Rubén Olmo se siente en casa en México, hace 22 años vino como bailarín del Ballet Nacional de España, agrupación fundada en 1978 por el legendario Antonio Gades, a su juicio única y sin competencia en el mundo, que afirma haber tenido que “reinventar” por la pandemia, como su director.
Aclara en entrevista, que los espectáculos que presentan en escenarios de su país y el mundo no son danza folclórica. “Somos un ballet con estilo único e identidad propia”, dice el bailarín y coreógrafo, quien admite no conocer a sus colegas mexicanos Elisa Carrillo e Isaac Hernández, pero que “ojalá” pueda encontrárselos ahora que coincide con sus festivales Danzatlán y Despertares.
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“Estoy feliz de volver a México. Nos hemos sentido queridos, admirados y completamente apoyados, nos han dado su cariño, su corazón y su respeto absoluto en todos los sitios donde hemos estado, nos han entregado todo. Comparado con el año 2000 cuando vine antes, me he encontrado con más clase media, eso me hace feliz, porque en 2000 vi muchísima pobreza y muchísima riqueza”, dice el primer bailarín.
Este 20 de julio, el Ballet Nacional de España se presentará en Auditorio Pabellón Monterrey, en la capital de Nuevo León; el 24 en el Teatro Metropolitano de la Explanada, en Puebla, y del 28 al 31 en el Palacio de Bellas Artes, en Ciudad de México.
Homenaje
El andaluz recuerda con emoción cuando se presentó el 13 de abril de 2000 en el Zócalo capitalino, en el Festival del Centro Histórico, donde también ya había cantado Chavela Vargas, y ahora regresa al país como director del Ballet Nacional de España, desde 2019, con una gira este mes por San Luis Potosí, León, Morelia, Guadalajara, Monterrey, Puebla y Ciudad de México, donde cierra con presentaciones en el Palacio de Bellas Artes el jueves 28, viernes 29, sábado 30 y domingo 31 del mes.
Rubén Olmo (Sevilla, 1980) cuenta que, como homenaje a los grandes maestros de la danza española, bautizó Invocación el espectáculo, que arranca con sus coreografías Invocación Bolera, en honor a la escuela bolera; Jauleña, que fusiona danza estilizada, bolera y flamenco, ambas con música de Manuel Busto; Eterna Iberia, de su antecesor al frente del Ballet, Antonio Najarro, y cierra el programa con De lo flamenco. Homenaje a Mario Maya, una leyenda del género nacida en 1937 y fallecida en 2008. En esta última coreografía participará la bailaora Patricia Guerrero, Premio Nacional de Danza 2021.
El Ballet Nacional de España regresa a México tras 18 años de ausencia, desde que realizó una gira por Matamoros, Toluca, Querétaro, Guanajuato y Monterrey, con el espectáculo Fuenteovejuna, de Antonio Gades, en el contexto de los festivales internacionales Cervantino y de Tamaulipas de octubre de 2004.
La gira Invocación del Ballet Nacional de España se realiza en colaboración con el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música, la Universidad de Guadalajara, la embajada de España, el Centro Cultural de España en México, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, con apoyo de Iberarte.
Olmo, Premio Nacional de la Danza 2015, conserva el fuerte acento andaluz que forjó en el conjunto de barriadas sevillano Las Tres Mil Viviendas; de origen muy humilde, su madre limpiaba casas y fregaba escaleras y su padre era carpintero, destaca el sacrificio y el apoyo incondicional de su familia para realizar su sueño de convertirse en bailarín hasta entrar a los 18 años al Ballet Nacional de España.
—¿Qué tanto pesa dirigir un ballet que lleva la palabra “nacional” y España en su nombre?
Representa un respeto absoluto, ya no sólo por el nombre de España, porque fíjate que llevo la representación de mi país. El Ballet Nacional de España es una casa donde yo me crié, me hice bailarín en ella, y la amo con locura; entonces, la llevo en volandas y en mi corazón. Tengo todo el corazón puesto en mi dirección y la represento de la mejor manera que puedo en todos los espectáculos y giras.
