Los circos de barrio continúan en movimiento a pesar de las crisis sociales y las inflaciones, y en el caso de Circo Imperial, Abid Irán Casio López sabe que esta tradición se impulsa desde familias para las familias.
Ubicado a poca distancia de la cabecera municipal de Francisco I. Madero, el Circo Imperial se aferra a crear la magia desde su pequeña carpa.
Abid dirige en este caso a sus hermanos, sobrinos e hijos pues en el tiempo de bonanza, fue su abuelo, un famoso payaso, quien inició con el negocio que mantiene a la familia viviendo en campers, de plaza en plaza y de ciudad en ciudad.
“Traigo a cargo a mis hermanos, estoy comandando este pequeño circo que se llama Circo Imperial. Nosotros salimos de con mi abuelito que tenía su circo. Él era uno de los payasos más famosos de la Comarca Lagunera. Era Tin Tin, el rey de los payasos. Nosotros somos una dinastía de él por parte de mi madre, que tiene tres años que falleció y ahora nosotros seguimos la tradición”.
El líder de esta familia comentó que fueron seis los hijos pero ahora sólo viven cinco. De estos, son tres hermanos y una hermana los que viven en torno al circo. Al principio el espectáculo se ofrecía en las escuelas y poco a poco se fueron cubriendo los faltantes: gradas, bocinas y vestuario. Luego con los hijos, decidió ir más lejos.
“Mi abuelito tendrá como trece años que falleció; primero fue mi abuelita, la esposa de él y luego mi abuelito. Cuando estábamos pequeños como el niño, ensayábamos y él se iba a la casa y nosotros nos quedábamos en un pueblo a trabajar en las escuelas. Yo tengo 45 años y desde que tengo memoria estoy aquí”.
La enseñanza
Abid Irán sabe que entre los dos o tres años de edad se comienza con la enseñanza de maromas; cuando el cuerpo se ha fortalecido se aprende a caminar en el alambre, primero a centímetros del suelo hasta lograr una destreza que permite hacerlo a metros de distancia y sin red.
“Mi debut fue a los seis años cuando comencé a caminar en el alambre flojo… a mí me gustó mucho y cuando estaba chico quitaba una tabla de la grasa del circo de mi abuelito y caminaba en ella con dos tanques: corría, daba la vuelta y así. Comenzó a verme mi papá y comenzó a ponerme el alambre bajito. Comencé jugando pero a los dos o tres meses comencé a caminarlo”.
Este líder, a pesar de amar el circo, dijo que él y sus hermanos al estar en gira permanente nunca estuvieron en la escuela, de tal suerte que ahora lee y escribe con limitaciones, en tanto que sus hijos al llegar al ejido Lequeitio, llegan a la escuela para tomar sus clases.
“Aquí somos cuatro hermanos, mi papá, nuestras esposas, el esposo de mi hermano anda en otro lado, en total somos doce. Aquí somos payasos, trapecistas, malabaristas, bastoneras, las chicas guapas del ballet. Ahora ningún circo trae animales, y ya no es lo mismo y muchos han cerrado por eso, todo eso se acabó y ahora se meten personajes de películas y caricaturas”.
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