Román Miranda dibuja "Por un amor" en El Arte de la Canción, con Avelina Lésper

Colección Milenio Arte

Román Miranda se inspiró en la canción Por un amor de Gilberto Parra. El azar, la conmiseración de un corazón que sufre, en un retrato de la dualidad del amor, el dolor, la dicha, ese albur que nos envicia y mantiene nuestro destino sometido a una pa

Ciudad de México /

Por un amor

Román Miranda se inspiró en la canción Por un amor de Gilberto Parra. El azar, la conmiseración de un corazón que sufre, en un retrato de la dualidad del amor, el dolor, la dicha, ese albur que nos envicia y mantiene nuestro destino sometido a una pasión.

Román nos dice que ésta es una canción cantinera: “Es típica canción de desamor y de sufrimiento. La busqué e inmediatamente empezó la tonadita, las primeras notas y ya estaba tarareándola. Empezaron a fluir ideas y a desarrollar varios simbolismos”.

El amor es un juego de cartas, un póker en el que no sabes qué te va a tocar, un albur del todo o nada, y nos dice Román: “De hecho, mi dibujo se llama Retrato de un albur. Empecé a hilar pensamientos, simbolismos: la cantina, el juego de cartas, el amor y todo esto, nosotros lo atribuimos mucho al azar, a la suerte, a la buena o mala fortuna, por eso es un retrato doble. La composición es distinta: está tatuada con el as de picas. En esta simbología con la lectura de las cartas, todo el tiempo estamos buscando de dónde agarrarnos y de que nos lean el destino”.

“Tengo un amor, que en mi vida dejó para siempre amargo dolor”.

No buscamos que los naipes nos digan la verdad, buscamos que nos digan lo que querremos oír. Román continúa con los simbolismos: “Por otro lado queremos que nos digan también que no es nuestra culpa. Es muy interesante la lectura de los símbolos de las cartas, las picas tienen una connotación negativa. El color, el rojo es el positivo, el negro es el negativo. Las picas se relacionan con el elemento tierra y con el sufrimiento. También tiene una parte positiva, es el aprendizaje a partir del sufrimiento, del dolor, para salir adelante. Al centro es otra vez la pica, pero está invertida. Es como un milagrito. Entonces volvemos a esto de las ofrendas, de buscar soluciones y esperanza en otras cosas. En algo más allá de lo tangible”.

El amor tiene dos rostros. El rostro que conocemos cuando nos enamoramos y el otro con el desamor.

“Por un amor he llorado gotitas de sangre del corazón”.

Hay una lágrima, nos dice Román: “El derramamiento que cae cerca del lagrimal. Es un retrato doble por este amor propio, la aceptación de uno mismo o el rechazo de uno mismo. Entonces aquí me gusta que está viendo hacia dentro, hacia sí misma. La luz viene de afuera, no está en el rostro, ella mira hacia su corazón.

“Pobre de mí, hay corazón, pobre de mí, no sufras más”.

Vemos en el dibujo nuestra propia suerte amorosa, Román nos explica: “Percibir una lectura y una historia totalmente distinta, que depende del momento en que la vivas. Si estás en un amor pleno la vas a ver de una manera; si estás en una separación o rompimiento, lo vas a percibir diferente. Al ponerle atención a la canción y hacer un análisis más profundo, me llamó la atención cómo tendemos a cargar todo lo que nos sucede al azar y cómo no querernos hacernos responsables de nuestras propias consecuencias”.

No queremos hacer responsables de nuestro dolor y culpamos a otro. “Ay pobre corazón, pobre de mí”.

  • Avelina Lésper

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