Las observaciones y vivencias del solitario taciturno son a la vez más borrosas y penetrantes que las del hombre sociable, y sus pensamientos, más graves, extraños y nunca exentos de cierto halo de tristeza. Ciertas imágenes e impresiones de las que sería fácil desprenderse con una mirada, una sonrisa o un intercambio de opiniones, le preocupan más de lo debido, adquieren profundidad e importancia en su silencio y devienen vivencia, aventura, sentimiento. La soledad hace madurar lo original, lo audaz e inquietantemente bello, el poema. Pero también engendra lo erróneo, desproporcionado, absurdo e ilícito”.
A pesar de que Muerte en Venecia fue publicado en 1914, esta frase me recordó lo que George Monbiot ha llamado en la actualidad la “Era de la soledad”, y creo que buena parte de lo que detalla Thomas Mann se puede aplicar a la innegable degradación del discurso público que vivimos, tanto en términos oficiales como en los distintos espacios de pseudodebate ciudadano. Como Monbiot ha documentado, existen numerosos estudios sobre los efectos negativos, tanto físicos como psicológicos, ocasionados por la creciente soledad en la que transcurre la vida contemporánea, y también queda cada vez más claro el efecto depresivo y delirante que pueden llegar a producir las redes sociales, en la medida en la que se convierten en el principal espacio de interacción humana.
Como si la comunidad fuera un espejo de los desvaríos que escuchamos con el encumbramiento de los nuevos autócratas fascistoides, el debate público ha perdido todo tipo de matices, de capacidad de considerar los asuntos como algo complejo, que no siempre es expresable en términos de blanco y negro. Incluso, como ha señalado Margo Glantz, la ironía se percibe casi siempre de manera literal, con lo cual se engendran siempre nuevas ofensas. A 100 años de Muerte en Venecia, es plausible pensar que los efectos personales de vivir en el solipsismo puedan ser más o menos similares a nivel individual, pero que el efecto destructivo público se ha incrementado exponencialmente.
Y ADEMÁS
DOPAMINA EN LA RED
Incluso Facebook ha admitido que sus algoritmos orientados a generar descargas de dopamina (y enganchar usuarios) han jugado un papel decisivo en la diseminación de noticias falsas y la toxicidad del discurso en su plataforma.
Soledad del pensamiento
Intersticios
El debate público ha perdido todo tipo de matices, de capacidad de considerar los asuntos como algo complejo, que no siempre es expresable en términos de blanco y negro.
Ciudad de México /
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