Ante la muerte, “pactas con tu dolor”: Socorro Venegas

La escritora y editora presenta 'Ceniza roja', un libro que nació a raíz de la pérdida de sus seres queridos.

La escritora. (Ariana Pérez)
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

Rondaba los 11 años de edad, cuando Socorro Venegas (México, 1972) tuvo su primer conocimiento de la muerte: su hermano, dos años menor, murió de leucemia y “ahí se acabó mi infancia”. La segunda vez que volvió a tener de frente a la muerte fue con su primera pareja y “la verdad es que, aun cuando ya pasaste una experiencia, nada te prepara para estar de nuevo frente a eso”.

“Tenía 26 años y pensaba que un año me iba a dar una perspectiva distinta de la vida y de la muerte, que iba a sucederme lo que te enseñan los psiquiatras sobre las etapas para superar el duelo hasta curarte, como si fuera una enfermedad, pero si fuera una enfermedad, no te curas nunca de eso: lo que perdiste te va a faltar siempre, porque esa ausencia es tan poderosa que nada nunca te va a quitar la sensación de que te falta alguien amado”.

La también editora reflexiona a propósito del lanzamiento de Ceniza roja (Páginas de espuma, 2022), el diario -que cuenta con ilustraciones de Gabriel Pacheco—donde buscó enfrentar y confrontar a la muerte, a la inesperada partida de su primer esposo: inesperada porque no había signos de alguna enfermedad, simplemente se desvaneció y ya no despertó.

Mirada al pasado

En ese momento, sobre todo tras la escritura de ese diario, me di cuenta de que un año, que el tiempo, no significaban absolutamente nada. En el libro hay muchos retornos, hay momentos en que parece que esta mujer está logrando salir de sí misma para ver a otro o a otros, pensando que puede construir otra vida y luego hay retrocesos enormes, otra vez al vacío, a la enfermedad, al dolor más profundo. No es un camino en línea recta y está bien que sea así”.


Ceniza roja se escribió como un diario. Así se lo pidió el psicoanalista a Socorro Venegas en aquel momento, pero incluso con la prohibición de que leyera lo que estaba escribiendo; por eso, el cuaderno se perdió entre mudanzas, hasta que el azar lo volvió a poner en sus manos y, en especial, en las de Juan Casamayor, el editor de Páginas de espuma.

“No lo buscaba y probablemente si nunca hubiera encontrado mis cuadernos, jamás los habría necesitado. El azar me los puso de frente, el azar me devolvió mis propias palabras, mi propia experiencia frente a la pérdida y me las devolvió contadas en primera persona, no en el sentido que siempre le he estado dando a esas experiencias o a esa experiencia central, donde trabajaba con la ficción”.

En realidad, cuenta la escritora, no se había planteado escribir un testimonio, mucho menos publicarlo, de alguna manera siente una especie de desdoblamiento, al entregar este testimonio de sobrevivencia sin haberlo escrito con ese sentido: necesitaba contar esa supervivencia en tiempo real y, si bien no se escribió para ser publicado, “ha sido mi decisión, mi reconciliación, mi reencuentro, lo que me ha llevado a decidir publicarlo”.

No tengo recuerdos de haberlo escrito. Tengo completamente bloqueado de la memoria mucho de ese periodo, para mí es muy claro que sobrevivir te pide, muchas veces, ese tipo de pacto: enterrar, junto con tu ser querido, otras cosas. La pérdida tuvo una connotación especialmente brutal, porque nunca me pude despedir, no vivía con un hombre que estuviera enfermo.

Ilustración: Gabriel Pacheco

“Fue una cosa que me dejó completamente rota y volver a leer el cuaderno me ha dejado sin aliento, me conmovió mucho: me conmovió encontrarme, en otra época, y sentir esta especie de desdoblamiento, leer mi propio diario como si fueran los textos de otras personas.

La esperanza

En los libros de Socorro Venegas siempre está la idea de la pérdida, por ello reconoce que ya había descubierto en otros textos de ficción sobre el duelo, es que la pena y el dolor no pasan con el tiempo y comprender eso ha sido importante, “porque te permite reconciliarte con la vida, hacer una especie de arreglo vital para seguir viviendo, aceptar que ese dolor se va a quedar aquí siempre”.

La pena está allí, pactas con tu propio dolor, porque también recuperas un amor por la vida. No hay una conciencia de qué vas a olvidar, eso viene de unos ríos muy profundos en los que sabes que para sobrevivir necesitas dejar de mirar, crear tus puntos ciegos: me cree un punto ciego, no fui consciente”.

Ilustración: Gabriel Pacheco

A dos décadas de distancia, hay un aspecto que no ha desaparecido del todo: la sensación de que esperaba el regreso del ser amado; vive en otra relación, formó una familia, pero lo especialmente conmovedor del diario fue esa esperanza.

Momentos sin recuerdos

Cuando le pidieron que no leyera lo que escribía en el diario, Socorro Venegas no imaginó el poder de esa petición: “Si me preguntas por mi recuerdo escribiendo, no lo tengo; recuerdo los episodios, sé lo que pasó, lo recupero, pero de ese proceso de escritura… nada. Está completamente detrás de una neblina que entiendo como necesaria para atravesar esos días”. Todo cambió con la publicación de Ceniza roja.


hc

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