A un año de su partida, diversos creadores recuerdan la vida y la obra del escritor y promotor cultural Daniel Leyva, evocado no sólo como un narrador nato, sino un narrador oral divertidísimo: "le salían las historias como si sacara conejos del sombrero, tenían sabor”, en palabras del poeta Marco Antonio Campos, miembro de la misma generación del escritor a quien conoció desde los años 80 del siglo pasado.
Para Eduardo Langagne, director general de la Fundación Letras Mexicanas, como promotor cultural, Leyva supo proteger y cuidar al escritor, si bien su obra merece siempre una buena relectura: “con frecuencia cito un verso del poeta argentino Juan Gelman: ‘trabajamos para ser olvido’; sin embargo, esta frase, más que a la literatura se refiere al trabajo de promoción cultural, porque al final del tiempo nadie o pocos se acuerdan, por ejemplo, que él hizo un gran trabajo en Europalia, en una embajada o en un instituto, como el Instituto Politécnico Nacional”.
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Nacido en la ciudad de México (1949) y realizó estudios de literatura en la Universidad de París VIII; radicó en Francia durante once años. Como poeta escribió títulos como El león de los diez caracoles (1971) o Crispal (1975), poemario que lo convirtió en el escritor más joven en recibir el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores en 1976.
En el ámbito de la narrativa se encuentran títulos como Una piñata llena de memoria, ¿ABCDErio o AbeCeDamo? o Administración de duelo S. A.
Para el flautista Horacio Franco, Daniel Leyva fue “uno de los promotores culturales más serios e importantes de la segunda mitad del siglo XX, por su formación, sus conocimientos culturales, sociales, estéticos y filosóficos. Tenía una gran capacidad operativa y pragmática que se distinguió por aglutinar a la gente indicada para cada proyecto que le tocó impulsar desde las instituciones”, dijo el también director de orquesta.
De 1995 a 1997, Leyva se desempeñó como director del Centro Nacional de Información y Promoción de Literatura del INBA. De acuerdo con Jaime Vázquez, promotor cultural, se le puede considerar un alumno de Víctor Sandoval, sin haber trabajado con él: “Le tocó ver nacer instituciones y entendió la importancia de fortalecerlas y dar continuidad a sus programas culturales para perfeccionarlos. Eso fue lo que aportó la inteligencia del hombre culto, informado y creativo a un trabajo de administración pública que veía a los creadores como pares”.
Daruisz Blajer, director de la Compañía Nacional de Danza de 2003 a 2008, recuerda que a pesar de las dificultades de la época el escritor y promotor impulsó todo el espectro de los proyectos artísticos haciendo progresar a los creadores con retos y conquistando a nuevos públicos, “tuvo siempre la expectativa de visibilizar a la danza en proyectos como el estreno de La Bella Durmiente en el Castillo de Chapultepec. Fue una etapa muy productiva porque entendía las necesidades de los artistas”.
Enrique Arturo Diemecke, director general artístico y de producción del Teatro Colón en Argentina, recuerda que en sus años como titular de la Orquesta Sinfónica Nacional el diálogo con Daniel siempre fue afable y con una carga de buen sentido del humor “pero con mucha precisión y claridad para que todos desarrolláramos el trabajo que necesitaba la institución, fuera el tema de coros, ballet, exposiciones o de ópera”.
“En el Instituto Politécnico Nacional me invitó a desarrollar y proyectar a la OSIPN como una de sus agrupaciones más importantes y en esa mancuerna el proyecto de la formación de públicos cautivos, aún al norte de la ciudad de México, lo que fue maravilloso. Una de sus habilidades era hacer equipos, la gestión y la realización de proyectos. Daniel se concentró mucho en eso, fue el motor y lo logró”.
César Piña, director de escena de las óperas politécnicas, recuerda que en el escenario del Auditorio Ing. Alejo Peralta del Centro Cultural Jaime Torres Bodet del IPN se llegó a reunir hasta a 170 personas incluyendo a orquesta, coro y cantantes, siendo la Aída politécnica la que mayor número de participantes registró por la participación de un ballet folclórico y otro contemporáneo.
Así recuerdan amigos y colaboradores a una figura como la de Daniel Leyva, de quien después de la aparición de su libro póstumo, Divertimento, dejó obra a la espera de su publicación.
PCL