—¿Qué es el Ballet Nacional de España?
Es único en el mundo. No lo digo porque sea su director, sino porque es el único ballet que tiene una identidad propia. No es un ballet folclórico; es un ballet que tiene un estilo único, donde hacemos programas de argumentos, de noche completa, llevando toda la danza española y el flamenco por el mundo, pero también nos fusionamos con otras artes, con la danza contemporánea, la neoclásica. Llevamos espectáculos de vanguardia y siempre estamos buscando nuevas tendencias. Lo mismo los bailarines: son los más preparados y los que más disciplina en sus cuerpos tienen por esa preparación física de tantas disciplinas. Por eso el Ballet Nacional de España no tiene competencia, es único.
—Asumió la dirección en 2019. ¿Cuál diría que ha sido su mayor reto hasta ahora?
El mayor reto que me ha tocado vivir y también al frente del Ballet Nacional de España es superar la pandemia. No había pasado por esta situación, el mundo no había pasado por ella. Y he tenido que reinventar el Ballet Nacional de España. Hemos sido un ejemplo como ballet, porque no hemos dejado los escenarios, hemos hecho todos los escenarios que estaban abiertos, primero al 30 por ciento y luego con aforos más amplios. Hemos tenido que afrontar el trabajo en toda esta época de pandemia, porque, claro, es un ballet en el que viajan 87 personas conmigo, son 40 bailarines en escena, ocho músicos... Ha sido una época muy difícil. Además, nadie me podía dar un consejo. Así que ha sido el mayor reto.
Saqué todas las armas que podía; no solo eran los principios, además de mi dirección, tenía que luchar y aprender a superar estos momentos que estábamos viviendo. Fue todo un reto y me siento orgulloso de que tanto yo como todo el equipo del Ballet, los técnicos, bailarines, producción, todos, han estado ahí apoyándome, y lo hemos superado con muchísimo cariño y respeto y reinventando todo el tiempo el trabajo para estar cerca, además, de las personas que la estaban pasando mal dentro de la cultura.
—Repite “reinventar”. ¿Cómo reinventó?
Reinventar el trabajo es, por ejemplo: desde la sede del Ballet estuvimos haciendo espectáculos en streaming durante todas la mañanas, tuvimos que invitar a maestros a las sede para hacer master classes y talleres coreográficos, que también lo echamos en streaming para todo el mundo, que se metieran en la página del ballet y pudieran dar el curso con nosotros e incluso las master classes con nosotros. Y estar más cerca de todas las personas que también la estaban pasando mal, porque al fin y al cabo nosotros por lo menos teníamos nuestra nómina al fin de mes, pero había mucha gente que no y la estaba pasando muy mal y teníamos que acercarnos a ellos en esos momentos tan complicados.
—Los bailarines de la compañía no solo bailan con los pies, ¿con qué más bailan?
Los bailarines de la compañía bailan todas las disciplinas y, además, tienen un instrumento en sus pies, que es la percusión, con sus botas, con sus zapatos. Y aparte, con la dificultad, no solo la técnica, sino con la dificultad de ser buenos bailarines escénicos y llevar un instrumento, también lleva un instrumento en sus manos, que son las castañuelas, eso les hace únicos, porque cualquier bailarín clásico, cuando ve a alguien bailar Escuela Bolera, como los del Ballet, que tienen también la técnica clásica y, encima de todo, están tocando instrumentos con las manos y los pies, se sorprenden. Tienes que tener un oído absoluto para tocar y bailar así, delante de una orquesta sinfónica. Y es así. Y por eso digo que el Ballet Nacional de España es único, con personalidad propia y no tiene competencia.
—Vino a México como bailarín en 2000. ¿Ya aspiraba a dirigir el Ballet?
