Tablada y su "Misa Negra" que escandalizó a la Iglesia

José Juan Tablada nació el 3 de abril de 1871; lo recordamos con el poema que, por su erotismo, alarmó a la sociedad porfiriana cuando se publicó en 1898.

José Juan de Aguilar Acuña Tablada y Osuna
Editorial Milenio
Ciudad de México /

A 147 años de su nacimiento, este 3 de abril recordamos al poeta, periodista y diplomático José Juan Tablada, uno de los poetas principales del movimiento modernista mexicano, que floreció en los años del cambio de siglo (de 1880 a 1920 aproximadamente).

José Juan de Aguilar Acuña Tablada y Osuna nació el 3 de abril de 1871 y falleció en Nueva York el 2 de agosto de 1945. Su obra poética ha sido dividida en tres épocas: “Poemas de Juventud (1892-1918)”, “Época Media (1901-1918)” y “Época Moderna (1919-1930)”.

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Desde muy joven colaboró en publicaciones como El Universal, El Mundo Ilustrado y El Imparcial, así como en medios de Venezuela, Colombia y Cuba. En 1894 inició su carrera con la aparición de su poema “Ónix” en la Revista Azul, y publicó luego su primer libro de poemas, El florilegio, en 1899. Impulsó también la publicación emblemática de los modernistas mexicanos: la Revista Moderna,

Tuvo una intensa vida diplomática y en 1914 emigró a Nueva York, donde Venustiano Carranza le confió algunos puestos del servicio exterior.

En pleno auge del modernismo, ese movimiento sofisticado, decadentista y con influencia francesa, Tablada publicó en 1894 el poema “Misa Negra” que provocó un gran escándalo entre el clero y la aristocracia porfiriana, tanto por su título como por su tema cargado de un erotismo desesperado.

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Misa Negra

¡Noche de sábado! Callada

está la tierra y negro el cielo;

palpita en mi alma una balada

de doloroso ritornelo

El corazón desangra herido

por el cilicio de las penas

y corre el plomo derretido

de la neurosis en mis venas

¡Amada ven!…Dale a mi frente

el edredón de tu regazo

y a mi locura, dulcemente,

lleva a la cárcel de tu abrazo!

¡Noche de sábado! En tu alcoba

Flota un perfume de incensario,

el oro brilla y la caoba

tiene penumbras de santuario.

Y allá en el lecho do reposa

tu cuerpo blanco, reverbera

como custodia esplendorosa

tu desatada cabellera.

Toma el aspecto triste y frío

de la enlutada religiosa

y con el traje más sombrío

viste tu carne voluptuosa.

Con el murmullo de los rezos

quiero la voz de tu ternura,

y con el óleo de mis besos

ungir de diosa tu hermosura.

Quiero cambiar el beso ardiente

de mis estrofas de otros días,

por el incienso reverente

de las sonoras letanías;

Quiero en las gradas de tu lecho

doblar temblando la rodilla…

Y hacer el ara de tu lecho

y de tu alcoba la capilla…

Y celebrar ferviente y mudo,

sobre tu cuerpo seductor,

¡lleno de esencias y desnudo

la Misa Negra de mi amor!


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AG

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