Philip Norman lanzó la biografía de Paul McCartney (Malpaso Ediciones) con los archivos plagados de ideas claras sobre su vida: el entorno musical, las grandes figuras que desfilaron a su lado, sus parejas y ese mundo que se sigue construyendo con todo y la beatlemanía que aún lo juzga con su pertinencia.
El Paul de carne y hueso que ocupa las grandes planas puede entenderse de forma capital en esta obra que busca asentar que las figuras celestiales siempre deben estar posadas sobre la tierra. En la música funciona, y más siendo los Beatles, una dosis de realidad y en mayor medida de ficción, como el otro McCartney.
Las parejas empezaban a aparecer en su vida, como la actriz Jane Asher, quien además de ocupar en parte su vida lo llevó al proceso de culturización: el Paul que escribía grandes canciones como “Yesterday” (que indica Philip le dejó cierto estigma) también acudía con su pareja a escuchar música clásica en las galas londinenses. Incluso con otras parejas siempre mantuvo la discreción, un signo de tiempos difíciles ante la fama que llegaba con lingotes de oro. ¿Cómo lidiar el tema amoroso con una de las máximas figuras de la música?
Linda, en la nueva era de Paul
La fotógrafa Linda Eastman apareció en su vida hasta consolidar una relación amorosa que después derivó también en lo musical. Con Linda llegaron los hijos biológicos: Mary, Stella y James. Tal complicidad está dotada de lo que Paul buscaba en sus parejas anteriores: que la mariguana fuera uno de los puntos en común. Con Linda se dieron esos pasajes, con fechas de 1975 en Los Ángeles por posesión de mariguana con escala en Barbados en 1984, Japón (“la maleta culpable”, foto incluida) y Londres. Con costo de poco beneficio para los Wings, que ya arrasaban por el mundo. Una relación que se mantuvo hasta los últimos días de Linda, quien murió el 17 de abril de 1998.
En el contexto de personalidades que se circunscriben en su vida y obra musical, casi dictaminadas y llevadas a un diccionario de los Beatles, están además: Brian Epstein,Michael Jackson, Yoko Ono (en una relación tan melodramática como entrañable), entre muchos, en quienes caben capítulos de aquello que el rumor desgastó con disputas y malentendidos, hasta conformar la viñeta aparte de McCartney con los Wings, para escribir una página dorada en la música.
Con los años han suavizado esa idea de establecer un peso de quién fue mejor, y así de sencillo lo resume Philip en el capítulo que le dedica a las impresiones de Paul sobre la muerte de John Lennon en 1980.
“Desde ese momento en adelante, Paul tendría que convivir con una percepción de su personalidad y la de John que parecía inalterable: Lennon el vanguardista y experimentador que no temía correr riesgos. McCartney el melódico, el sentimental, el seguro (...) Llegó a comprender que a él ‘siempre le había gustado ser el segundo’” (pág. 536).
En 1997, Paul recibía de manos de la reina Isabel II el título de Caballero del Imperio Británico. Sir Paul, a partir de ese momento, y su música tocaba a la realeza.Una foto enmarca el momento. Con Linda también se aprecia en el apartado de fotos en las galas de su hija Stella, reconocida modista, con la angustia ante la enfermedad de su esposa, a quien señala el autor, pese a todo, siempre se le miraba feliz.
Desde luego son también abordadas en los capítulos las otras parejas de McCartney como Heather Mills, a quien admitió que la amaba en un programa de TV británico hasta su boda en 2002, y los rumores para revistas del corazón.
Esta relación abrió una grieta con su hijo James, “pero con la llegada de la nueva mamá Nancy volvieron a acercarse”, lo señala Philip en un pie de foto.
Así es McCartney, quien a diferencia de otros de sus ex compañeros Beatles que se entregaron a la meditación, él solo asumió la filosofía de “vive y deja morir”.
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última parte