Jones Benally apareció en el escenario con un atuendo tradicional navajo y, tras los aplausos, empezó a moverse al ritmo de los tambores ceremoniales de sus hijos, Jeneda y Clayson. En sus manos sostuvo varios aros que maniobró con agilidad como parte de una de las danzas más tradicionales de su pueblo.
Con este ritual ancestral, que Jeneda previamente explicó “es para sanación” y suele llevarse a cabo “en la más oscura de las noches”, Sihasin abrió su ceremonia musical en la edición 51 del Festival Internacional Cervantino.
- Te recomendamos Mik Nawooj, un desafío sonoro de lo cotidiano Cultura
Los Pastitos fue el escenario donde la familia artística presentó su combinación de cantos tradicionales del pueblo navajo y el punk de vena noventera ante una audiencia cervantina que se energizó de inmediato y no dejó de mover la cabeza. Destaca que la luna, particularmente luminosa, dotó de simbolismo la velada.
“Estos aros están hechos de madera y son muy frágiles, y representan la vida de nuestra madre tierra”, comentó Clayson sobre la danza que ejecutó su padre, que tiene 95 años y es considerado un guardián de la sabiduría del pueblo autóctono estadunidense.
Sihasin prendió los amplificadores en 2012, luego de que la banda previa de los hermanos, Blackfire, entró en una pausa indefinida. Su disco debut, Never Surrender, salió en ese mismo año y desde entonces ambos utilizan la potencia musical de sus instrumentos – bajo y batería –“como un medio para generar respeto y comprensión por las naciones indígenas”.
Tras un par de temas donde Jeneda y Clayson Jones Benally demostraron la razón por la que su música - y la furia que le impregnan - ha impactado positivamente en referentes como C.J. Ramone - bajista de los Ramones -, su padre regresó al escenario.
"Esta una canción sobre lo orgullosos que estamos sobre nuestra cultura e identidad", dijo Clayson antes de pasar a un tema donde los cantos de Jones fueron protagonistas.
Los hermanos, de nuevo solos ante el público cervantino, aumentaron la velocidad de sus canciones, que se quedaron a un empujón de desatar el característico slam de los conciertos.
Corazón contento fue el tema con el que Sihasin cerró su hora sobre el escenario, y aunque los presentes gritaron "Otra", el tiempo lo impidió. Pero todos se llevaron un pedazo de la cultura navajo, que ahora perdura a través del punk.
hc