Armando Vega-Gil Rueda pidió en su despedida no culpar a nadie de su muerte, ocurrida hace exactamente un año: el 1 de abril de 2019.
El bajista de Botellita de Jerez publicó su primer libro en 1988, en la colección “Cuadernos de Las Horas Extras” (Editorial Oriental del Uruguay): Entre sueños te veas, poemario curiosamente anticipatorio, revelador de lo que tres décadas después sucedería en la vida del escritor, quien se trasladaría posteriormente a la narrativa.
La portada de este poemario, en donde habla de su propia muerte, es una ilustración del dibujante Manuel Ahumada (1956-2014). En la contraportada, el periodista cultural Manuel Gutiérrez Oropeza (1950-2005) apuntó:
"La poesía de Armando Vega-Gil subleva la sintaxis de una vigilia inconsciente y aparentemente desatenta. En el texto serpentea la mirada de un enamorado de los ochenta que tiene que danzonear su inaplazable apocalipso. El humor nos hará libres, y este Caronte de sus propias navegaciones internas se acribilla de ironía, se lanza un pastelazo en el alma. Pero hay que levantarle las enaguas al verso para descubrir una lectura subterránea que instila amargura, furiosa desesperación ante la distancia de la Amada. Para ello, más que con capítulos, el libro se ofrece en retablos de una geografía sentimental, signada por estroboscópicos octosílabos, a ratos paisaje en el que se siluetea el insomnio ideológico del autor. Versos desaforados, intransferibles juegos de palabras, metáforas que inutilizan al lugar común.”
De su libro extraemos estos poemas:
Ocios I
Esta tarde soy de plomo,
me hundo ardiente entre cobijas y almohadones.
Silenciosos
los colchones me devoran.
Soy de plomo.
Dejo hondas huellas
en la acera de tu alcoba,
son de acero mis chinguiñas
y, no obstante,
deambulamos muertos en mi casa.
Ven y muéstrame tu cobre, digo
Y un espejo mineral te me devuelve.
Estos ojos fríos
tan míos,
ojos fríos tan tuyos nuestros,
estos bordes hojarasca:
llamaradas de tu bóiler,
puntititos claroscuros
en el borde de tu espejo,
de tu cuerpo.
Estos mismos ojos
éstos
se desdoblan en la cima del recuerdo
igual nostalgia de los perros,
de las porras no cantadas, aporreadas,
de los bailes postergados,
baúl de sastre, desastroso,
¡oh, Pandora!
Estos ojos fríos tan nubes,
arrancados en un guiño del tri-x 400,
te persiguen en la almohada,
por alientos desvelados
(revelados):
impreso-amplificados. Blanda impávida mirada
que blasfema con tus vueltas
con tus idas
con tus odas ojos de hada milagrosa.
¡Magia engrudo del silencio,
abracadabra patas de cabra,
labra el tórax y el respeto!
Ojos tímpano que atienden: ojorejas
?te he escuchado por
la niña de estas fosas ventanáreas.
¡Soy tu esclavo clavecín!
Alfiler que clava y cava hasta el fondo del papel,
¡prende hielos en el gesto de mi piel!
Soy película, emulsión.
¡Ah, tan muerto, muerto y muerto
que esta muerte me redime,
vivo eterno retenido: lo fugaz de un fotograma.
No es amor por la playera
es valor de una cornada,
sangre arena en la cortada,
no hay salida
no coartada.
¡Oh, desmayo ante tus pies: qué fotodrama!
Es de día y ya te vas.
...lo dicho:
no es adiós,
sino a’i la vemos.
¡Click!
¡Qué hartez, caos,
qué hastío!
Que el destino juegue
a las canicas en mis muertas cuencas
tan vacías chicas pelas sin mis muertos,
las rodillas altas tensas
desolladas hasta el blando
blanco de mis huesos,
mis huesitos rebotando
matatenas hasta el tuétano cristal
de mis tacones.
Ay, qué vida ésta la mía
derrumbándose cual trompo en
lodazales sin salida despertar
muerto entre los vivos,
saltar solo entre una reata
que entreteje el viejo atajo hasta el abismo mismo
de mis manos.
He dejado ya la infancia en
el archivo cruel de la inconstancia,
y a pesar de aquello de esto y de los otros,
el destino me hace trampas,
juega sucio a los volados:
el es águila sin sol
merenguero que tragaste a carcajadas los chochitos,
los gaznates de mi amor.
Lo demás
no importa.
(Jacas y palomas:
no estoy ¿vivo? Soy cadáver redimido.)
vmb