A Dora Maar se la suele admirar en los grandes museos encarnada en musa de Pablo Picasso. Pero esta fotógrafa y pintora francesa fue una figura clave del surrealismo, como reivindica una muestra en el Centro Pompidou de París que busca sacar a la luz su legado.
26 años menor que Picasso, la artista se había convertido en una reputada fotógrafa y ocupaba un digno lugar entre los surrealistas liderados por André Breton en París, cuando conoció al maestro español en 1935.
Entre ambos nació una apasionada relación, así como un prolífico intercambio artístico: Dora Maar posó para él (Mujer que llora, Mujer acostada con un libro, entre otras), pero ella también fotografió al artista malagueño e inmortalizó las diferentes etapas de creación del Guernica.
Fruto de ese amor, que duró ocho años, esta "parisina intelectual, libre e independiente"—tal y como la presenta la muestra en el Pompidou—, dejó la fotografía y retomó su vocación juvenil de pintar.
La exposición Dora Maar, la primera que le consagra un museo nacional en Francia, supone un intento de despegar su nombre del de Picasso y de poner de relieve el talento de esta figura "ineludible" del surrealismo, cuyo trabajo supone "uno de los últimos pozos inexplorados" de esta corriente artística, según una de las comisarias, Karolina Ziebisnka-Lewandowska.
Escuela de mujeres
Con una obra sin catalogar, vendida deprisa y corriendo tras su muerte a un centenar de coleccionistas, la tarea resultó titánica, indicó la comisaria.
Hija de una vendedora de moda y de un arquitecto que hizo carrera en Argentina, Henriette Théodora Markovitch (mejor conocida como Dora Maar) estudió fotografía en el Comité des Dames de París, una escuela para mujeres.
Publicó su primera instantánea a los 23 años y empezó a recibir sus primeros pedidos comerciales uno más tarde. Trabajó primero en publicidad, con firmas como Chanel, Schiaparelli y Lanvin, así como fotografiando desnudos para revistas eróticas.
Pero Dora Maar no tardó en salir a la calle y en utilizar su trabajo como arma para apuntalar su compromiso político. En 1933, viajó a Barcelona atraída por la proclamación de la Segunda República, fotografiando escenas del paseo de Las Ramblas y el célebre mercado de La Boquería. Los niños, los mendigos, el mundo obrero... La fotógrafa se ejercitaba en el retrato, especialidad en la que era "más eficaz".
En París, en un contexto prebélico, se unió a los surrealistas firmando manifiestos de llamamiento a la lucha, y entre 1935 y 1938 expuso 8 veces en sus muestras conjuntas.
Retratos mutuos
El simulador se convirtió en una de sus obras emblemáticas. Esta fotografía obtenida a partir del collage de dos clichés muestra a un niño barcelonés inclinado hacia atrás, cuya silueta la artista recortó y pegó sobre un fondo que representa la bóveda de los jardines de la Orangerie, del Castillo de Versalles.
Para cuando acudió a fotografiar a Picasso a su estudio parisino, Dora Maar, con 28 años, ya realizaba exposiciones individuales y publicaba en más de 40 cabeceras, según la comisaria.
Con el artista español llegó el vuelco: dejó la cámara por el pincel y ambos empezaron a pintarse mutuamente. Maar se inspiró de entrada en el trabajo de su amante, pero "rápidamente encontró su estilo", con el predominio de naturalezas muertas y una huella de soledad y tristeza en su obra.
Al término de su relación —Picasso se enamoró después de la pintora francesa Françoise Gilot—, la artista se fue encerrando en la práctica de la meditación y se alejó del mundo cultural, dejando de exponer durante años. Sin embargo, continuó creando y orientándose hacia el arte abstracto.
La muestra en el Centro Pompidou estará abierta al público hasta el 29 de julio y posteriormente viajará a la galería Tate Modern de Londres y al Museo J. Paul Getty de Los Ángeles.
lar