La directora Angélica Rogel sostiene que el éxito del dramaturgo y cineasta Martin McDonagh se debe, principalmente, a su capacidad de “observar a la humanidad”, como es el caso de su drama La reina de belleza de Leenane (1996), que la directora monta en el foro La Gruta del Centro Cultural Helénico.
“La dramaturgia está tan bien creada que se entiende por qué McDonagh es quien es: ha plasmado personajes en el cine y el teatro tan humanos porque es un gran observador de la humanidad; la dramaturgia es tan poderosa, que al llegar a los actores y actrices se vuelve doblemente rica, con mucho material para explorar”, expone Rogel en entrevista sobre su puesta en escena de la ópera prima del escritor angloirlandés, la cual ya había montado Iona Weissberg a fines del 2000 en el Helénico y que forma parte de La Trilogía de Leenane, junto con Un cráneo en Connemara y El oeste solitario (1997).
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Después de las vicisitudes que implicó la pandemia por covid-19 para la escena mexicana, la compañía Por piedad teatro, que cumple 25 años de existencia y codirigen Ana Graham y Antonio Vega, finalmente logró llevar al escenario esta tragedia contemporánea sobre la relación destructiva que atizan en una casa de las montañas de Irlanda la anciana despótica e hipocondríaca Mag, protagonizada por Sofía Álvarez, y su hija cuarentona y soltera, Maureen (Graham), que arde cuando ésta se reencuentra con el viejo amor de Pato (Vega), cuyo hermano Ray (Roberto Beck) funge de mensajero.
Para Graham, McDonagh es uno de los grandes dramaturgos contemporáneos y el mayor exponente del humor negro. Y La Gruta acogerá esta obra hasta el 14 de mayo, en funciones de viernes a domingo.
Rogel y Graham reconocen que McDonagh se ha vuelto más famoso por sus películas como guionista, productor y director, entre otras: En Brujas (In Bruge, 2008), su debut como realizador, con sus actores fetiche Brendan Gleeson y Colin Farrel; Tres anuncios por un crimen (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, 2017), con la que fue nominado al Oscar, estatuilla que ganó su protagonista Frances McDormand como Mejor Actriz; o Los espíritus de la isla (The Banshees of Inisherin, 2022), con nueve nominaciones en la pasada entrega de los premios de la Academia y cuyo estreno en México, en la Cineteca Nacional, coincidió con el montaje de The Beauty Queen of Leenane en La Gruta.
Sin embargo, el teatro de McDonagh tiene larga presencia en los escenarios mexicanos. Desde la misma La reina de belleza de Leenane de Weissberg hasta El oeste solitario que montó Aarón Hernández Farfán en el teatro Casa de la Paz en 2006; o El teniente y lo que el gato se llevó (The Lieutenant of Inishmore, 2001, segunda parte de su The Aran Islands Trilogy, que José Caballero llevó al Helénico con Héctor Bonilla en el protagónico; y El hombre almohada (The Pillowman, 2003), que en su última temporada estuvo el año pasado en el foro Lucerna, bajo la dirección de Miguel Septién.
El espacio responde a las acotaciones que hace McDonagh, quien describe de manera muy minuciosa un ambiente muy realista, con precisión sobre dónde está la puerta de entrada, la chimenea, un fogón, una estufa, la mesa, la mecedora, los cuadros en la habitación, pero que deja abierta la creatividad, señala Rogel. “Se jugó un poco con la fractura de las relaciones en la fractura del espacio”, agrega.
El universo de dos mujeres
Rogel cuenta que aceptó dirigir la obra justo porque sus dos personajes femeninos son muy atractivos.
“Pensar en este universo con dos mujeres encerradas en lo cotidiano, que han normalizado estar juntas, aunque el tener que quedarte a cuidar a tu madre no tenga nada de normal ni nada de obligado, ni tampoco el que una madre espere que su hija la cuide eternamente. Eso, de entrada, me atrajo mucho.
“Además, el hecho de que un hombre sea quien viene a mover todo esto. Es un reflejo de cómo funciona el mundo a veces, que estamos esperando que un hombre nos salve, y un hombre no nos va a salvar, nos vamos a salvar nosotras si tenemos claro lo que tenemos”, expone la directora de escena.
Agrega que el discurso de La reina de belleza de Leenane, el título que ganó Maureen de joven, “le vuela la cabeza” en el sentido de poder hablar de la construcción de la persona desde el libre arbedrío.
