Han pasado 85 años desde que una vieja bodega en la colonia Guerrero se convirtió en un salón popular de baile que hoy día es un lugar icónico para la vida cultural de Ciudad de México.
Al salón Los Ángeles llegan pachucos, cholos y chundos, chichinflas y malafachas, (citando a Jaime López) así como parejas, almas solitarias y amigos.
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Anoche se celebró el “martes tradicional” así como a nuestra Señora de Los Ángeles, un día que se festeja bailando en este querido espacio popular que presume su corazón: un letrero de luz neón que sigue latiendo con fuerza y sobreviviendo a todo, hasta a la pandemia.
La fiesta fue larga con la inmortal Sonora Dinamita, Héctor Infanzón, Conjunto África y Los Reyes del Mambo.
Foto: Araceli López
“Estamos vivos”
Al ritmo de La culebra, en versión danzón, un grupo de pachucos y bailarinas con abanicos pintados a mano asaltan la pista en una exhibición de baile bajo las luces de los candelabros. Es el baile de una época que se niega a morir y sigue viva como las estrellas en el centro del salón.
Los parroquianos, los que aparecen siempre con sombrero de ala ancha de medio la’o y con ese tumba’o que tienen los guapos al caminar, conviven con hipsters y turistas que llegan atraídos por el baile y la leyenda que se sigue construyendo en el único salón de baile vivo con esta tradición, así como por los metales, el güiro y los tambores que resonaron anoche mientras todos bailaban sobre el piso blanco y negro.
“Es martes pero estamos vivos”, dice Carlos Bueno, pachuco de corazón que posa para las fotos como una estrella de Hollywood, hasta que se acerca su reina para lanzarse a sus brazos y recordar años maravillosos.
De pronto se escucha la frase: “Lucharán de dos a tres caídas sin límite de tiempo”, y la gente enloquece impulsada por el ritmo que se mete en el cuerpo. Es hora de seguir bailando, pero los pachucos esperan, necesitan espacio y no se mezclan entre la multitud.
Foto: Araceli López
“Desde chico vengo, me iba de pinta y aquí me encontraban mis papás (risas). Estudié medicina y como no había mujeres en aquel entonces en la carrera, me venía a bailar para estar cerca de ellas y aquí me quedé ”, relata Bueno, quien invierte más de 5 mil pesos en su atuendo.
“Tardo todo el día en vestirme, arreglar mi ropa y venirme a bailar. Los Ángeles es mi segunda casa”, comenta el bailarín, quien a sus 67 años es la sensación de la pista.
En las mesas, familias, parejas y un grupo de amigas se levantan cuando llega un experimentado bailarín. Aunque ellas no sepan bailar, aceptan la invitación, nadie se resiste al Conjunto África.
Los inolvidables
No se ven, pero el espíritu de varios personajes históricos parece que deambula por aquí: del Che Guevara a Gabriel García Márquez o Monsiváis, pasando por Diego y Frida, Cantinflas… El salón es como un túnel del tiempo por donde desfilaron ellos en algún momento.
La de anoche fue una sabrosa probadita de todos los festejos por los 85 años de Los Ángeles, pero en realidad es una fiesta interminable que sucede varios días a la semana. Miguel Nieto, director del salón, se pasea por las mesas atento a todo y ya mira al futuro con nuevas ideas que buscan renovar el espacio, pero sin perder la tradición de un lugar donde el amor y el desamor conviven al ritmo de la Santanera y otras grandes orquestas que han tocado aquí.
Foto: Araceli López
Y es cierto lo que dice la frase tradicional: “Quien no conoce Los Ángeles, no conoce México”, y quizá tampoco la felicidad. ¿Me concede una pieza, señorita?
hc