París se interroga sobre los puntos en común del artista español Pablo Picasso y del escultor estadunidense Alexander Calder, creadores coetáneos que exploraron el vacío en sus obras sin llegar a compartir ideas, como muestra una exposición del Museo Picasso que abrió este martes sus puertas.
Conocían, eso sí, la existencia del otro y de cierta forma bebieron del mismo contexto artístico e intelectual del París de los años treinta, pero los encuentros entre ambos fueron limitados y de ellos sólo queda constancia por los escritos del estadunidense.
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En los años cincuenta, Calder (1898-1976) escribió sobre Picasso (1881-1973) en sus recuerdos donde rememoraba las cuatro veces en la que sus destinos se cruzaron.
Primero en 1931 cuando fueron presentados en una exposición en París dedicada a Calder; poco después, en 1932, el estadunidense supo que Picasso había ido a ver otra de sus exhibiciones.
"Viene a las nuevas exposiciones con la esperanza de coger algo que pudiera servirle, imagino (¡qué malo soy!)", anotó.
De nuevo en el 37, en la Exposición Internacional, donde el escultor se quedó prendado con el Guernica y se animó a ofrecer sus servicios al pabellón español.
Finalmente en 1952, cuando coincidieron en una comida de amigos, y en 1953, en Vallauris, al sur de Francia, donde Calder quiso acercarse al taller en el que trabajaba Picasso. Un último encuentro también recordado con cierta sorna por el americano.
"No sabemos precisamente si pudieron hablar de sus puntos en común. Como sucede en las relaciones de Picasso con otros artistas no tenemos restos porque Picasso no escribía ni hablaba de ello, lo que sabemos es por el lado de Calder", dijo una de las curadoras de la exposición, Claire Garnier, durante la apertura.
La comparativa no busca la polémica aunque sí muestra la influencia que la mirada de uno pudo tener sobre el otro, y viceversa.
"Simplemente quisimos mostrar cómo al mismo tiempo o poco después crearon obras con similitudes que sorprenden, pero hay que tener en cuenta el contexto de vanguardias: evolucionaron en los mismos círculos, vieron las mismas cosas, leyeron las mismas cosas", apuntó Garnier.
Ambos aspiraron a representar la ausencia de espacio y mostraron la masa con simples alambres en formas geométricas, primitivamente modernas.
La exposición presenta 120 obras que permiten estudiar en perspectiva la mirada común que compartieron sobre el no-espacio, Picasso en sus desnudos pintados y Calder en sus móviles.
Fruto mayoritariamente de la colección de la institución francesa, entre las que destacan una de las cabezas de mujer esculpidas por el malagueño, su Cabeza de Toro (1942) o Mujer en un sillón (1947), que contrasta con el Constelación (1943) o el Panel Rojo (1936) de Calder.
La exposición permanecerá abierta al público hasta el 25 de agosto, y un mes después se mostrará en el Museo Picasso de Málaga (sur de España), cuyo equipo ha trabajado codo con codo en la concepción de la muestra.
ASS