El su novela Los Hermanos Karamazov, Dostoievski se pregunta: “¿Qué será del hombre entonces?, ¿sin un Dios y una vida inmortal? Si todas las cosas están permitidas, ¿los hombres pueden hacer lo que quieran?”.
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Bajo esta óptica, es necesaria la existencia de un ser superior para mantener un orden moral. Si Dios no existe, la humanidad empezaría a tener una vida hedonista en la que los placeres, los deseos y las voluntades individuales prevalecerían sobre el bienestar colectivo.
[OBJECT]El precio de una libertad absoluta acarrea entonces grandes temores. Sin un Dios creador, los seres humanos podrían realizar las acciones más crueles al no tener ningún fin último. La promesa del cielo sería así el factor regulador del comportamiento moral y la existencia ética de hombres y mujeres.
Sin embargo, Slavoj Zizek invierte la idea central del texto de Dostoyevski y propone “Si Dios existe, entonces todo está permitido”, pues la creencia en un ser superior permite que cualquier acción en su nombre sea justificada, y las personas que se consideran instrumentos de la voluntad de Dios tienen siempre una justificación para sus acciones.
Serían entonces los fundamentalistas religiosos de todo signo, aquellos que se asumen como detentadores del poder de la voluntad divina, los perpetradores de toda clase de violencias, abusos y horrores, en nombre de un poder extrahumano y superior. Sucedería lo que el filósofo danés Søren Kierkegaard llamó “suspensión religiosa de la ética”.
Tener una causa suprahumana para torturar o asesinar a otro ser humano convierte a la misma acción en trivial, le da sentido. Se necesita algún tipo de anestesia para perder la sensibilidad ante el sufrimiento de alguien más.
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Por ello, una causa sagrada resulta justificadora, pues la responsabilidad recae en la voluntad divina que motiva la acción, y el peligro que siempre acecha es que se vaya a usar el amor de Dios como legitimación de las obras más horribles.
Las ideas de Zizek alimentan la reflexión y ayudan a ampliar la discusión acerca de las consecuencias en la sociedad contemporánea de la creencia en un ser superior. En el fondo, la pregunta fundamental se mantiene: ¿la religión le ayuda al ser humano a encontrarse consigo mismo o lo puede llevar a su destrucción?
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Desde su surgimiento, la figura, irreverente, crítica y aguda de Zizek ha resultado clave para analizar el papel de las Iglesias en la sociedad actual.
[OBJECT]Y aún más, Zizek advierte también sobre el comportamiento de los liberales ateos y laicos ante esta disyuntiva, pues si bien no creen en un ser superior que regule moralmente la existencia humana, se imponen autorregulaciones también extremas. Y aquí recuerda al psicoanalista Jacques Lacan, quien postuló que “si Dios no existe, todo está prohibido”.
Para Zizek, en la sociedad contemporánea los liberales ateos se obsesionan con la preocupación de que, en su búsqueda de placeres, violen el espacio de otros; ante ello, regulan su comportamiento pensando que sus acciones pueden llegar a molestar a alguien más.
“Nada es más opresivo y regulado que ser un simple hedonista”, apunta Zizek, pues en la mayoría de los casos, al no tener una autoridad externa, el comportamiento ateo-liberal se estanca en regulaciones y limitaciones, muchas veces hipócritas, de lo políticamente correcto.
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Este comportamiento con una fuerte tónica de autorrepresión, argumenta Zizek, se transforma en un “superego mucho más severo que la moralidad tradicional”. La comprensión de la ausencia de una autoridad moral divina cataliza la noción de responsabilidad que trae consigo la libertad absoluta.
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En este punto, la propuesta de Zizek complica. Si una postura sin un dios se autorregula al comprender las consecuencias de una libertad total, ¿cómo, por ejemplo, el régimen comunista-estalinista pudo haber perpetuado tantos asesinatos masivos?
Para Zizek, los comunistas-estalinistas no se percibían a ellos mismos como individuos hedonistas abandonados en una libertad sin límites. En su lugar, se consideraban un instrumento del progreso histórico con la necesidad de llevar a la humanidad a una etapa elevada del comunismo. Por lo tanto, su comportamiento sí respondía a un dios: el régimen y el progreso histórico, y si este “Dios” del Estado totalitario existe, entonces todo está permitido.
AG