El artista multidisciplinario Rolando de la Rosa es en sí mismo un museo mexicano contra la intolerancia. En 1988, una instalación suya desató una marcha de miles de católicos que impugnaban el derecho a la libertad de expresión; 17 años después, otra de sus 10 obras, un caballo de Troya armado con huacales que paseó también por Reforma, recibió horas de aplausos en una manifestación política. Su enfrentamiento contra el fanatismo religioso corrió paralelo al del escritor Salman Rushdie, a diferencia de que se inició un año antes. Y hoy que se entera de que el ultraderechista Jorge Serrano Limón, El señor de las tangas, fue a dar unos días a prisión acusado de peculado, De la Rosa, quien se declara muy católico “gracias a Dios”, sonríe y comenta: “Creé un ícono: la Virgen Marilyn... pero ya no represento ningún peligro”.
El 23 de enero de 1988 el ahora arzobispo primado de México, Norberto Rivera, mandó a Serrano Limón —según la versión que en aquel entonces dio éste— a encabezar la mayor protesta de la ultraderecha católica en la historia de México contra una exposición de arte contemporáneo en el país.
Serrano Limón y su organización ProVida, con unos 600 manifestantes, hicieron cerrar el Museo de Arte Moderno (MAM), lo que provocó que despidieran a su director Jorge Alberto Manrique y desmontaran las obras que desataron esa ira fanática: la instalación de Rolando de la Rosa, El real templo Real, que incluía tres altares con varias obras: uno dedicado a la Virgen Marilyn (la Guadalupana con rostro de la Monroe y los pechos de fuera); otro, a Cristo-Infante (Jesús con rasgos de Pedro Infante, el charro bueno, en una versión de La última cena) con una bandera mexicana debajo de unas botas tejanas; y un tercero, a la Misa-Futbol, que entre otras cosas incluía a un Santo Niño de Atocha con cara de Hugo Sánchez y un balón en los genitales, como crítica a los rituales dominicales. En el primero, además, incluía a un Niño Dios con balón de futbol, guante de box y sombrero de charro.
Casi tres décadas después, De la Rosa niega la versión de Manrique de que él, asustado, haya pedido no volver a colgar su obra; asegura que el despido del director del MAM fue orden del Ejército; que el presidente Miguel de la Madrid lo “mandó matar” y que, al final, la Iglesia se benefició con su obra.
“A Manrique no lo corrieron por órdenes del gobierno. El Ejército pidió su cabeza porque había permitido colgar una obra que mostraba la bandera de México en el suelo bajo unas botas tejanas”, dice De la Rosa, quien se apoya en una versión de su amigo y crítico de arte peruano Juan Acha (1916-1995), quien investigó el affaire para un aniversario del MAM.
En febrero de 1989, el Ayatolá Jomeini dictó una sentencia de muerte contra Salman Rushdie por la publicación de Los versos satánicos, ¿se sintió identificado con el escritor?
A mí me dijeron que el presidente Miguel de la Madrid me mandó matar, me lo dijo años después el mismo a quien mandaron a hacerlo, que resultó ser pariente mío y, al final, me protegió. Puede ser verdad o mentira, pero de que no se tientan la mano para matar, no se la tientan. Afortunadamente ya no represento ningún peligro. Mi función para ellos fue que el clero entrara al terreno político. Cuando asumió Salinas la Presidencia fue la primera vez que entraron sotanas a la toma de posesión desde Benito Juárez. ¿De dónde nació eso? De mi exposición, de ahí nace el empoderamiento del clero en la política mexicana. Su plan con las protestas les resultó. Fui solo una ficha, y una de las más baratas.
Manrique aseguró en una entrevista, un mes después del cierre del MAM y de la Marcha de Desagravio católica, que usted, “asustado”, fue quien decidió retirar su obra ante las protestas.
Es mentira. Manrique cuidaba su prestigio y su puesto. Eres la primera persona a la que se lo digo. Las obras me las llevaron una noche a las puertas de mi casa en Portales, como una semana después del 23 de enero que ocurrió la protesta. Me las llevó el subdirector Antonio Luque. Me dijo: “Aquí están sus obras”. Yo le contesté: “No me traigan eso a mi casa, vean cómo está la situación, van a venir a apedrearme”. Nunca he hablado nada de eso. Siempre han dicho que tuve miedo. ¿Cómo no iba a tenerlo si estaba amenazado de muerte? ¡Estaría loco! No soy un artista cobarde, solo me protegía.
En cuanto a Serrano Limón, quien irónicamente es su vecino en Coyoacán, De la Rosa afirma que la historia lo puso en su lugar, en el banquillo como delincuente. “Serrano Limón se daba golpes de pecho y se decía defensor de la patria y de sus símbolos, pero se puso a robar en cuanto tuvo una oportunidad”, apunta.
LA CIVILIZACIÓN DEL TITANIC
Artista conceptual, activista de derechos humanos y sociales en México, África del Norte o Sudamérica, y profesor de posgrado en la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM, De la Rosa equipara en entrevista a la civilización actual con el Titanic que se dirigió derecho a su destrucción, y en esa metáfora también compara a los artistas contemporáneos con los músicos del transatlántico, porque en medio de la tragedia del hundimiento “siguen entreteniendo a las élites”, tocando hasta el final.
