La música es para muchos la medicina perfecta, y el bálsamo que hace vibrar las emociones de cualquiera en tiempo de crisis o de alegrías.
Sin embargo, el covid-19 trajo muchas complicaciones no sólo para quienes están dedicados al arte de componer o tocar algún instrumento.
Y cuando en medio de ese mundo es una mujer la que encabeza lo extraordinario, entonces se vuelve una fortuna costosa, que sólo siendo perseverante, se consolida.
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Rosa Isabel Padilla, una flautista egresada de la Facultad de Música y Artes de la UAT, recuerda que su primera incursión con este medio, lo hizo tocando en el Higo, Veracruz.
En medio de una pandemia por la covid-19, dijo es un reto constante poder hacer de este arte una forma de apoyo para las familias, primero cuando prevalecía el confinamiento, después mantener vivas las ganas de la música, y que se logra con disciplina, y decididos a innovar.
“Ingresé en abril de 1998, era el director el profesor Narciso Barragán Oliva; llegué un martes al kiosco de la plaza de la Libertad, hablé con él, y le dije soy flautista y me gustaría ser parte de la Banda Municipal, entonces, me dijo dónde estudiaste... respondí que en la Facultad de Música y Artes, entonces, dijo, vente el jueves y de azul y blanco”.
Por lo que para el domingo de esa misma semana, debuta como una integrante más de la Banda Municipal en el Higo, Veracruz, después ya era oficialmente parte de la nómina.
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“Durante un periodo fui la única mujer y siempre me sentí arropada y protegida por mis compañeros al grado de llamarlos hermanos”, refirió.
Comentó que su historia no es diferente a quienes son cantautores en la zona conurbada, o músicos, porque el panorama fue y es complejo, toda vez que aún no regresan a las plazas públicas, lo que dificulta hacer llegar ese beneplácito, para los que no cuentan con las benditas redes sociales.
Rosa Isabel, señaló que formar parte de la Banda Municipal es una gran fortuna para su vida, y ser mujer más, pues poco a poco ve sumadas a muchas más féminas dentro de un camino nada fácil de incorporarse.
“Me siento una mujer y músico muy afortunada, más aún, ser parte de esta gloriosa y centenaria Banda Municipal de Tampico; me honra ser parte de una historia que comenzó en 1894”, dijo.
Por lo que está convencida de continuar hasta el día de hoy con la fe, en una institución que brinda alegría y cultura por años sinfín, y con nuevas generaciones todavía por llegar.
EAS