El director Rodrigo Macías (Texcoco, 1977) considera hoy más importante el mensaje de la Novena Sinfonía, que hace 200 años cuando Ludwig van Beethoven la estrenó en Viena el 7 de mayo de 1824.
“Por los tiempos que vivimos, ahora es más importante la Novena que 200 años atrás en su estreno. Justo por los tiempos que corren, este concierto es un llamado a la tolerancia, al respeto, a la idea de que cuando los humanos nos ponemos de acuerdo podemos lograr cosas impresionantes, maravillosas e irrepetibles”, dice en entrevista el director, que estará al frente de la Orquesta Sinfónica de México.
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La Sinfonía 9 en re menor, opus 125, Coral, cumple 200 años desde su estreno en la capital austriaca y para festejarlo este martes 7 de mayo, 20:30 horas, la orquesta la interpretará en el Auditorio Nacional, bajo la batuta de Macías, con la soprano Angélica Alexandre, la mezzo Alejandra Gómez, el tenor Rodrigo Garcíarroyo y el barítono Tomás Castellanos como solistas, y un coro invitado de 80 voces (Gradus ad Parnassum) bajo la dirección Christian Gohmer, de Solistas Ensamble del Inbal.
Se estrenó el 7 de mayo de 1824 en el teatro de la Corte imperial de Viena, con Beethoven como director orquestal (aunque quien en realidad dirigió por la sordera del compositor fue Michael Umlauf, kapellmeister —maestro de coro— del teatro), y como solistas la soprano Henrietta Sontag (quien años después murió de cólera en México), la contralto Caroline Unger, el tenor Anton Hainzinger y el barítono Joseph Seipelt.
“El concierto será justo cuando la Novena cumple 200 años. Es una obra que va más allá de la música. Quien vaya al Auditorio el 7 de mayo verá que no es un pasatiempo musical, sino una experiencia más allá: un llamado a la conciencia, a la cooperación, al amor fraterno”, promete Macías.
Rompió con lo establecido
La Novena, y en especial su cuarto movimiento, que rompió la manera tradicional con que se escribían las sinfonías hasta la época de Beethoven, ha sido admirada lo mismo por tiranos como Adolf Hitler, que por músicos como Richard Wagner o cineastas como Stanley Kubrick y Andrei Tarkovski, quienes han estructurado obras maestras como Naranja mecánica o Nostalgia, respectivamente, en torno a ella.
La Unión Europea adoptó la Novena como su himno oficial e incluso en la Copa Libertadores de Futbol, la mayor competencia de clubes de ese deporte en Sudamérica, la incluyó en sus ceremonias de 2002 a 2016. En 2001, la partitura original se inscribió en el Registro de la Memoria del Mundo de la Unesco.
“No hay obra musical que haya permeado tanto en la sociedad occidental. Sigue actual, vigente, por un lado por el texto de Friedrich Schiller con la oda A la alegría y por el otro la música maravillosa, espectacular de Beethoven. La Novena sigue tan fresca como cuando fue escrita. Esa es la diferencia entre los grandes compositores: las obras de arte no envejecen. La Novena, 200 años después sigue con toda su fuerza y su brillo”, dice el también director de la Orquesta Sinfónica del Estado de México (OSEM) desde 2018.
Cuenta que su primer acercamiento a la Novena fue a los cinco años de edad, cuando, como todos los niños, escuchó primero la parte del llamado himno A la Alegría, basado en versos de la oda de Schiller.
“Solo años después supe que era parte de una obra más grande. Como a los 10 años la escuché completa en un disco con mis padres. Después, en la escuela, la estudié, la toqué y la canté. Y apenas hace como 10 años fue la primera vez que la dirigí (tengo unos 20 años dirigiendo), porque justo es una sinfonía compleja, no es una pieza para principiantes, ni en dirección, ni en canto ni en interpretación”.
Acercar al público
Señala que el concierto del 7 de mayo en el Auditorio Nacional, con más de 200 artistas en escena, busca también acercar a la gente a la música sinfónica, en un programa que incluye la Obertura Egmont, también de Beethoven, y Las danzas polovtsianas de la ópera El príncipe Igor, de Aleksander Borodin.
“Esta Novena de Beethoven en su bicentenario es para los grandes amantes de la música, por supuesto, pero, sobre todo, es para aquellas personas que nunca han escuchado la Novena completa, ni a una orquesta en vivo, ni a un coro en vivo. Para todos ellos es importante esta ocasión, podrán verla y escucharla 10 mil personas”, subraya Macías en referencia al aforo máximo que tiene el Auditorio.
El director orquestal recuerda que la Novena es la última de las sinfonías compuestas por Beethoven, que se dividen en pequeñas sinfonías, de menos de media hora de duración (la Primera, Segunda, Cuarta, Sexta y Octava), y las grandes de más duración (Tercera, Quinta, Séptima y Novena).
“La Novena es una pieza monumental, escrita con cuatro movimientos muy dilatados, que concentran toda su fuerza en el cuarto, que requiere solistas y coro para entonar el famoso himno (oda) A la alegría, de Schiller, en un fragmento que tiene otros momentos igual de impactantes y conmovedores.
“Es la más importante de las que escribió, cambia la historia de la música con ella; primero, al incluir un cuarto movimiento sumamente largo, solo el final dura más de 20 minutos. Primero es orquestal y después agrega la oda A la alegría, canto a la libertad, a la hermandad, tan necesario y afín al pensamiento y temperamento de Beethoven y tan importante en la época en que la compuso”, expone.
Para Macías, Beethoven empezó “a salirse del molde” en sus sinfonías 3, 5 y 7, cuando la fórmula de composición para la sinfonía clásica le empezó a parecer insuficiente.
“La Novena es el ejemplo máximo, es la sinfonía más larga del compositor, dura 80 minutos, duración fuera de toda proporción para la época. Y luego, algo más inesperado, increíble, es la participación de cantantes solistas y coro en el cuarto movimiento. La Novena empieza con un movimiento muy contundente, muy monumental; siguen después el segundo y tercer movimientos también orquestales.
“Y en el cuarto movimiento, Beethoven sintió la necesidad de hacer esa cosa increíble para la época, ni siquiera él en sus sinfonías previas utilizó un coro y solistas cantantes, solo eran sinfonías orquestales, puramente instrumentales. Quedó impresionado, obsesionado con el texto de Schiller y decidió incluirlo en ese final apoteósico de esta gran sinfonía, su obra más importante. Y cambió la historia”.
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