En 2017, el chihuahuense Romeo Méndez agarró el pincel y ya no lo soltó. En ese entonces tenía 19 años y estudiaba finanzas con el afán de ser corredor de bolsa, pero un lienzo y los colores le cambiaron la vida.
Tras plasmar "varias imágenes que representaban cosas que sentía en ese momento", se enamoró de la pintura, su relación más estable a la fecha. En casa, decidirse por del camino artístico fue disruptivo al principio, pero pronto recibió todo el apoyo.
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En entrevista con MILENIO, recuerda que de adolescente le regalaron una cámara, "y me ponía a tomar fotos a todo, me gustaban los contrastes". Esa fue "la primera vez que me dediqué a hacer algo porque me gustaba cómo se sentía".
"Estaba en los primeros semestres de la carrera y una persona me pidió una pintura. Yo lo veía de hobbie, pero vi esa oportunidad y me di cuenta que podía ser un estilo de vida", comparte sobre el momento en que profesionalizó su visión creativa.
Esa primera obra, la efigie de un torero, le gustó mucho porque "hacía muchos retratos, más de cerca, y esto era más cuerpo completo con el animal".
A partir de ahí, Romeo ha transitado una carrera que lo lleva a afirmar que se puede vivir del arte en México (piezas suyas se pueden comprar en el sitio Obras de arte Mexicanas, ODAM)
Aunque reconoce que el apoyo económico y mediático, tanto de instituciones como de medios y gente, sigue siendo una lucha constante.
Define la esencia de su trabajo como "expresionismo contemporáneo", que se vale principalmente de colores rojos y amarillos porque dan "contrastes altos". Suele plasmar rostros y cuerpos, aunque no se encasilla en estas formas.
"El arte es todo lo que te haga sentir algo, todo lo que te llame la atención, que te haga voltear y detenerte. El arte está en todo, no necesariamente tiene que ser algo estético", sentencia.
Sobre el panorama en su natal Chihuahua, rememora que al comenzar no había mucho movimiento cultural, no había difusión para los eventos, "pero he visto un cambio: se está diversificando, ya hay artistas de todo tipo".
Este crecimiento local le ha valido exponerse a nivel nacional, como en el Museo Tamayo - "mi favorito"- , e internacional, en muestras de Grecia, Estados Unidos y Canadá.
Entonces, confiesa que las críticas le significan un reto personal y que ocasionalmente ha tenido momentos de duda sobre su labor pictórica, pero lo que lo energiza y motiva es saberse libre en su trabajo: "Disponer de mi tiempo, crear libremente y experimentar".
"Quisiera poder seguir haciendo esto hasta que me muera, hasta los últimos días".
La inteligencia artificial, que ha generado acalorados debates por su incidencia en procesos creativos, le amerita una opinión positiva: "Todos lo que es tecnología es por un bien común y un progreso; no lo veo como una competencia con los artistas, puede ser una herramienta que ayuda más que lo que puede perjudicar. Creo que no es verla como una enemiga".
Al cierre de la charla con MILENIO, Romeo Méndez, que encuentra su mayor excentricidad en mezclar sus tintas con la arena de las playas que visita, dice que su plan es escalar más rápidamente la curva ascendente que lo envuelve desde hace unos años.
Para esto, cuenta que viene un proyecto que lo emociona porque puede significarle hito: "Una colección que va a ser para Chihuahua, con figuras importantes de los últimos 100 años".
hc