Roberto Timoteo Alvarado es un pintor de Tapachula, Chiapas que a los 7 años descubrió su amor por el arte cuando sus papás detectaron que le gustaban los colores y dibujar sobre papel. Comenzó a crear figuras y, a los 17, comenzó a tomar clases de pintura.
A los 21, fue a pedir trabajo a una casa de cultura. Sin embargo, en un principio fue difícil que le creyeran que podía ser profesor hasta que demostró sus capacidades. Le dieron una oportunidad, y aunque ofrecer sus conocimientos a los alumnos no fue complicado, ellos no confiaban en él, así que tardó algún tiempo en generar confianza en sus clases.
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“Me costó mucho que me creyeran todo lo que sabía y podía enseñarles, mostrarles mi mayor pasión. Además, yo fui tartamudo de niño y a veces eso me generaba desconfianza, pero decidí seguir adelante y quitarme los miedos. Incluso en eventos me daba mucha pena tomar el micrófono, hablar frente al público, pero sabía que tenía que vencer el miedo si quería continuar dando mis clases”, dijo Roberto en una entrevista para MILENIO.
El artista que actualmente se dedica a la pintura al óleo, modelado en plastilina y además es muralista, tuvo que pasar largos años para lograr la confianza en sí mismo y seguir creando su arte. Por otro lado, sabe que las complicaciones y los momentos difíciles puede plasmarlos en lienzos, transformarlos en pinturas, en mensajes de inspiración y momentos que valgan la pena vivir, así que se armó de valor para demostrarse que tenía un don.
“Las fobias, los temores hay que enfrentarlos porque si no te atrapan, te comen y te aplastan; cuando practicas el talento fluye y da resultados muy buenos. El trabajo mismo se presenta y vende. Poco a poco me he abierto paso de manera autónoma, pues también he aprendido de los tropiezos, como cuando abrí mi primera escuela a los 29 años y fracasé. Me vine abajo, perdí todo pero aprendí mucho”, señaló el artista.
“Continué hasta que me dieron la oportunidad de pintar un mural en un Colegio de Bachilleres, ahí fue cuando di un salto grande: me dieron trabajo. Ahora me sostengo de pintar murales, dar clases y vender cuadro”, agregó.
Otra de sus pasiones es hacer teatro guiñol en las escuelas para entretener a los más pequeños y a sus familias, darles un pedacito de su corazón. Eso le provoca mucha alegría y le ayuda a vivir, incluso ha recibido ayuda económica de parte del gobierno.
“Tal vez no he expuesto en lugares como Europa, pero tuve la oportunidad de mandar a mi hija al extranjero. Se fue a Argentina, pues quería estudiar quinesiología, y el arte me ayudó a sostenerla durante cinco años. Eso fue gratificante, ahora ya está casada. No sé aún si me llenaría exponer en un museo en otros países, pero lo que sé es que disfruto con lo poquito que tengo y no tengo prisa”, afirmó Roberto Timoteo.
PCL