¡Adiós al maestro de la palabra y la filarmonía! Rinden homenaje póstumo a Mario Lavista en Bellas Artes

Acompañado por amigos y familiares, el artista fue despedido en el Palacio de Bellas Artes

En la ceremonia estuvieron también músicos y colegas compositores. (Juan Carlos Bautista)
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

A los lejos un ladrido. Ya cerca la sonoridad de una ciudad inacabable e inabarcable. En el interior, los tañidos para darle entrada al féretro donde reposaban los restos de un hombre que hizo de la sonoro una manera distinta de entender al mundo, pero también de alegrarlo, de distraernos de los ruidos cotidianos.

Si la música es un recipiente de la memoria del hombre, hay que recurrir a ella para reconocernos y para conocer al mundo”. La frase le pertenece a Mario Lavista y fue evocada por la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto Guerrero, durante el homenaje de cuerpo presente que se le rindió en el Palacio de Bellas Artes.
Mario Lavista es uno de los más grandes compositores mexicanos, maestro de generaciones: no puede pensar la música mexicana contemporánea sin su presencia. La música nacional de las últimas décadas del siglo XX estuvo impulsada por su trabajo y no solo me refiero a sus creaciones, sino a su extensa labor editorial y pedagógica”, resaltó la funcionaria federal en la tarde-noche de despedida al compositor mexicano, fallecido a los 78 años de edad.


Foto: Juan Carlos Bautista

Una ceremonia dominada por las emociones. Sí estuvo el reconocimiento a uno de los compositores mexicanos más importantes del siglo XX, pero también el padre amoroso; se recordó al maestro de generaciones de compositores y, al mismo tiempo, al encargado de divulgar la música a través de la palabra. No solo estuvo el padre, sino además el hijo, el hermano, el abuelo.

 “En 52 años de vida”, dijo Claudia Lavista, “lo que recibí de mi padre fue puro amor, pura protección, pura guía, puro consuelo (…) Mi papá tenía un sentido del humor absolutamente genial y en alguna época de mi vida, muy chiquita, no quería venir a la ópera de Bellas Artes, porque me parecía muy aburrida. Y mi papá me dijo ‘Mira, mi amor, en esta casa la cultura es a hue… Se sirve ensalada y Bach. Me quedó claro lo que mi papá quería”.

La mejor manera que encontró la coreógrafa para describir a Mario Lavista fue “puro gozo”, porque todo el tiempo gozaba, se reía, se divertía, “nos hacíamos chistes: era de una humildad increíble”, aseguró Claudia Lavista, quien al mismo tiempo se sabe poseedora de un desafío: lograr que su música se toque.


Foto: Juan Carlos Bautista

Que esos sonidos lleguen a muchos lugares, que muchos músicos y orquestas en el mundo toquen su música y, entonces, nos queda a mí, a México y a varios de sus amigos, ver qué vamos a hacer con su legado y asegurarnos que todos tengan acceso, sobre todo los jóvenes”.

En el homenaje estaban presentes amigos, músicos, compositores, su familia, como su nieta Elisa o su madre, María Luisa Camacho. Ya antes habían hablado la compositora Gabriela Ortiz y el director escénico Sergio Vela sobre la obra, pero en especial la vida, de un personaje como Mario Lavista, aunque las evocaciones se dieron prácticamente a lo largo del día.

Así, por ejemplo, uno de sus compañeros en El Colegio Nacional, Luis Fernando Lara, rememoró las comidas que solía organizar el compositor en su casa, todas las semanas: “Ahí se hablaba de todo: de música, por supuesto; de literatura; de cultura. Quienes asistíamos a ellas salíamos enriquecidos. Alguna vez platicábamos de la horrenda música que hoy se toca en las iglesias (con honrosas excepciones); él me comentó que cuando sonaba esa música 'Dios se salía de la iglesia'. Extrañaré siempre su cercanía”, en palabras del lingüista.


Foto: Juan Carlos Bautista

Fueron cerca de dos horas de homenaje a Mario Lavista Camacho en el Palacio de Bellas Artes: llegó pasadas las 17 horas y su féretro comenzó a salir ya cuando la oscuridad se había apoderado de la ciudad: lentamente, en medio de aplausos - y no uno o dos, sino varios - que lo irán acompañando en su paso hacia la inmortalidad.

Al ritmo de sus propias creaciones

No había otra manera de despedir a Maro Lavista que con música, la que él imaginó y aquella que lo llevó a imaginar y a crear. A cargo del grupo Tambuco, se escucharon dos obras compuestas por el maestro: Lamento para flauta baja y Bocetos para una rama, pero también piezas que solían acompañarlo: de Mozart o de Guillaume de Machaut. Sonidos para un adiós.

yhc

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