En su siguiente proyecto, justamente quiere exponer esa reflexión sobre la civilización del Titanic, que “se dirige a la destrucción del planeta, al ecocidio total”, mientras el barco sigue su rumbo. “Será una acción social con añadidos textuales sobre el edificio del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) en Ciudad Universitaria, que si lo ves por fuera tiene forma de barco. La propuesta es que ahí voy a poner La civilización del Titanic y que los artistas contemporáneos somos los músicos del Titanic, solo unos artistas empleados. Ya dentro del museo quiero exponer toda la catástrofe económica, ecológica, humanitaria que está sufriendo la humanidad. Por eso llamo a los artistas contemporáneos los músicos del Titanic, porque seguimos haciendo objetos para el deleite de la primera clase mientras se hunde el barco”.
Otros dos de sus proyectos retoman la exposición de hace 28 años en el MAM. De la Rosa, quien obtuvo una maestría en la UNAM con una tesis sobre la simbología en el escudo de la Academia de San Carlos, ahora busca un doctorado analizando las repercusiones de aquella instalación en el salón Espacios Alternativos del MAM —que se inauguró el 10 de diciembre de 1987—, incluida en una exposición colectiva en la que participaron entre otros Gabriel Orozco, Mauricio Rocha, Gabriel Macotela, Antonio Ortiz El Gritón, y Mónica Mayer, y espera igual hacer una retrospectiva. “Reuní 800 páginas de periódicos sobre el caso de la Virgen Marilyn”, dice.
“Estoy muy orgulloso de todo lo que logré con la Virgen Marilyn, porque es una obra que entendieron en todo el mundo influenciado por Occidente, porque Marilyn es un símbolo de la sexualidad y el otro de la virginidad, y yo los uní. Eso todo mundo lo entendió. Si no veías la obra, te la platicaban y en tu cabeza la veías perfectamente. La Virgen de Guadalupe con la cara de Marilyn Monroe y los senos descubiertos. Fue un acontecimiento muy importante para México, salió en todo el mundo, en América, Europa, Asia, África y Oceanía”, comenta De la Rosa, especialista en la simbología del arte.
“Tengo 10 obras históricas, es decir que pudieron alcanzar una trascendencia mediática. Pero mi momento en la historia del arte contemporáneo mexicano es la instalación con la Virgen Marilyn”, señala.
Más que un mito, el artista considera que aquella instalación de 1987-88 se convirtió en un nuevo ícono contra la intolerancia. “No es un mito porque fueron reales la obra y la censura. Es un ícono de lo que puede provocar el arte en una sociedad intolerante”, acota.
El primer intento de censura a su instalación fue de dos de las curadoras que tenía el MAM en 1987-1988, que según De la Rosa, eran del Opus Dei y querían que desmontara sus obras aun antes de las protestas. Las repercusiones de la censura, entre otras cosas, le cerraron las puertas de museos y galerías.
La censura se tradujo en autocensura. “Me harté de tener problemas y dejé de hacer obras que tuvieran cuestionamientos religiosos. Decía yo: ‘Ya lo hice, fue algo histórico’, y pensaba que algo más se me ocurriría”, narra De la Rosa, quien tardó muchos años en hacer otra vez algo artístico que trascendiera en un acto social, aunque apoyó a la fotógrafa Yamina del Real en numerosas acciones artísticas como activistas en la lucha contra el VIH/Sida, como performances en Bellas Artes. Por iniciativa de ella, también llevó un caballo de Troya de huacales a Argentina, para una protesta por el 35 aniversario del golpe militar. Otros de sus caballos han ido hasta el Sahara, en su activismo a favor del pueblo saharaui.
¿Se siente identificado con artistas activistas como Banksy o Ai Wei Wei?
Ai Wei Wei es difícil de juzgar; si bien es chino, su técnica es estadunidense, hace arte occidental. Aunque físicamente sí me le parezco, nomás que el es Ai Wei Wei y yo soy “Hay Güey Güey”, porque soy mexicano y trabajo para mexicanos.
En 2005, durante la Marcha contra el desafuero de Andrés Manuel López Obrador, a partir de una idea de Susana Cato, De la Rosa hizo con huacales una escultura de un caballo de Troya que fue empujada del Museo de Antropología al Zócalo. “Durante las tres horas que tardamos en trasladarla la gente aplaudía el paso de mi caballo de Troya. No sabes la emoción que yo sentía como artista. Nunca he sentido más emoción que ese día. Pocos artistas han sido aplaudidos tres horas por una escultura”, narra con orgullo.
En la actualidad, mucha gente se pregunta en dónde quedaron las tres piezas suyas que se exhibieron como arte efímero involuntario en el MAM: la Guadalupana-Marilyn, Cristo Infante y el Niño-Dios con balón. “Se destruyeron, quedaron en alguna casa donde viví y se perdieron o alguien se las llevó y las tiene todavía o ya las tiró a la basura, porque eran simplemente carteles”, afirma De la Rosa.
“Esas obras se destruyeron, no tienen importancia. Es como cuando Marcel Duchamp le puso bigotes a la Mona Lisa. ¿Qué vale esa obra? Vale la idea, vale el concepto. ¿Qué vale de mi obra de la Virgen Marilyn? Vale el concepto. Estoy uniendo símbolos contrarios”, sostiene el artista de 64 años.
De la Rosa aclara que su crítica no era contra la religión ni la Iglesia, sino contra sus atrocidades, como la defensa que hicieron el Vaticano y la jerarquía católica mexicana del pederasta Marcial Maciel. “Soy católico, soy muy religioso, rezo todos los días, si no voy a misa es porque de niño hubo el caso de un cura que intentó violar a una mujer de mi familia”, aclara el autor de la Virgen con cara de Marilyn.
“Cual músicos del Titanic,
hoy los artistas divertimos a las élites
mientras todo se hunde”