Regateo, la piedra en el zapato de los artesanos

HISTORIA

Mujer indígena que viajó desde Chilapa de Vicente Guerrero hasta el municipio de Progreso de Obregón

Angélica Cruz Hernández, artesana indígena de Chilapa de Vicente Guerrero. (Elizabeth Hernández)
Elizabeth Hernández
Progreso de Obregón /

“¿Es lo menos?” pregunta una mujer a Angélica Cruz Hernández, una joven artesana indígena que no habla el español al 100 por ciento, pero que entiende bien cuando le hacen esta pregunta, a lo que contesta: “es bordado a mano, señora, mire bien la delicadeza de las puntadas”, expresa sin titubeo mientras extiende toda la blusa frente a una posible cliente que continúa desdoblando la ropa para elegir la mejor.

Angélica sonríe tímida cuando más personas preguntan por el precio de una prenda y dice que cada una de ellas “es única, realizada con nuestras manos y nuestra vista, dejamos parte de nosotros en cada una de ellas”, expresa en tono orgulloso.


“Cada año vengo acá, al municipio de Progreso de Obregón, y me voy después del día 15 para aprovechar las fiestas patrias, pero me traigo a mis tres niñas para que no se queden solitas, pero me las cuidan”.

“La verdad es que sí nos molesta que nos estén regateando, y me gustaría decirles a esas personas que valoren nuestro trabajo, porque cuesta trabajo, además de que muchas, pero muchas familias indígenas se mantienen de este trabajo, por lo que no es justo que estemos reglando nuestro oficio”, expresa la joven.

Mientras expresa su molestia, acaricia suavemente los bordados en color negro que ha hecho ella y entre suspiros se traslada a ese momento, cuando sus dedos fueron pinchados decenas de veces al pasar la aguja y el hilo para formar una flor, una greca o una figura única que quedó plasmada en una blusa, la que pretende vender.

“Todo el año bordo y hago todo esto, algunas cosas las compramos, pero en su mayoría nosotros bordamos, es decir, mi familia, mis hermanas, mis primas que nos ayudan”.

“Nos tardamos días en hacer una blusa y las vendemos en 300 pesos, y la mayoría de la gente sí la paga, porque se fijan en el trabajo, porque es muy bonito lo que hacemos. A veces nos piden que bajemos el precio por lo que hacemos y eso nos duele mucho, pero al final decimos que no, porque sabemos el trabajo que hay detrás de cada pieza que ofrecemos. Las ventas han aumentado un poquito, porque como que les gusta mucho vestirse así, como que ya se puso de moda”, expresa tímida.

Reafirma la idea de la moda de ropa artesanal porque “la he visto en televisión, en las telenovelas”, sonríe, por lo que augura una grosa venta para esta temporada.

“Hasta en la tele se ve que están vestidas las mujeres con esas blusas y sí me da mucho gusto que la gente utilice lo que nosotros hacemos, les gusta nuestro trabajo y se ven bien bonitas las blusas en la tele, en las telenovelas”.

Angélica ya extendió todas las blusas, vestidos y accesorios bordados en su puesto que ubicó a unos metros de la Plaza Principal del municipio, y con una sonrisa brinda el precio de sus blusas por 300 pesos, pero hay unos fajeros de cinco centímetros de grosor, realizada con hilos tricolores, que teje en media hora, mismas que ofrece a 10 pesos.

Extraña estar con su hijas Camila, Alejandra y Nicor, pero sabe que debe dejarlas encargadas para evitar que se aburran estando con ella, y al hablar de cada una, sabe que el trabajo que ha realizado este año –y que pretende vender en estos días– es para que tengan un futuro mejor.

“Me gustaría que siguieran con esta tradición, que aprendan a bordar porque es muy bonito, a mí me enseñó a bordar mi mamá desde los seis años, y me siento orgullosa de ser indígena artesana y trabajadora”.

“Aunque me gustaría que mis hijas estudiaran, que no se dedicaran por completo a esta labor, pero que la aprendan, porque a mí me hubiera gustado estudiar, no sé qué, pero me hubiera gustado ir a la escuela a aprender, por lo que lucho todos los días para que ellas lo hagan”, concluye, mientras la clienta se va sin comprar la blusa de 300 pesos.

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