“Cada quien toma sus propias decisiones. Y aquí son personajes que han tomado decisiones erradas que las llevan a un desenlace trágico, en esta tragedia moderna que es la pieza. Las piezas que siempre me han atrapado, en cada obra que dirijo, es por el hecho de buscar la singularidad dentro de las generalidades dramatúrgicas, qué hace singular a determinada obra”, expone Rogel.
Explica que el personaje de Maureen es fácil de ubicar muy bien para el público, porque mucha gente habrá que ha tenido que quedarse a cuidar a un familiar o a su madre en contra de su voluntad.
“Maureen es una mujer que ha sacrificado su vida por cuidar a su madre, sin darse cuenta que eso se puede volver bastante tóxico si no es una relación acordada, si es una relación obligada. Es una mujer que podemos ubicar muy bien porque la tenemos cerca. La interpreta de manera muy amorosa y entendida Ana Graham”, refiere la artista egresada de la Escuela Nacional de Arte Teatral del Inbal.
—Si es algo tan cotidiano ¿cómo logra el autor sublimarla para convertirla en teatro, arte?
Justo lo que tiene la obra no permite que el reconocimiento sea pleno, porque lleva la situación a un lugar límite. Hemos optado por reflejar esta naturaleza hasta dar la sensación de estar espiando a estas mujeres en lo cotidiano, y la situación se va volviendo extraordinaria. Pero, en el momento en que revienta el personaje, es difícil mantener la sensación de cotidiano, y es ahí donde siempre se sublima, donde logras llevar a escena una obra que te está pidiendo salir de lo cotidiano.
—Sofía Álvarez (pareja del recién fallecido Héctor Bonilla) vuelve al escenario como Mag, un papel que el público va a odiar.
Sofía logra volverlo complejo. ¿Cómo puedes amar a alguien y odiarlo? Sofía logra un trabajo complejo al crear a una que, por momentos, entiendes su posición de no querer estar sola; y que, por momentos, ubicas esa figura materna que odias y que quisieras que no existiera. Sí logra esa complejidad. Ver el trabajo de Sofía es uno de los grandes atractivos de esta obra.
—¿Con quién se identifica más el público: con la madre Mag o con la hija Maureen? A veces se confunde quién es víctima y quién victimaria.
Justo lo acabas de decir. Yo espero que logremos esta contradicción moral, que de pronto si fuera la madre, si fuera la hija, si logramos que ambas tienen la razón y ambas tienen la culpa y que el público se debata entre ambas, estamos construyendo algo más complejo, es decir, habrá quien se decante más hacia el lado de la madre y quien tenga más inclinación hacia la hija. Lo que hace interesante este texto es que el dramaturgo escribe personajes que relaciona de manera tridimensional: no hay personajes chatos, hay un mundo detrás que construye y hay complejidad.
Y eso hace que las personas que pudieran parecer víctimas y las que pudieran ser victimarias están dando vueltas constantemente. Si echáramos un vistazo a nuestras relaciones, a veces nos toca ser las víctimas y otras los victimarios. Y no es que lo queramos, sino que son las posiciones de poder que se están moviendo constantemente. Y en esta obra ese juego está activo todo el tiempo; entonces, te vas comprometiendo con los personajes, entrañables. Claro que es un humor ácido, que en cierto momento no sabes hasta dónde puede llegar el dramaturgo, y esto es lo que te golpea.
— ¿Qué rol realmente cumplen los dos personajes masculinos? Parecen muy secundarios.
Vienen a ser detonadores, eso es lo que los vuelve importantes y complejos. Uno de ellos (Ray) es quien se va a encargar de llevar los mensajes que van a mover todo el universo de estas mujeres, que las van devastando. Pero si hiciéramos un análisis, quien mueve todo es Pato, alguien de quien Maureen ha estado enamorada.
—¿Planeó que el espacio fuera La Gruta, por la intimidad que proyecta?
La idea desde el principio fue montar la obra en un espacio como La Gruta o El Galeón, bastante íntimo, que tuviera una estructura que nos ayudara a crear esta cercanía con la historia. Sí nos interesaba esa posibilidad de asfixia y de cercanía, más que algo alejado, más que el público fuera un observador alejado de esta realidad que estamos contando, nos interesaba más crear esta sensación de voyerismo que puede lograrse en un teatro como La Gruta o en una de estas cajas negras más cercanas.
PCL