La Orquesta Filarmónica del Desierto de Coahuila comenzó a tomar sus lugares poco antes de las 9 de la noche, a la espera de Plácido Domingo, mientras afinaban sus instrumentos.
Sin embargo, la espera para los miembros de la filarmónica no era la misma que para el público, luego de tres años de su última presentación en México, de la pandemia y del difícil momento que el tenor ha pasado por acusaciones de acoso sexual y abuso de poder de compañeras suyas en Estados Unidos.
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El momento
A pesar de todo esto, no deja de ser emocionante ver a uno de los más grandes cantantes del siglo XX, y lo que es más meritorio: de lo que va de este siglo XXI. Bajo la dirección invitada de Eugene Kohn, la orquesta arrancó con El baile de las horas (de Ponchielli).
Domingo tomó su lugar en escena a las 9:15 de la noche y la gran potencia de su voz, a sus 81 años, surgió a la par que el aplauso de bienvenida del público, como siempre sucede con él. El aria elegida fue Nemico della patria, de Giordano.
(Foto: Naomi Antonio Ruiz).
Tras él arribó a escena la soprano regiomontana Eugenia Garza, ganadora del concurso Operalia en 2001, quien inició su participación con Ebben ne andro lontana, de Catalani.
Al terminar llegó uno de los momentos esperados de la noche con el sonorense Arturo Chacón (como tenor) a dueto con Domingo (como barítono) al entonar Los pescadores de perlas, de Bizet.
El cantante madrileño presentó entonces a Natanael Espinoza, director de la Orquesta Filarmónica del Desierto, para que la dirigiera en la obertura de Nabucco e iniciara la parte dedicada a Verdi, compositor fundamental en la carrera del tenor, como él mismo reconoce.
Habían pasado ya 45 minutos cuando llegó el intermedio, mientras el público se preguntaba dónde podía conseguir un programa. "Me siento frustrada de no saber qué piezas están cantando", comentaba una mujer en la cafetería.
(Foto: Naomi Antonio Ruiz)
Zarzuela y música mexicana
La segunda parte inició fuerte con la orquesta interpretando el popular y entrañable intermedio de Las bodas de Luis Alonso, de Catani.
Así se dio paso a la zarzuela, con piezas de Luisa Fernanda, El niño judío, Marina, El último romántico y un aria de la ópera El gato montés que emocionaron y prepararon al público para la larga sesión de música mexicana que llegó a continuación.
La voz de Chacón, ganador de Operalia en 2005, se unió a la de Garza y Domingo para cantar Quizá, quizá, quizá, en un trío que solo los cantantes de ópera pueden hacer con las tablas que les da actuar y cantar al mismo tiempo: ellos "peleando" por el amor de ella, quien con el título de la canción daba largas a los galanes que estaban a su lado.
Quedaron en el escenario Garza y Chacón para cantar Amor eterno, pero ni Juan Gabriel ni Agustín Lara (favorito del tenor en sus presentaciones) con orquesta sinfónica prendieron tanto a la gente como José Alfredo Jiménez cuando el mariachi (que inició con el Son de la Negra) arribó al escenario, presentado por Eugene Kohn como la sorpresa de la noche.
(Foto: Naomi Antonio Ruiz)
Paloma querida y Ella, clásicas del repertorio de Domingo, sonaron en su voz con menos fuerza que las arias de ópera pero, quizá, con un mayor sentimiento que fue captado por sus admiradores, como la señora de las filas de abajo que mostraba su apoyo incondicional al cantante con una pequeña manta amarilla que decía "I love, Plácido".
Vestidos de charros, él y Chacón (que había cantado maravillosamente El triste minutos antes con la orquesta) se llevaron la última parte de una velada extendida por los aplausos y el grito "¡otra, otra!"
Mujer, abre tu ventana (inmortalizada por Jorge Negrete hace décadas) y El rey, por supuesto, cerraron la intervención apoteósica del mariachi.
La intensidad tenía que bajar para dar paso a la despedida. De vuelta con la orquesta, Garza, Domingo y Chacón cerraron con una versión moderna de Bésame mucho. Eran cerca de las 12 de la noche.
(Foto: Naomi Antonio Ruiz)
El ensueño de una presentación largamente esperada por sus admiradores (entre los que había algunos niños y muchos adultos mayores) terminó con la molesta travesía de los que no traían auto y tuvieron que sortear charcos, puestos del rastro y taxistas voraces para llegar al cruce de avenida Las granjas y Antigua calzada de Guadalupe para pedir otros taxis porque el Metro ya estaba cerrado: la delegación había cerrado el sentido oriente-poniente de Las granjas para dar prioridad a la salida de los admiradores que sí llevaron auto.
No obstante, la espera de sus seguidores estaba más que satisfecha: Plácido Domingo había vuelto a México y ellos habían tenido el privilegio de escucharlo aún en plenitud.
amt