La trama comenzó a escribirse hace más de 25 años, en forma de radionovela policial para la estación Rock 101, la cual se transmitía a lo largo del día, “en medio de la carga comercial de la estación”, pero se quedó inconclusa, con lo cual Jordi Soler tenía una especie de deuda con los escuchas de su tiempo.
Para saldarla, ahora lanza ¡Pinches jipis! (Malpaso Ediciones), en donde recupera la historia del comandante Conejero y el mismo escritor propone su regreso a “mi prosa de la Ciudad de México, que es lo que empecé a escribir”.
“Empecé con Bocafloja que es una novela profundamente chilanga, no sólo por los temas que trata, sino por la manera en que se expresa su narrador. ¡Pinches jipis! es exactamente eso: después de escribir libros con una prosa que me da por llamar Atlántica, entre México y España, la novela es un regreso completo o una vista a mis orígenes como escritor chilango”, cuenta el colaborador de MILENIO en una charla telefónica trasatlántica.
Desde la época en la que pasaban las cápsulas, Jordi Soler tenía la inquietud de escribir esa historia de una forma lineal, porque lo que había presentado en aquella ocasión eran pedazos policiales; primero salió en formato electrónico, pero cuando se dio cuenta que era una novela con sustancia, se propuso escribirla como una obra estructurada en forma de libro.
“Conseguí inventar un detective con cierta solidez, basado en los clichés de las novelas policiacas o del género negro. La novela negra, a diferencia de las novelas que suelo escribir, se arma de historias construidas a partir del cliché y en mis novelas me empeño en evadir los clichés, pero en ¡Pinches jipis!, como lo hacía en aquellas cápsulas, me puse a explotar el cliché”.
Parodiar a la realidad
Hace más de 15 años, Jordi Soler no vive en la Ciudad, aun cuando regresa a cada tanto, sin embargo la escritura de ¡Pinches jipis! le permitió reconectarse con esta Ciudad de México “en la que he estado presente desde la distancia”, a través de la historia de un policía de la vieja escuela, quien en medio del caos de la capital del país, debe enfrentar a un sádico asesino en serie.
“Además de un regreso a ese viejo personaje, es también un retorno no sólo al ex DF, sino a mi prosa de la Ciudad de México, que es lo que empecé a escribir: Bocafloja es una novela profundamente chilanga, no sólo por los temas que trata, sino por la manera en que se expresa su narrador: después de escribir libros con una prosa que me da por llamar Atlántica, entre México y España, la novela es un regreso completo o una vista a mis orígenes como escritor chilango”.
Desde ese punto de vista, se trata de una novela muy querida para Jordi Soler, no sólo porque se reencontró con esa forma de escribir que es la que más le divierte, sino debido a que le permitió recuperar un instrumental léxico que tenía un poco dormido, como si hubiera abierto un armario de prendas y elementos que no había usado hace más de dos décadas “y me doy cuenta que se siguen adaptando perfectamente a mí”.
“La novela salió primero en España, en contra de mi opinión, porque al editor de Malpaso le di la novela con la idea de publicarla sólo en México, porque es una historia tremendamente chilanga, está llena de claves que en España no iban a comprenderse del todo, pero el editor dijo que estaba muy equivocado y que había que publicarla no sólo acá, sino primero en España. Lo que pasó me sorprendió mucho, porque fue leída tal cual: una parodia seria del género”.
En su retorno literario a la Ciudad de México, Jordi Soler presenta a un detective cuyo bagaje es su experiencia, no es un hombre ilustrado, simplemente es un detective que, como los buenos detectives, ha resuelto casos, sobre todo en un tiempo en que la violencia ha ocupado otros espacios.
“Vuelvo a Bocafloja, mi novela chilanga, que hace poco volví a leer y descubrí que a finales de los 80, cuando la escribí, la gran preocupación era la contaminación ambiental: hoy los problemas parecen bastante más serios, ahora la muerte está a la vuelta de la esquina, hay un índice de violencia y de criminalidad que han cambiado los usos y costumbres de la ciudad y también su aspecto”.
¡Pinches jipis! refleja su propia evolución como chilango, porque siempre ha sido un habitante de estas tierras: nacido en Veracruz, pero desde muy niño llegó al ex DF, una condición que vista desde Europa o, ahora, desde Canadá, “me ha permitido mirarla con más objetividad a lo largo de estos años”, a decir de Jordi Soler.