Los primeros bailarines de la Compañía Nacional de Danza (CND) Blanca Ríos y Erick Rodríguez regresan al Palacio de Bellas Artes como protagonistas de La silfide y el escocés, una obra con casi 200 años que sigue mostrando que el amor romántico, el amor idealizado, puede tener un desenlace trágico.
La Sílfide y el Escocés (1832), primer ballet que se bailó en puntas y donde aparece el tutú romántico, fue creado por Filippo Taglione (La Sylphide) para su hija Marie, aunque la versión que sobrevive es la de Auguste Bournonville de 1836, que será la que vuelve a Bellas Artes para las funciones del viernes 26, las dos del sábado 27, domingo 28 y martes 30 de agosto y la del jueves 1 de septiembre, con coreografía de Terrence S. Orr a partir de la del danés y música del noruego Hermann von Løvenskiold.
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Con elencos diferentes en cada una de las seis funciones, en esta ocasión no compartirán escenario Blanca Ríos, quien ingresó a la CND en 2001 y ocho años después se convirtió en primera bailarina, y el cubano Erick Rodríguez, quien también en 2009 se convirtió en primer bailarín de la compañía después de seis años de sumarse a ella. Ambos refieren algunas experiencias sobre este ballet icónico.
Para los dos bailarines, independientemente de la felicidad que implica volver a interpretarla, la obra representa trabajo muy duro en esfuerzo y técnica, en particular por su estilo romántico y la versión de Bournonville, de la escuela danesa diferente a la que acostumbra la Compañía Nacional de Danza.
“Siempre fue un ballet que quise interpretar. El estilo romántico es muy difícil. La Sílfide y el Escocés es uno de los primeros ballets que se crearon en que se hizo trabajo en puntas, dedicado a Maria Taglioni. El de Bournonville tiene un estilo muy particular. Siempre fue un gran sueño para mí este rol, que tuve al fin la oportunidad de interpretarlo en junio 2016. Me siento muy contenta de poder presentarlo otra vez este año, con otra madurez y todo ese trabajo y experiencia”, comenta Ríos.
“Si partimos de que es el primer ballet romántico y donde se empiezan a usar las puntas, en mi carrera es muy importante interpretar a James por lo que representa esa obra. Es un reto muy grande técnicamente, un estilo diferente. El primer coreógrafo fue Taglioni, pero este ballet está sobre la versión de Bournonville, y es la escuela danesa, el bailarín y coreógrafo danés creó todo un estilo, diferente al que estamos acostumbrados, lo que implica un reto a la vez muy divertido de poder bailar”, dice Rodríguez, miembro del Ballet Nacional de Cuba de 2000 a 2002, antes de incorporarse a la CND.
James Ruben, un granjero escocés, está comprometido con Effie, pero se enamora de una sílfide (espíritu del aire en la mitología germánica). Durante los preparativos de la boda con su novia, ofende a Old Madge, una vieja hechicera que jura vengarse. La bruja ofrece a James una bufanda para atrapar a la sílfide, que al ser tocada, perece.
La sylphide (nombre original de Taglioni) cambió el mundo de la danza entre otras cosas porque a partir de esta obra el ballet se independizó de la ópera, coreografías posteriores, como Giselle o El lago de los cisnes, dieron esa naturaleza ambigua entre el mundo fantástico y real al incorporar personajes míticos o del folclore medieval europeo como las willis y otra fauna fantástica de los bosques; las bailarinas por primera vez bailan en puntas, el romanticismo fue tendencia de la danza y surge el tutú.
Blanca Ríos interpretará a la sílfide en la función del viernes 26, con Argenis Montalvo como James; y Erick Rodríguez dará vida a James en la vespertina del sábado 27, con Mayuco Nihei, en el protagónico. Esos papeles los interpretarán también, respectivamente: Elisa Ramos, Ana Elisa Mena, Valeria Mariaud y Yoali Sousa; Moisés Carrada, Roberto Rodríguez, Alejandro Hidalgo y Alejandro Mendoza. Como Old Madge se alternarán Agustina Galizzi, Irina Marcano y Sonia Jim´nez.
El primer bailarín explica que las características que hacen única esta obra son principalmente las baterías (batir las piernas), la rapidez y agilidad del movimiento, la posición específica que deben tener los brazos, la rapidez de los saltos, pero en particular la utilización de mucha batería.
La sílfide, para la primera bailarina Blanca Ríos, es un personaje fuera de la realidad, etéreo.
“Tienes que simular como si volaras en el escenario. Ese es el gran reto, poder elevarte, hacer saltos, simular que no te cuesta trabajo hacerlos; parecer como que vuelas y, al mismo tiempo, dar esa suavidad en los brazos. Todo el estilo romántico que lleva la sílfide es muy difícil, es un trabajo muy específico. En particular mi reto es la parte de los saltos donde hay que tener mucha resistencia física y, al mismo tiempo, no perder el personaje y seguir siendo la sílfide, muy etérea y muy suave, a la vez”.
La artista egresada de la Escuela Superior de Música y Danza de Monterrey confía en su experiencia.
“Siento que cuando haces un ballet por primera vez, conforme van pasando los años, la vida te va dando experiencias y, cada vez que lo vuelves a interpretar, la parte emocional que has vivido en tu vida, te sirve para interpretarlo cada vez distinto, tienes una madurez como persona. Es lo que he sentido al respecto, me ha pasado con otros ballets nunca va a ser igual la interpretación, porque física y emocionalmente estás en una etapa diferente de tu vida. Ya lo hice una vez en 2016 y siento que todo ese trabajo que se logró hace tiempo de alguna manera sigue ahí y puedo explotarlo al máximo”, aduce.
Rodríguez coincide en que la experiencia de vida acompaña la interpretación, en este caso de James.
“¿Cómo actualizo el papel de James? Con esta base de llevarlo a mi vivencia, a mi día a día, a algo que yo haya experimentado de esa manera, a tratar de transmitirlo desde mis sentimientos. Sí, teniendo la pauta de este escocés, del contexto de este ballet en la historia y todo lo que ha sucedido a su alrededor, pero partiendo de bases vivenciales mías para poder expresar al personaje en el escenario”, sostiene.
Agrega que La Sílfide y el Escocés es un ballet romántico, pero clásico dentro de la danza.
“Los clásicos no envejecen, este ballet sigue siendo actual porque se trata del amor idílico, ese amor que idealizamos y soñamos, de un hombre que pierde todo por ese amor ideal, eso lo puedes encontrar en cualquier rincón de México y del mundo. James renuncia al amor real por la fantasía, pero para poder vivir esa fantasía el requisito es que siga siendo fantasía: él no puede tocar a la sílfide porque al momento que la toca, la pierde, al momento en que el amor idílico se hace real, palpable, para él deja de ser palpable y deja de ser el amor soñado. Hay cosas que es mejor que se queden en la fantasía que volverlas realidad. Él, por su ambición de querer tocar el amor ideal, de hacerlo suyo, lo rompe".
“El amor que uno idealiza y quiere, es un sueño y mejor que se quede en sueño. Todos hemos fantaseado con alguien o algo, y hemos dejado a otras personas, sacrificado cosas por alcanzar ese sueño, y una vez que lo tienes, no es como imaginabas. Por tú querer más, lo pierdes”, concluye.
DAG