Por qué Tolkien aborrecía a los siete enanos (y a Disney)

El escritor británico manifestó varias veces su disgusto por la simplificación disneyana de los gnomos, a los que consideraba magníficos seres de ficción.

Tolkien y su disgusto por el trabajo de Disney
Ciudad de México /

Los siete enanos de la película de Disney Blancanieves, y el amplio grupo de gnomos de las novelas de J.R.R. Tolkien (1892-1973), aparecieron en el imaginario colectivo alrededor de mediados de los años treinta, y aunque quizá tengan antepasados comunes, en la realidad nada tuvieron ni tienen que ver las alegóricas figuras del cineasta estadunidense con los humanizados personajes creados por el novelista británico.

Los personajes del escritor, poeta, militar, filólogo, lingüista y profesor John Ronald Reuel Tolkien acaso tienen sus ancestros en los gnomos descritos por los hermanos Jacob y Wilhem Grimm en el cuento de hadas original de Blancanieves (Schneewittchen), publicado en 1812, pero se apartan de manera radical de las figuras creadas en la cinta de Disney.

En realidad, Tolkien aborrecía estas creaciones cinematográficas y sus declaraciones lo dejaron claro. La cinta Blancanieves se estrenó apenas unos meses después de la publicación, en 1937, de la novela el El Hobbit. Tolkien vio la película al año siguiente con su amigo irlandés C.S, Lewis (1898-1963), para colmo también medievalista, crítico literario, novelista y académico. A ninguno le gustó.

En una carta de 1939, Lewis concede que algunas partes de terror son buenas y que los animales eran casi todos conmovedores, pero también llamó a Disney “un ignorante” y se lamentó preguntando: “¿Qué no lograría este hombre si fuera una persona educada o incluso si hubiera crecido en una sociedad decente?

En el libro Atlas Obscura (Una guía para explorar las maravillas ocultas del mundo), sus autores anotan sobre este episodio: “Para Tolkien, el personaje de Blancanieves resultó adorable, pero, por el contrario, no se sintió complacido por los enanos. Al parecer para ambos, Tolkien y Lewis, estos enanos eran una vulgar sobresimplificación de un concepto que consideraban precioso y profundo en los cuentos de hadas.


Habrá quien sencillamente haga a un lado sus opiniones, considerándolas propias de dos señores adustos de Oxford tapándose las narices ante el entretenimiento de masas estadunidense. Como señala Trish Lambert, un estudiante de Tolkien: “Creo que en realidad los molestaba que Disney comercializara algo que ellos consideraban casi sacrosanto”.

“En efecto”, escribe por su parte Steven D. Greydanus, “sería imposible imaginar que estos dos autores no se sintieran mal ante los tontos enanos de Disney y su humor bufonesco, sus nombres pueriles y sus monótonos números musicales”. 

Uno puede objetar que los enanos o gnomos de Tolkien (quien siempre se refería a ellos en plural), también tienen nombres curiosos (derivados de antiguas palabras nórdicas) y también cantan de repente. Pero Tolkien tuvo mucho cuidado de distanciar a sus personajes de cuento de hadas, de los enanos comunes de los cuentos infantiles. 

Incluso en 1947, Tolkien expresaría su devoción por estos relatos en su ensayo “Sobre las historias de hadas”, en donde busca definir el género, analiza sus diferencias con otro tipo de ficciones fantásticas, y escribe con reverencia: “el reino de la historia de hadas es ancho, profundo y alto”. 

Esta literatura y estas historias son entonces, para Tolkien, dignas de tomarse con seriedad, y no para infantilizarlas o volverlas tonterías, como pensaba que estaba ocurriendo: “La asociación de los niños con las historias de hadas es un mero accidente en nuestra historia literaria”, escribe también. 

Tolkien escribió El Hobbit para gente joven, pero no como un libro para niños. Nada en el libro es condescendiente, ni el lenguaje, ni la compleja caracterización de los personajes, ni sus temas, siempre adultos

El trabajo de Disney, por el contrario, representaba para Tolkien el abaratamiento de antiguas construcciones culturales, por lo que le parecía que el acercamiento de Disney a las películas para niños era especialmente condescendiente y cínico.


En una carta de 1964, el británico describe el trabajo de Disney como “vulgar”, así como al mismo Walt Disney, a quien califica de “un simple engaño” y de “irremediablemente corrompido” por la búsqueda de utilidades económicas, aún y cuando Tolkien admite que él mismo, “no es inmune a las motivaciones económicas”.

“Reconozco su talento, pero siempre me ha parecido irremediablemente corrompido. Y aunque en la mayoría de las películas provenientes de sus estudios hay pasajes admirables o encantadores, el efecto final del conjunto me disgusta, e incluso algunas de ellas me han provocado náusea…”. 

La explicación del disgusto de Tolkien iba más allá del mero mal humor o el chisme, y llevó hasta un resultado práctico importante: Tolkien jamás permitió que ninguno de sus trabajos literarios fuera otorgado a Disney para su tratamiento cinematográfico. 

Incluso cuando algún enviado de los estudios Disney se acercó al editor de Tolkien en busca de los derechos para una adaptación de El señor de los anillos, la oferta fue eventualmente rechazada.

 En la prolongada historia de las opiniones negativas de Tolkien sobre Disney llevó a una prohibición tajante: “mientras fuera posible”, inguna de sus obras sería producida “por los estudios Disney (por cuyos trabajos tengo una sincera repugnancia)”. 

Los lectores atentos de Tolkien saben de la seriedad de su esfuerzo artístico aún en el más cómico de sus caracteres y situaciones. O como le escribió el crítico Martin Chalakoski: “no hay ningún aspecto de Disney en una sola de las páginas de Tolkien”. 

AG 




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