La historia de la playa de Madero inicia con Maximiliano de Hamburgo, quien, en 1863, recibió en su “Castillo Miramar” en Italia, ubicado frente al mar adriático, a un grupo de conservadores procedentes de México quienes lo convencieron de crear un imperio en nuestro país bajo su liderazgo.
Un año después viaja al nuevo mundo junto con su esposa Carlota y como muestra de hospitalidad, los mexicanos eligen una de sus playas para imponerle el nombre de su fortaleza, a fin de que se sintiera más cerca de su hogar.
En aquella época, la situación política era inestable, comenta la cronista de Ciudad Madero, Carolina Infante, pues aún cuando ya había independencia, los conservadores querían recuperar el poder.
A principios del siglo XIX, doña Cecilia Villarreal llegó a lo que hoy es Ciudad Madero y se convirtió en la primera prestadora de servicios turísticos en Miramar, donde instaló un hotel y restaurante sobre la margen izquierda del río Pánuco, a la altura de lo que actualmente se conoce como el paso del Zacate de la colonia Tinaco.
En ese lugar, la emblemática mujer, fundadora de Madero, instaló una hostería para dar alojamiento y comida a todos aquellos comerciantes de los diferentes estratos sociales que venían del norte por el paso real de Altamira hacia Veracruz, para llevar y traer mercancía.
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Y es que por lo pesado del viaje, llegaban a pernoctar en esa zona pues en aquel entonces no había un medio de transporte adecuado, no existía el Chalán y mucho menos el Puente Tampico, lo que complicaba el acarreo de mercancías y materiales.
La cronista recuerda que la mujer daba asistencia por igual, aunque la calidad de la estancia dependía del dinero que trajeran los comerciantes. De aquella época a la fecha han pasado más de cien años, tiempo en el que Miramar se convirtió en el prinicipal destino turístico del sur de Tamaulipas, enfrentando en este tiempo desde huracanes hasta el cierre total por la actual pandemia.
Ella fallece el 11 de febrero de 1844, sin saber siquiera que había sentado las bases de lo que hoy es el turismo en el sur de Tamaulipas.
Para el 1o. de mayo de 1924, se independizaron las colonias Árbol Grande, Refinería, La Barra, Miramar y el paso Doña Cecilia ya como cabecera, para conformar el municipio de Villa Cecilia, Tamaulipas, en honor a esta loable mujer.
Posteriormente, el 11 de septiembre de 1930 se eleva al rango de Ciudad Madero, como es conocido. Infante Pacheco expresa que actualmente Miramar es el segundo destino turístico más visitado por tierra, después del desarrollo que tuvo la playa en el siglo pasado.
Con la llegada de la pandemia de coronavirus en marzo de 2020, playa Miramar vivió un momento inédito al cerrarse sus accesos al público. Durante siete meses, el máximo paseo se mantuvo en total soledad, recuperándose de los estragos que causaban los visitantes. La fauna y flora del lugar pudieron tener un respiro.
Después de ser la primera playa de todo México en cerrar para evitar contagios de covid-19, en octubre del mismo año fue reabierta bajo un protocolo de seguridad.
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En la actual Semana Santa, los visitantes han vuelto a disfrutar de las cálidas aguas de este rincón del Golfo de México, mediante controles de seguridad sanitarios.
Tras su reapertura en octubre pasado, el límite de visitantes era de 10 mil y durante Semana Santa y Pascua el aforo permitido es de 20 mil personas diarias, quienes reservaron a través de la aplicación Compra TAM.
Hoteleros, restauranteros, artesanos y demás prestadores de servicios, esperan alcanzar una recuperación económica gracias a la presencia del turismo y después del impacto que tuvo el sector el año pasado al casi paralizarse el sector.
La playa con un oleaje favorable para los bañistas
Miramar es considerada como el máximo paseo turístico del sur de Tamaulipas y a diferencia de otras playas su oleaje no es muy fuerte; la arena es suave, su costa dentro del municipio de Ciudad Madero es de 8 kilómetros aproximadamente, se extiende del río Pánuco hasta el límite de Altamira.
La zona de bañistas corresponde de las Escolleras hasta la avenida Tamaulipas, en el antiguo hospital Naturista las olas son más fuertes, con cierto peligro para quienes no saben nadar, narra el historiador tamaulipeco Francisco Ramos Alcocer.
Cosa contraria es lo que ocurre en la zona de bañistas, que cuenta con cuatro kilómetros de extensión de playa y tiene tres niveles de profundidad, la primera corresponde de la orilla a 30 metros, con una profundidad máxima de 50 centímetros.
La segunda es de los 30 a 50 metros con profundidad de un metro, mientras que en las últimas distancias correspondientes a 100 metros, empieza el mar profundo.
Los casinos
Los casinos de playa Miramar simbolizaron un fragmento exquisito en la historia, caracterizado por la opulencia de una sociedad durante el auge petrolero de la primera mitad del siglo XIX en el sur de Tamaulipas.
Una época de esplendor que se fue para no volver y hoy añoran quienes buscan desarrollar el potencial de la joya turística más hermosa del estado.
Sus enormes salones tallados en madera fina fueron escenario de espectáculos musicales con orquestas internacionales y artistas de gran renombre que pusieron a bailar a las familias que llegaban desde distintos rincones del país a bordo de lujosos automóviles y vestidos con abrigos, trajes de piel, sombreros de pluma así como ropa de diseñador.
Lo vivido en aquellos casinos fue literalmente de película, llegó al cine nacional en 1943 cuando se mostraron por primera ocasión las bellezas de este rincón natural del Golfo de México. Admirados por propios y extraños, el funcionamiento de estos sitios de esparcimiento familiar fue para muchos la mejor época que ha tenido Ciudad Madero.
Su historia comienza en 1932 con el inicio del auge petrolero y le dio un glamour a la playa que contrasta con su estado actual, porque la falta de servicios públicos y la incertidumbre jurídica en la tenencia de la tierra impiden su desarrollo.
El encanto se rompe debido a los fenómenos meteorológicos que azotaron las costas del Golfo de México y empezaron a destruir parte de la infraestructura instalada, lo que obligó a los administradores de los casinos a realizar constantes reparaciones para continuar brindando el servicio a los clientes.