Fantásticos escenarios, montañas de basalto esculpidas en el rigor de los movimientos geológicos que se dieron millones de años atrás. Territorios que por su majestuosidad fueron catalogados por nuestros ancestros como sagrados, concebidos para su adoración y respeto, pero, sobre todo, en una vinculación donde las personas, los animales, las plantas, las montañas y la tierra están relacionados entre sí y cada uno imparte su propia forma espiritual, que le da a la vida y al universo un significado.
Un desierto es un paisaje que recibe pocas precipitaciones. Tiene reputación de poseer poca vida, pero eso depende de la clase de desierto; en muchos existe vida abundante, la vegetación se adapta a la poca humedad y la fauna usualmente se esconde durante el día para preservar humedad. El establecimiento de grupos sociales en los desiertos es complicado y requiere de una importante adaptación a las condiciones extremas que en ellos imperan y sin embargo hay vestigios de pueblos que se establecieron en estas terribles condiciones desde hace más de 8,000 años.
Los factores de latitud, altitud, temperatura y precipitaciones pluviales son los que determinan el microclima que se presenta en el mismo, y sea caliente o frío, suelen ser indomables y requieren el máximo de precaución para recorrerlos, la deshidratación y la hipotermia, tan disímbolas, podrían ser consecuencias de peligro vital en un desierto.
El día de mañana me internaré en algunos de los más recónditos desiertos de la frontera Mexicoamericana buscando retratar panoramas del total aislamiento en los parajes de condiciones de temperatura y humedad francamente ingratas.
Espero en las próximas semanas presentarles algunas de estas imágenes de estos lugares inhóspitos aún en pleno siglo XXI.
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