CUCURRUCUCÚ PALOMA
“Nomás se le iba en puro llorar”, el tiempo dedicado al llanto, la vida dedicada a llorar, “dicen que el mismo cielo se estremecía de oír su llanto”, así, sin pudor, gritar el dolor, que todos lo sepan, que el cielo lo escuche.
Tomás Méndez escribió un lamento, largo, que se acaba cuando la vida se cansa de llorar y se va de nuestro cuerpo, llevándose ese dolor. Ay, Tomás, qué manera de llorar, cuántas lagrimas le caben al pecho. El dibujo de Rocío Coffeen está encerrado en su dolor, una pequeña casa, un cuerpo que contiene un ser atormentado por la pérdida del amor, por la destrucción del alcohol “dice que no dormía, nomás se le iba en puro tomar”. La paloma posa sobre el capelo que encierra esa pena, espera que el dolor consuma esa vida para irse con ella.
Tomás, el niño que fue minero y terminó siendo compositor, que sabe las canciones del campo, de la soledad y la pobreza, canta a “una casita sola, con sus puertitas de par en par”, “espera a que regrese la desdichada”, la vida se hace eterna esperando, es el infierno del que sufre.
El personaje de Rocío ya está en el dolor de ser él, esa es su condena, el alcoholismo le ha entregado otra miseria que supera la del amor perdido, lo ha llevado a la destrucción sin sentido que nada puede retener, que ve como todo se va de su lado, sus amores, su propia cordura y su paz.
“Dicen que el mismo cielo se estremecía de oír su llanto” y el personaje del dibujo ya no recuerda por qué llora, ya olvidó quién lo llevó a ese punto, sólo tiene sitio para beber, y eso no deja ni que las lágrimas purifiquen. El alma se va “esa paloma no es otra cosa más que su alma” y la paloma paciente, es compañía y testigo, es el llanto y el olvido, es el alma que se irá, para dejar que esas lágrimas se callen. Cantar al dolor invita a que la vida duela, a que sintamos, con canciones que se cantan en coro, nos dice Rocío, “es una canción muy desoladora, muy triste, muy rica cuando la canta uno en las noches de bohemia. Es una canción muy hermosa” y ahora nunca la podrá escuchar igual. El dibujo recrea un episodio de su vida, el alcoholismo de su hermano, y haber analizado así la canción le impedirá volver a oírla como antes.
La creación es a veces un proceso catártico, no solo cantar esta canción desata la emoción, también dibujarla, por eso el arte “Nos hace más sensibles. Enriquece nuestra vida espiritual, de una forma maravillosa. Te hace más empático con los demás” dice Rocío. Cucurrucucú Paloma enriqueció nuestra forma de sacar una emoción, porque “las piedras jamás, Paloma, qué van a saber de amores”.