No, la verdad es que soy de ponerme retos a corta distancia. Y, en ese momento que era solista del Ballet, soñaba con hacer mi carrera como bailarín y sí que soñaba con tener mi sitio y mi nombre en el mundo de la danza, pero en ningún momento me planteé ser el director, eso ha sido sucediendo en cuanto iba consiguiendo mis objetivos o mis metas.
—¿Sintió más presión en México entonces como bailarín o ahora como director?
La presión se tiene siempre. Además, soy una persona muy responsable, yo mismo me meto muchísima presión, soy el que mayor presión me doy a mí mismo y con eso es voy consiguiendo mis objetivos y mi trabajo. Las personas, los periodistas, de la gente no me presiona, respetan mi trabajo.
—¿A qué le tiene más miedo: al abucheo o al aplauso?
Siempre da más miedo el abucheo, porque al aplauso estamos más acostumbrados. El bailarín que sueña con ser un gran bailarín, una figura, una persona importante dentro de ese mundo, todos, soñamos con el aplauso y estamos más preparados siempre para el éxito que para el fracaso, eso siempre. Para el fracaso nunca se está preparado del todo. Pero es posible que nos abuchen, más en una carrera larga. Pero nunca se está preparado del todo para el abucheo o el fracaso.
—La gira se llama Invocación, palabra hermosa y espiritual.
Precisamente es eso. Invocación es un homenaje a todos los grandes maestros de la danza, como Carmen Amaya, Antonio El Bailarín (Antonio Ruiz Soler), Pilar López, Antonio Gades... todas esas personas que nos abrieron las puertas de los teatros de todo el mundo. Y por eso es esa palabra: invocar a esos maestros para que sigan apoyándonos a los jóvenes y sigamos teniendo ese éxito en el mundo, que sigan con nosotros y apoyando nuestra danza. Por eso le puse Invocación, como homenaje a ellos.
—¿Es usted muy espiritual?
Sí, lo soy.
—Si pudiera invocar a un bailarín para un diálogo dancístico, ¿quién sería y por qué?
Antonio El Bailarín (1921-1996). Porque me cogió muy pequeñito su muerte y no pude conocerlo, y realmente me identifico mucho con él, con como a él le gustaba la danza española; soy una persona a la que le gusta la danza española en todas sus vertientes. Él era un bailarín y coreógrafo muy completo, y esa es mi meta también, Y además he bailado mucho sus ballets, incluso el año pasado, le hice un espectáculo, “Centenario de Antonio Ruiz Soler”, que estrenamos en el Teatro Real de Madrid en octubre. Me hubiera gustado muchísimo haberle conocido personalmente y haber estado cerca de él.
—En la televisión y cine vemos más presencia de la danza, con el documental Nureyev, de David y Jacqueline Morris, o los filmes Cuervo Blanco, de Ralph Fiennes, sobre el bailarín siberiano; Yuli, la biopic del cubano Carlos Acosta, de Iciar Bollain, o incluso Las niñas de cristal, que tocan al Ballet Nacional de España. ¿Qué opina de esta popularización de la danza en los mass media?
Creo que la danza tiene que estar más presente en el mundo. Sí hubo una época en que se hicieron muchísimas más películas sobre la danza y era un momento maravilloso. Pero, poquito a poquito, estamos con nuestro propio trabajo llegando a más público, y eso está interesando a los grandes directores de cine y televisión para hacer cosas bellas con la danza. Para mí es uno de los objetivos también con el Ballet Nacional de España: llegar a las grandes pantallas y hacer un documento bonito.
—El maestro Carlos Saura hizo obras maestras del cine con la danza. ¿A usted le gustaría con alguno de los grandes directores españoles para llevar el trabajo del Ballet a las pantallas?
