“Ramón López Velarde se convierte en una especie de poeta nacional imposible o paradójico, primero porque no representa los valores de la revolución mexicana, pero esta paradoja o contradicción, de alguna manera es obviada por el propio poeta”, aseguró el crítico literario Christopher Domínguez Michael, en la primera mesa del ciclo Ramón López Velarde en su centenario luctuoso (1921-2021), organizado por El Colegio Nacional.
Desde su perspectiva, resulta muy contemporánea la contradicción de un poeta nacional que no reúne el acervo ideológico para haberlo sido de los regímenes de la revolución mexicana, con un poema que está más allá de la historia que provoca su creación, que es la revolución mexicana.
- Te recomendamos A cien años de La suave Patria Cultura
“Una de las grandes cosas que tiene la tradición literaria del siglo XX es este poeta nacional, de alguna manera imposible, que fue Ramón López Velarde”.
En el centenario de la muerte del poeta zacatecano, también se conmemoran los cien años de la aparición de su poema emblemático, eje de la primera mesa, Nuestro contemporáneo Ramón López Velarde, en la que también participaron Martha Canfield, titular de la cátedra de literatura hispanoamericana en la Universidad de Florencia, y Alfonso García Morales, investigador de la Universidad de Sevilla.
“En La suave patria tenemos un poema nacional que no responde mucho con la ideología de los regímenes de la revolución mexicana, pero no importó demasiado. Esta contradicción ideológica entre los valores velardeanos y el discurso nacionalista, sobre todo de los años 30, no impidió que se difundiese en dos mundos distintos: por un lado, una poesía municipal, es decir una poesía accesible a los jóvenes estudiantes, los maestros rurales y el lector de a pie de muchos lugares de la nación mexicana; por otro lado, que se convirtiera en uno de los grandes poemas de la lengua española del siglo XX”, en palabras de Domínguez Michael.
Martha Canfield recordó que el último año de la vida de López Velarde, y el de la composición y la publicación de La suave patria, fue un año en el que vivían aniversarios muy especiales: en 1921, los 400 años de la caída de Tenochtitlan y los 100 años de la independencia de México, “un momento histórico muy importante, y los mexicanos lo sentían como algo que definía la propia identidad”.
Un tiempo en el que intelectuales y filósofos como Vasconcelos empiezan a meditar sobre una visión del mundo que reuniera los valores del pasado y del presente, de la ciencia y del arte. Cuando Siqueiros lanza un manifiesto en el que llama a crear un arte que no sea para pocos, encerrado en los museos, ni en palacios.
En el movimiento de la revolución se destacan las reivindicaciones campesinas exigidas por caudillos como Zapata y Villa, lo que terminó por generar un rico y complejo contexto político, social, artístico, en el que también la literatura se modifica y se intensifica la narrativa costumbrista.
“En medio de todo esto, López Velarde no puede no sentir el estímulo para el himno cívico, sobre porque a nivel oficial se exalta la patria chica: la aldea, el pueblo, la región, dándole una importancia fundamental para la formación de la patria grande o Estado y se estimula el regreso a las raíces, a las tradiciones y a la tierra”.
La suave patria, asegura la investigadora uruguaya, surge en este contexto con naturalidad y, de hecho, la patria de López Velarde tiene ojos de mestiza y se parece a la provincia, mientras la capital es pecaminosa, como dice el poeta “es ojerosa y pintada”.
“Pero el reclamo telúrico a nivel oficial era más metafísico que práctico: entre una sociedad de consumo y una sociedad de mercado, la revolución optó al final por la sociedad de mercado, permitiendo que se volviera a imponer la ideología urbana”.
Las actividades del ciclo conmemorativo por el centenario de Ramón López Velarde en El Colegio Nacional continuarán a lo largo de la semana, a partir de las 18 horas, con transmisión por las redes sociales de la institución
yhc