Dios nunca muere
Dios nunca muere: como declaración filosófica, es el deseo de trascender. Macedonio Alcalá es el autor de este vals; la interpreta con un hermoso dibujo otro gran maestro oaxaqueño, Rolando Rojas. El dibujo contiene sus memorias de la niñez y su promesa de vivir y morir pintando.
Rolando Rojas nos cuenta: “El maestro Alcalá qué historia vivió para componer esta canción que es el himno de los oaxaqueños. Mi esposa cuando la escucha, se para, por respeto. Gracias, porque estoy interpretando una canción muy importante para los oaxaqueños. Es uno de los bellos valses que hay en el mundo”.
Los oaxaqueños tienen una relación muy bella entre el campo y el arte. Macedonio Alcalá era campesino; escuchó música; y decidió, como una epifanía, consagrar su vida a la música. Es una historia de muchos artistas oaxaqueños: que estaban dedicados al campo y conocieron el arte y se dedicaron a la pintura, a las artes gráficas.
Rolando nos dice su experiencia: “Aquí en Oaxaca no tenemos fábricas, no hay industrias. Hay algo impresionante, toda la comunidad oaxaqueña, todos los pueblos de Oaxaca, nacemos con cultura. La cultura de la vestimenta, la comida y del Istmo, que es muy de allá. En la comida, las lenguas, pienso que toda esta cultura que nos envuelve a los oaxaqueños, tenemos esa oportunidad de ser sensibles, ya sea en la música, en la pintura, en el grabado, en la composición, poetas… Nacemos para expresarnos en el arte”.
Hacer arte en Oaxaca: “El maestro Alcalá compuso esta canción en su desesperación, casi en su muerte. Después de un siglo le ponen la letra: impresionante también. Deja contarte: yo soy de Tehuantepec. Conozco esta canción, porque mi madre es muy religiosa. Cuando íbamos a la iglesia, ahí estaba este vals. Lo conocí con mucho respeto, pues al estar en la iglesia, tocando la música de viento. Lo escuchaba y es fúnebre. Es muy sentimental. Cuando iba a acompañar a mi madre a un velorio, a un entierro, escuchaba esta música. Entonces de chico, me acuerdo que esta música era como un homenaje hacia el más allá, respetando a Dios y a los que ya se iban. La escucho y hasta se siento esa vivencia de niño. Es una hermosa canción que, yo hago un dibujo pensando un poquito lo que pasó en mi niñez con música de viento. Hago, no sé si es un amanecer o un atardecer, es está esta imagen puede ser el sol o la luna”.
“Es un grafito. Es un dibujo. Hay unos instrumentos de viento; hay unos cerros que, como dice la canción, “muere el sol, pero Dios nunca muere”.
El dibujo de Rolando hace un homenaje a Macedonio Alcalá, porque consagró su vida al arte, murió por el arte. Decidió entregarlo todo muy joven. El momento muy crítico de su vida, casi como de leyenda, termina de escribir este bellísimo vals. Le da la fama que no esperaba, que ya se había resignado a no alcanzar, y muere al poco tiempo.
Rolando conoce la leyenda muy bien: “Cuando Macedonio compone esta canción, encuentra un dinero en su cama, de un compadre que murió. Le dice su esposa: Dios nuca muere. Entonces se pone a escribir esta canción, tan bella, tan hermosa. Nosotros nos sentimos muy orgullosos por ser oaxaqueños y eso nos da un más aliento para hacer arte aquí en Oaxaca. Creo que todos los artistas, o por lo menos yo, vamos a morir —yo voy a morir pintando. Es lo más bello, lo más hermoso de lo que puedo hacer. Puedo hacer muchas cosas, pero lo que siempre seguiré haciendo es pintar”.
Rolando nos dice de dónde saca esa fuerza para inventar su color: “Me acuerdo mucho de las fiestas del Istmo de Tehuantepec, la vestimenta es de mucho color. Las mujeres son tan hermosas; son tan grandes, llenas de joyas. Son unas mujeres dignas de admirarse. De ahí vienen los colores. Me acuerdo de esos colores: verde, rojo, azul, amarillo. Te hablo de los primarios o los secundarios. Ahí donde yo me quedo: con esos colores. Me gusta vivir intensamente la vida cada día, y estar pintando con gran alegría, con música. Eso es lo que refleja mi trabajo”.