He tenido propuestas de hacer cosas con el Ballet. Pero debo encontrar a un Carlos Saura, con una visión maravillosa de la danza, para yo me preste a hacer algo. No quiero hacer algo por hacer, quiero realizarlo con la persona que me comprenda y comprenda al Ballet Nacional de España, y haga un documento maravilloso sobre eso. No cualquiera que entre es la persona, como dice, hace falta un Saura. He tenido propuestas, pero se han quedado a medio gas, no era la persona que yo esperaba.
—Además del documental, está Cuervo Blanco, filme de 2018 sobre Nureyev. ¿Lo vio? ¿Qué opinión le merece?
Sí, lo vi. Me parece muy bien. Pero es que estamos hablando del divo de la danza. Para mí Nureyev, una vida tan triste y tan bonita por otro lado, es un bailarín maravilloso, y de él ha salido un documental precioso. Todos los documentos sobre él son maravillosos, como cuando estuvo con Margot Fonteyn. Es un personaje. Es el divo de la danza, desde luego.
—En todas estas películas y series, los directores, los coreógrafos, son unos ogros. Ni más ni menos en Las niñas de cristal, que se desarrolla justamente en el Ballet Nacional de España. ¿Es usted un ogro como director?
Hombre, no. Mi personalidad es otra cosa. Trato a mis bailarines con muchísimo respeto y cariño. Soy una persona que vengo de lo más humilde, y siempre lo recuerdo así, y los bailarines por eso me respetan a mí y mi trabajo, y el respeto es mutuo. Uno no tiene que ser como director algo feo, sino algo bonito, para que salgan cosas bonitas, tratar bien a la gente y hacer las cosas bonitas. Con la fuerza no se consigue nada. Esa época de dirigir así ya pasó; ahora mismo, con el respeto y el trabajo con los demás se consigue mucho más.
—Por los temas de sus coreografías, ¿cómo se inspira para construirlas?
Según la obra. En La Bella Otero (creada a partir de la diva de los escenarios españoles Carmen Otero Iglesias 1868-1965), que ha sido la última coreografía de noche completa que he hecho para la compañía, era un ballet con argumento. Me inspiré en una fotografía de la Bella Otero en una Rambla de Barcelona cuando yo estaba en el Ballet Contemporáneo. Esa imagen de postal me inspiró a hacer un gran ballet y siempre la guardé en un cajón, y la sacó cuando he tenido oportunidad de hacer una obra de argumento con esa ambición, porque un ballet es muy ambicioso, tenía que tener medios para hacer. Otras veces me inspira la música, el vestuario… Según la obra me llega la inspiración, pero lo importante es que es que llegue la inspiración.
—¿Qué prejuicios ha enfrentado en su vida y carrera y cómo los ha vencido?
¿Prejuicios yo? Gracias a Dios, teniendo el apoyo de mi familia como he tenido, no he tenido un mayor problema en eso. Sí que me han podido ocurrir cosas, tener rechazo de ciertas gentes. Pero, como hacía lo que más me gustaba en mi vida e hice de lo más bonito en mi vida mi profesión, he ido superando todo eso, no he tenido ningún problema en eso.
—Tuvo padres, una familia que siempre lo apoyó, sin prejuicios. ¿Que diría a los mexicanos, en especial de las ciudades por donde ha pasado o pasará el Ballet, cuyos hijos optan por la danza?
Que apoyarn a sus hijos en todo. La danza no es masculina ni femenina; tampoco la música. Hay que apoyar a los hijos a que cumplan sus sueños y que sean ellos mismos, que lleguen a ser lo que ellos quieran. Eso es apoyar la felicidad de sus hijos hagan lo que hagan. Nos lo han demostrado figuras como Nurevey, de quien hablábamos, o Mikhail Barishnikov, tantas grandes estrellas nos han enseñado que la danza es danza. Tienen que apoyar a los hijos a hacer de su vida lo más bonito posible y, que sueñen con lo que sueñen, que los apoyen, porque eso es darles felicidades a sus hijos para toda la vida.
PCL