ahora?
Siempre ha sido difícil, pues para nada es una tarea fácil. Pero cada vez que termino un libro pienso: “misión cumplida; ya no hay nada más que escribir”, pero pronto una nueva idea comienza a infiltrar mi cabeza mientras escribo. No importa cuántos libros haya escrito con anterioridad, siempre me siento como un principiante que aprende a escribir sobre la marcha, pero en verdad no me ayudan en nada.
¿Terminas muy agotado al finalizar una novela o al enviarla al editor?
Cada día que termino mi trabajo, siento como si hubiera estado corriendo 8 horas; mi cuerpo se cansa tanto y mi cerebro queda tan agotado que es pesado. Recuerdo que al escribir la última página y la última oración de este libro, me levanté de la silla pensando que finalmente había terminado el libro y al ponerme en pie casi me desplomo… estaba muy cansado.
¿Pero feliz?
Al menos con lo siguiente: uno de los chicos Ferguson, de 17 o 18 años de edad, piensa lo siguiente para sí: “el mundo está hecho de historias que, si las pegas una al lado de la otra, en un libro tendrás 980 millones de páginas de longitud, algo interminable. La vida es totalmente inagotable”.
Eso que dice tu personaje lo dices tú, lo has dicho tú. También has dicho que los escritores tienen una vida muy difícil porque exploran la existencia de una manera muy complicada.
Puede ser una manera emocional y te metes en lugares a los que no quieres ir, pero tienes que ir; lugares a los que la mayoría de la gente no quiere ir porque hay buenas razones, pero creo que lo que puedo decirte luego de haber escrito todos estos años —y que se aplica a cualquier forma de arte— es que para hacerlo bien, sin importar cuánto talento tengas, no puedes ser perezoso… tienes que dar todo de ti. Algunos trabajos los puedes desempeñar dando solo un poco; otros los puedes librar dando el 70 por ciento y aun así ser bueno. En el arte tienes que dar el 100 por ciento. A veces paso días enteros en el escritorio y no logro terminar nada y borroneo todo, pero al menos hay otros días en los que me puedo levantar del escritorio y decir “hoy lo di todo de mí, fracasé, pero tal vez mañana sea un día mejor”.
Hablaste de los acontecimientos de Ferguson. Cuando ves lo que pasa en el mundo, en Estados Unidos, ¿eres optimista? Después de 4 3 2 1, cuando te remontas al pasado, a los años 1950, 1960 y 1970, y le echas una mirada al mundo ahora, ¿eres menos optimista de como eras hace 20 o 30 años?
Lo soy, pero en aquellos años era muy joven, allá en los tiempos de la Guerra de Vietnam, que fueron tiempos terribles para los Estados Unidos, como bien lo sabes. Estábamos tan divididos como lo estamos ahora; pero como un joven de 20 años, era optimista en que podríamos detener la guerra, en primer lugar, y en segundo lugar en que la sociedad iba a mejorar. Hoy no estoy tan seguro. Parece que estamos retrocediendo como país a pasos agigantados, y me da miedo.
¿Y no ves un movimiento que proponga o siembre un cambio?
Sí lo veo, porque desde aquellos años hay un movimiento de activismo entre los estadunidenses. La gente ha logrado entender que este es su país, y si dejan que alguien más tome sus riendas lo perderán todo, y por ello están luchando. Esa lucha me inspira, pero solo espero que sea de verdad y duradera.